lunes, 23 de agosto de 2010

MIS MIERDAS (LA PUTA DROGA)


Multitud de variantes: hachís, marihuana, ketamina, LSD, MDMA, cocaína, heroína, speed, éxtasis…, para algunos también el alcohol, el tabaco e incluso el café; de clasificaciones: duras, blandas, alucinógenas, psicoactivas…; de defensores; de detractores; de batallas en torno a su posible legalización…
Tema de debate eterno, argumento inagotable de artículos, libros, canciones, películas y todo tipo de expresiones artísticas.
Para muchos, musa de sus mejores obras, placer extasiante, sinónimo de diversión y de buenos momentos… para todos (pese a que nos neguemos a reconocerlo o a asimilarlo) una de las peores compañías que te puedes encontrar en esta vida, dama de afilada guadaña destrozadora de sueños y segadora de vidas (y os aseguro que quien escribe estas líneas ha consumido casi todas las variantes que podáis imaginar, así que no hablo ni desde el desconocimiento ni desde la mojigatería). Pero hay que reconocerlo, los momentos buenos que puedan proporcionarte suelen ir seguidos de remordimientos, crisis, problemas económicos y en los peores casos de problemas familiares, actividades delictivas, vidas destrozadas y finalmente, de la muerte.
He decidido escribir sobre un tema tan manido, porque creo que muchas veces no somos conscientes del enorme daño que la puta droga puede hacernos.
Ayer me encontré a un chaval que hacía que no veía desde unos ocho o nueve años. Miguel, que así se llama, pasaba todas las noches por la taberna en la que aquel entonces yo trabajaba. Pese a estar enganchado hasta la médula a la heroína, nunca perdió ni la dignidad ni los buenos modales. Siempre respetuoso y educado nos pedía comida o un poco de leche. Su rostro masacrado por la dura vida que había elegido enmascaraba el espíritu de un joven de menos de treinta años bajo la máscara de un tipo de unos cincuenta. Su decisión le estaba robando la vida pero ni un atisbo de su humanidad ni de sus valores. Esto me entristecía más si cabe cada vez que lo veía y años después me he acordado muchas veces de él, sobre todo cuando los fantasmas del remordimiento mordisqueaban mis entrañas. Creí que la puta droga se lo habría llevado entre escalofríos y sudores o mecido entre sábanas imaginarias de seda, como a tantos otros, pero Miguel supo vencer. Cuando su mano toco mi espalda y observé de nuevo su rostro (marcado por el drama pasado pero ahora de nuevo rejuvenecido) no me lo podía creer. Conversamos durante casi una hora recordando la época en la que nos conocimos (pese a ser realmente dos auténticos desconocidos). Necesitaba, mejor dicho quería contarme su experiencia: lo mal que lo pasó durmiendo en las calles, los períodos de mono cada vez más destructivos, sus agallas para desengancharse y sobre todo quería hablarme de su nuevo futuro alejado ya por fin de las garras de la heroína. Durante meses jamás vi un atisbo de alegría en su rostro, ayer la sonrisa no se le borró ni un segundo.
Y a mí desde entonces, tampoco.
Clickad malditos, clickad: enlace a uno de los spots publicitarios más impactantes que yo recuerdo contra el consumo de cocaína:  http://www.youtube.com/watch?v=L9lswIh5TY0&feature=related

No hay comentarios: