jueves, 24 de febrero de 2011

DESCONCIERTOS (BIG SEXY NOISE, JOHN SINCLAIR Y BO NINGEN)


Concierto celebrado este pasado martes 22 de Febrero de 2011, en El Sol (Madrid). Público: 80 personas aproximadamente.

Para todos aquellos locos románticos que todavía gustamos de la música de verdad, esa que por autenticidad y genio, escapa de las corrientes mayoritarias (música de radiofórmula, pachanguera, “operacióntriunfera”, “eurovisiva”, “karaokiana”, “canciónveranera”…) e incluso que también escapa de esa corriente más minoritaria, pero que también goza de un gran número de adeptos: la mal denominada música indie, o lo que es lo mismo, lo que yo llamo la misma mierda de siempre, insulsa, exenta de verdad y ni siquiera, mal borrador o boceto de expresión artística; el concierto promovido ayer por la revista Ruta 66, era toda una golosina que a la postre y como casi ninguno de nosotros dudábamos, cumplió de largo con las expectativas generadas. Que sólo acudiesen ochenta personas a este evento responde ya no sólo a la falta de pasta del personal en general, sino al negrísimo síntoma que vive este país, en el que cada vez se está aborregando más la sociedad, acatando cuan burros que no levantan las orejas del suelo, toda la bazofia que se nos intenta imponer desde los medios generalistas y de masas (que evidentemente están cumpliendo a la perfección con sus objetivos), perdiéndose por el camino inquietudes, saberes y conceptos que parecen ya irrecuperables y que provocan el desangramiento cada vez mayor de nuestra cultura y por supuesto el aumento masivo de la incultura de nuestra población. Un poco tristes por la escasa afluencia de público, al menos casi todos los presentes pudimos consolarnos con la idea de que haber acudido esta mágica noche a El Sol, nos convirtió en unos privilegiados que saborearon unas actuaciones más que especiales.
Los encargados de abrir la noche fueron los japoneses Bo Ningen. De ellos habíamos podido escuchar que eran una banda de “frikis” de cojones y efectivamente lo demostraron sobre las tablas, dando a la palabra “friki” el significado superlativo que merece y que en muchas ocasiones se ha depauperado. De largas melenas, estética cuidadísima (desde blusas hippies a vestidos negros propios del género cinematográfico de terror asiático), expresividad gestual máxima (transmitieron tanto o más con sus rostros que con sus instrumentos) y corpórea (por momentos sus coreografías parecían acercarnos a una película de Ang Lee) y sobre todo con una actitud arrebatadora que sólo poseen aquellos que verdaderamente creen y sienten lo que hacen y que gracias a ese convencimiento en su arte, logran transmitírselo al público con toda su irrefutable grandeza; esta especie de híbrido entre Faust y Fugazi, estos Zeppelín o Purple acelerados, lisérgicos y empapados en LSD, consiguieron poner la sala patas arriba con su rock clásico evolucionado de forma original, exótica y excéntrica hacia sonidos más propios del Krautrock , el Noise e incluso el Trash. Toda una sucesión de descargas adictivas e hipnóticas, contundentes e intensas en las que por poner sólo un pequeño pero, la voz excesivamente “aflautofeminada” de su vocalista restó cierta credibilidad al tono demoníaco de su discurso, aunque también es cierto que dotó a su directo de una mayor autenticidad haciéndolo único, puesto que muy pocos grupos más se podrán encontrar, en los que el cantante desgarre las letras de sus canciones como si fuese una Heidi enloquecida y puesta hasta las cejas de ácido. Poco más de media hora que se puede definir como una de las experiencias más gratificantes, auténticas y originales que se han visto sobre las tablas del Sol en los últimos años. Originalidad, credibilidad, autenticidad y coraje que son precisamente las cualidades que han faltado al 90 % de bandas patrias que se han subido a este mismo escenario en los últimos años, curiosamente todas ellas cobijadas bajo las etiquetas del folk cansino, el tonti pop o el soy muy mona/o y sí tengo el coño/rabo pa´ farolillos, farolas, faros e incluso todas las centrales de Endesa y Unión Fenosa juntas, surgidas de esas corrientes ilustradoras que no ilustrativas que son el nepotismo gafapástico y/o el despotismo moderno-juvenil.
A continuación nos inundó con su poderosa presencia y sobre todo con su voz cavernosa, profunda e hipnótica el poeta e ideólogo John Sinclair, icono contracultural desde los 60´s y 70´s y primer manager de MC5 siendo el que los introdujo en toda la ideología política de tendencia izquierdista que simboliza el movimiento llamado White Panthers del que fue su creador y que luego derivó en los Black Panthers. Su presencia ya de por sí, supuso para los que amamos una época que en lo cultural en general y en los musical en particular se nos antoja casi irrepetible, todo un acontecimiento y un gustazo. Y oírle ya recitar sus textos plagados de dobles sentidos, serpientes, zorras y paisajes desolados del Delta del Mississippi con su voz de ultratumba (que me recordó al mejor Vincent Price) y enriquecidos con la expresividad de su rostro, de sus manos y del resto de su cuerpo, fue ya todo un lujo (y eso que el que aquí escribe sólo maneja el típico inglés de nivel medio que aparece en todos los currículums de cualquier españolito de pro que se precie, pero que en realidad quiere decir: no tengo ni puta idea de inglés y a tu pregunta de si lo hablo o lo entiendo contestaré con un “a little” y me quedaré tan ancho; por lo que dejé de apreciar gran parte del fondo, pero y pese a todo, me quedé subyugado con las formas hipnóticas e irrepetibles de este maestro del “spoken word”, que además se vieron enriquecidas con la presencia en escena del guitarrista de Gallon Drunk, James Johnston, que dio toda una lección de cómo se debe tocar, sentir y transmitir el mejor Delta Blues, ese que te arremolina el alma poblándola de nubarrones de los que acaban brotando unos lagrimones que forman ríos caudalosos que arrastran hacia el mar todos los sinsentidos y sinsabores de nuestra existencia.
Y para terminar esta noche de emociones fuertes, de música y de poesía auténtica, verdadera y emotiva, la depredadora Lydia Lunch capitaneó con su imponente presencia a los londinenses Gallon Drunk en este combo perfecto que se ha dado en llamar Big Sexy Noise. La definida por muchos medios como terrorista cultural (me encanta esta expresión), esa otrora joven indómita y gritona neoyorquina abanderada de la no wave americana, poetisa, actriz y sobre todo cantante de temperamento (no olvidemos que con sólo dieciséis años formó parte de Teenage Jesus & the Jerks, banda en la que coincidió con ese otro irreverente icono de la música que es James Chance, más conocido como “El maníaco del saxo”), dio toda una lección de cómo debe ser la actitud de alguien que se sube a un escenario. Con sus más de cincuenta años, y pese a haber perdido casi todo el atractivo físico que poseía de joven (nunca fue hermosa pero sí portadora de un atractivo casi salvaje), se comió el escenario y dejó exhaustos a los asistentes con su derroche de sensualidad animal, su expresividad sucia y pecaminosa y sobre todo con esa mirada impactante capaz de fulminar a cualquiera. Cantó, se contoneó, marcó a la perfección el tempo de todos y cada uno de los momentos de su actuación, derrochó energía, coraje y ovarios y nos sedujo con su agigantada figura (pese a no medir más de metro cincuenta). En definitiva, actuó sin sobreactuar, mostrando su arrebatador y oscuro interior abriendo su alma de par en par, con la verdad por delante y sin escatimar esfuerzos. Bien es cierto que sus compañeros de fatigas (y seguro que de éxitos) son una de las bandas que mejor ha adaptado el rock clásico a los tiempos modernos, revitalizando su sonido y dotándolo de una personalidad propia. Los londinenses son unos músicos como la copa de un vino que en directo se convierten en una trituradora que exprime desde el hard rock pantanoso al blues cenagoso del Delta, pasando por el punk y el garage más auténtico y a la vez más personal, creando un sonido sucio, infernal, canallesco y maldito en la onda de los mejores Jon Spencer Blues Explosion, pero incluso mejorándolos. Yo los definiría como la banda que hace el sonido sucio más limpio que puede escucharse hoy en día. Inconmensurable el ya citado James Johnston a las seis cuerdas (no en vano Nick Cave se ha fijado en él y le ha pedido su colaboración en más de una ocasión), contundente Ian White a la batería e imprescindible e impresionante Terry Edwards (ojito al currículum: ha trabajado junto a gente como Tindersticks, PJ Harvey, Spiritualized, Nick Cave, The Jesus and Mary Chain, Faust, Tom Waits, o Robyn Hitchcock) a los teclados y sobre todo al saxo, dejando pequeño incluso al propio James Chance con sus sonidos abrasivos, turbios, turbulentos y enloquecidamente maravillosos. Una hora en la que nos sumergieron en su particular infierno sonoro (paraíso para todos los que lo vivimos) siendo especialmente sobrecogedores los temas “Kill your sons” (versión del clásico de Lou Reed) y la incendiaria (y no recomendada para menores de 18 años ni para pusilánimes) “Your love don’t pay my (fucking) rent”. Broche excelente para una noche en la que los amantes de la música con mayúsculas nos volvimos a sentir importantes por una vez. Y ya iba siendo hora….
CLICKAD MALDITOS, CLICKAD (TAMPOCO ESTARÍA DE MÁS QUE LO HICIESEIS EN LA PUBLICIDAD DE ESTE BLOG, QUE LA COSA ESTÁ MUY MALA)- enlace al tema "The Gospel Singer" de Big Sexy Noise: http://www.youtube.com/watch?v=jJHaIfJjiZY

No hay comentarios: