jueves, 19 de enero de 2012
DESCONCIERTOS (AKRON/FAMILY Y TIMBER TIMBRE)
Concierto celebrado el Miércoles 16 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 200 personas aproximadamente.
Los teloneros Timber Timbre no llegaron a conectar de todo con un público que siendo realistas, había acudido a la sala a ver a Akron/Family, sin importarles ni mucho ni poco lo que pudieran ofrecerle los canadienses. Esto hizo que no se esforzasen en prestar atención a la acojonante (pero compleja) propuesta musical que estaba siendo desarrollada sobre las tablas, que no mostrasen ni pizca de interés y que pasasen, de ni siquiera, intentar disfrutar de su exquisito y soberbio sonido. La verdad es que no sé si cuando el trío encabezado por Taylor Kirk comience a ser recomendado y ensalzado (porque no dudéis que con su calidad, más pronto que tarde comenzarán a ser reconocidos como uno de los puntales del folk rock más original y atrayente a nivel mundial) por la crítica nacional, con el mismo ímpetu con el que en la actualidad se ha estado ensalzando a Akron/Family, muchos de los asistentes a este concierto no se acabarán tirando de los pelos por no haberles hecho ni puto caso, o bien obvien esta falta de atención con sus amigos modernatas y mintiendo como bellacos presuman de que “yo ya los vi hace dos años en El Sol cuando no eran tan conocidos y me fliparon”. ¡Ay, los gafapastas y sus imposturas!
Pero centrémonos ya en los aspectos meramente musicales. Timber Timbre ejecutan una suerte de folk/rock/pop/country preciosista y delicado, cocinado con una alta gama de ingredientes experimentales -auto-arpa, pedales, reverberación…- pero con aroma y sabor a “clásico”, de una exquisitez sobresaliente. Predominan en su repertorio (centrado en esta ocasión en su último disco publicado: “Cree pon creepin´in” -el cuarto de su carrera, pero el primero que publican en Europa-) las canciones de melodías complejas, oscuras, dramáticas, intensas, profundas, casi mágicas -podrían funcionar a la perfección como banda sonora de las películas de Tim Burton o de David Lynch para que os hagáis una idea- y sobre todo, hermosas.
El peso del grupo lo lleva sin duda el ya citado Taylor Kirk, quien con su voz profunda e inmensa, se destapa como un aventajadísimo alumno del maestro Leonard Cohen, sobre todo en los temas en que su voz se desliza sin prisas, casi recitando, lo que provoca que las letras de las canciones adquieran un tono más solemne. Pero es que además domina un amplio abanico de registros y también es capaz de alcanzar un lirismo cálido y aterciopelado que a su vez recuerda a Antony (Antony and the Johnsons). Sería injusto no obstante, no citar a esos dos secundarios de lujo que le acompañan: Mika Posen (fabuloso con el violín) y Simon Trottier (el artífice de la mayoría de efectos opresivos e inquietantes que elevan el tono de todos los temas del trío).
De su sobresaliente actuación destacaron tres canciones sobre el resto: las intensas y vibrantes “Obelisk”, “Cree on creepin´on” y “Swamp magic”, cima compositiva de los para mí, triunfadores de la noche.
Tras ellos, saltaron a escena unos Akron/Family que vinieron a presentar al público español su último disco -“Akron/Family II: the cosmic birth and journey of shinju TNT”- y a los que les costó calentar motores. El trío afincado en New York comenzó dubitativo y falto de intensidad y no fue hasta mediada su actuación cuando se produjo un “in crescendo” en su actitud, en su forma de ejecutar los temas y en el sonido de dichos temas, que finalmente acabó en un pitote de cojones que dejó a la parroquia exhausta.
Los primeros temas en caer -“Gravelly mountains of the moon”, “Love, love, love (everyone)”, “River”...”-, fueron los que tuvieron una menor carga lisérgica, experimental y psicodélica de toda su actuación. Es decir, los de sonido menos sugestivo, fresco y novedoso y por tanto, como ya he dicho anteriormente, los más fallidos. De hecho, sonaron a ese folk colorista y vital que hizo famosos a Simon & Garfunkel, pero mucho más monótonos y predecibles. Su primera intentona pues, de ejecutar ese folk revitalizador que les ha hecho famosos, de realizar un sonido preciosista cimentado en los quiebros de las melodías y la variedad de matices, hizo aguas por los monótono de dichos matices que en vez de ser ostentosos, contundentes y casi barrocos como en la segunda parte del concierto, tendieron a un minimalismo que no les sienta nada bien y provoca más aburrimiento que otra cosa.
“Island” fue el punto de inflexión de la noche. El momento en que Olinski, Larssen y sobre todo Miles Seaton parecieron considerar oportuno, para de una puta vez por todas, mostrar su lado más gamberro y dar rienda suelta a sus benditas chaladuras, arrancándose de cuajo esa especie de corsé que hasta el momento les había constreñido. La transmutación se tradujo en saltos, contoneos, diversión (lo mejor del trío es que están muy, pero que muy colgados) y por supuesto en un sonido más huracanado, transgresor y sensorial. Memorables fueron sus interpretaciones de “Silly bears” y como no, de ese “Another sky” que puso la sala patas arriba, con los protagonistas de la noche mezclándose enfervorecidos con un público entregado. La psicodelia brotó con fuerza y también los toques experimentales, recordándome varios pasajes sonoros a la increíble banda italiana Drink to me. Para los bises dejaron “Love and space” (“Meek warrior”) con la que cerraron de forma brillante una actuación en la que por momentos hubo más cuento que talento y por momentos más talento que cuento, lo que a su vez provocó que en algunos pasajes me preguntase: ¿a quién quieren engañar?, para finalmente sentirme encantado de haber sido subyugado por su música (sin importarme ya ni mucho poco si había sido engañado o no).
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miércoles, 11 de enero de 2012
DESCONCIERTOS (WYE OAK Y PINK MOONTAINTOPS)
Concierto celebrado el pasado Lunes 14 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 100 personas aproximadamente.
Esta velada otoñal podría definirse como la noche de los “dúos rarunos” y también como la de los dúos certeros.
Para empezar, el dúo Pink Moontaintops, formado por Stephen McBean, cantante de Black Mountain que en este proyecto paralelo ejerce de “songwriter” y guitarrista, y por Greg Foreman (ex The Delta 72) a los teclados y coros. Su aperitivo de unos cuarenta minutos de duración estuvo cocinado con muchos ingredientes estilísticos pero curiosamente ninguno de ellos fue el del folk rock, pese a ser éste el género que más alabanzas le ha reportado al chef McBean por parte de crítica y público con su proyecto más conocido, el ya citado grupo Black Mountain. Entre la amalgama de géneros y estilos que dan forma al genuino sonido de los americanos en cambio, pudimos encontrarnos con altas dosis de rock clásico, pinceladas de electrónica, trazas de shoegaze y unos buenos chorreones de psicodelia aliñándolo todo. Formando un conjunto perfectamente ensamblado con la finalidad de crear una atmósfera casi etérea compuesta por unas melodías angostas, oscuras y complejas; plagadas de matices, quiebros y requiebros; de texturas dispares que se movieron desde la rugosidad más cortante a la acuosidad más fluctuante. Una mezcla tan explosiva como inverosímil que parece beber de los primitivos Depeche Mode, de Death in Vegas, de los Blur más psicodélicos e incluso del sonido áspero y oscuro de The Stooges. Una mezcla que sobre todo se cimenta en la fabulosa voz de Stephen McBean, que se mueve con solvencia por amplitud de registros y que posee ese deje de suficiencia y altivez tan característico de vocalistas como Liam Gallagher. Hasta aquí todo correcto, todo positivo, por no decir excelso. El problema es que si una actuación de apenas tres cuartos de hora te acaba provocando cierto grado de sopor, por no decir aburrimiento, es que algo falla. Y lo que falla es que pese a las variaciones melódicas y de género, Pink Moontaintops ofrecen un directo muy lineal, sin cambios de intensidad, que se vuelve monótono al cuarto de hora y que provoca una especie de semiinconsciencia que acaba traduciéndose en regustillo amargo. Por tanto, clase y genio poseen, pero falta algo más de entraña para tornar un show demasiado frío y distante en un show que sea capaz de transmitir mucho más calor al público. Aún así, la suya fue una curiosa, diferente y buena actuación.
Para finalizar, el dúo de de Baltimore Wye Oak, formado por Jess Wasner -cantante y guitarrista- y por el increíble Andy Stack, quien ahí es na´, toca con su mano izquierda el teclado y con la derecha la batería, en un derroche de virtuosismo que yo jamás había visto antes. Virtuosismo del que hace también gala una Jess Wasner que posee una hermosa voz que se deslizó con soltura por una amplia gama de registros, abarcando desde la solemnidad de Chrissie Hynde a la luminosidad cegadora de Björk, pasando por la profundidad de Bonnie Tyler, sin inmutarse; y que además toca la guitarra con una fuerza y una rabia arrebatadoras como dejó claro en temas como “Dogs eyes” y “Hot as day” (de lo mejor de su gran actuación).
El sonido de los americanos es una especie de rock futurista con toques electrónicos, cimentado en unas complejas melodías compuestas por decenas de capas sonoras superpuestas, que dan como resultado un todo solemne y abismal, que acaba atrapándote con fuerza en su interior. Además, y a diferencia de sus compatriotas Pink Moontaintops, imprimen una intensidad colosal a sus interpretaciones, logrando en este caso sí, un feedback total y absoluto con el público.
En este concierto destacaron los temas interpretados de su último disco “Civilian”, que por otra parte es de los tres que componen su discografía, su cima compositiva hasta la fecha. Sonaron increíbles además de las ya mencionadas “Dogs eyes” y “Hot as day”, las emocionantes “Holy” e “I hope you die” y sobre todo su gran hit “Civilian”. De trabajos anteriores dejaron para el final la efectiva “For prayer” (“The Knot”, 2009) y ya en los bises se marcaron una correcta versión del “Stranger” de los Kinks.
Y al marcharse nos dejaron esa sensación placentera de saber que habíamos disfrutado de un concierto más que especial.
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lunes, 9 de enero de 2012
DESCONCIERTOS (THE POLECATS Y NU NILES)
Concierto celebrado el pasado Sábado 12 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 150 personas aproximadamente.
El sexto trabajo de estudio de los barceloneses Nu Niles ha sido producido por Martin “Boz” Boorer, ahora más conocido por ser el actual director musical de la banda de Morrisey, pero sobre todo para los amantes del Rockabilly británico, por ser uno de los miembros fundadores de The Polecats allá por 1977; por lo que no es de extrañar que ambos compartiesen escenario en la capital en esta mágica velada, en la que a la postre, precisamente el gran ausente fue el propio “Boz”.
El homónimo último trabajo del grupo catalán estuvo a punto de no ver la luz por el accidente sufrido por su baterista Blas Picón, pero finalmente decidieron grabarlo sustituyéndolo por el notable Anton Jarl de “Mambo Jambo”. Este disco es el que precisamente presentaron esta noche ante la parroquia madrileña, aunque también cayeron temas de trabajos anteriores: “I let mess her my hair” (“Destination Know”), “Shot shot shot” (“You didn´t come to my funeral”) -de su época de composiciones escritas en inglés-, “Every nena”… De las nuevas destacaron: “Bajo tu colchón” (de lo mejorcito que han compuesto en su carrera), “No lo vi venir” y “Nada será eterno”, que demuestran la línea continuista de las composiciones de Cobo, Kovacevic y Picón con respecto a largos pasados, pero con un poso más pausado y clasicista (el hillbilly a pasado a mejor vida y las reminiscencias con bandas primigenias del Rock and Roll en la Ciudad Condal como Los Rebeldes, son cada vez más evidentes), con el castellano como lengua elegida para transmitir sus mensajes y con un mayor número de matices en las melodías. La fuerza la sigue poniendo no obstante el poderoso Iván Kovacevic al contrabajo, que estuvo inmenso sobre todo en la contundente “El crujir de tus rodillas” (de los mejor de la noche). La mano de Boorer también se nota en muchos de los temas, algo que inevitablemente nos trae a la mente a los Stray Cats, ya que el salvajismo punk de The Polecats es algo que no ha empapado la pureza del sonido de Nu Niles. Una pureza y corrección en la ejecución que ya son marca de la casa y que les ha servido para ganarse el respeto y el cariño del público. Un respeto que por supuesto yo también les profeso, pero que aún así no evita que una vez más me quede la sensación de que el trío barcelonés podría dar mucho más de sí, que sigue ofreciéndonos shows demasiado estáticos y que podrían si quisiesen dotar de una mayor garra, contundencia y alma a unas composiciones que no acaban de explotar con toda la fuerza que deberían. Algo que esta noche fue más evidente que nunca cuando a continuación saltaron a escena unos incendiarios The Polecats que derrocharon fuerza y clase a raudales, sobre todo gracias a un hipermotivado Tim Worman, que demostró lo que significa salir a comerse el escenario a “bocaos”; y eso pese a que ya no tienen nada que demostrar a estas alturas de la película, en la que ya han escrito con letras de oro su nombre en la historia musical del Rock and Roll, sobre todo gracias a ese “Polecats are go!” (1981), que es sin duda uno de los mejores discos de rockabilly europeos de todos los tiempos.
Y es que treinta y tantos años después de su formación, la banda londinense sigue en un estado de forma acojonante y derrochando altas dosis de esa energía tan cercana al punk, que ha definido su sonido, sus trabajos de estudio y sus directos hasta día de hoy. Si a ello le sumamos que poseen un repertorio plagado de canciones memorables -“Big green car”, “Get ready Amber”, “Hip hip baby”, “Sunglasses”, “Crash the party” y por encima de todas ellas las míticas “Make a circuit with me” y “Rockabilly guy”- que encima aderezan con versiones brutales de clásicos como la del “John I´m only dancing” de Bowie con la que abrieron su actuación, la de “Jeepster” de T-Rex (trepidante y cercana al “psycho”) y la del “What do I get” de The Buzzcoks (salvaje); que imprimen un ritmo trepidante a sus actuaciones (ésta, con dos tandas de bises incluidos) y que son capaces de mezclar con sapiencia el sonido de Stray Cats con la fiereza de los más grandes iconos del punk de la historia; es evidente que asistir a uno de sus directos sigue siendo a día de hoy una experiencia inolvidable.
Sudor, garra, riffs endiablados, toques surf, un poquito de punk y un mucho de Rock and Roll es la fórmula de su éxito. Y por encima de todo, unas enormes ganas de seguir disfrutando con la música y de seguir demostrando lo grandes que son, sin buscar vivir de rentas pasadas y siendo igual de inconformistas que cuando surgieron.
Conciertazo el suyo.
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