domingo, 18 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (THE CHERRY BOPPERS)
Concierto celebrado el pasado Viernes 11 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: cerca de 100 personas.
La banda de Santutxu (Bilbao) es otro ejemplo que constata una de las realidades musicales más evidentes de la Península: Euskadi es con diferencia su mejor y más prolífica cantera de músicos, grupos y solistas. Empiezo esta reseña con esta (mi) opinión (por no decir realidad más que objetiva) porque creo que tiene mucho mérito que de un territorio tan pequeño hayan surgido y sigan surgiendo proyectos musicales como churros, de tan enorme calidad, talento, frescura y originalidad, englobados en todo tipo de géneros y revitalizando todo tipo de sonidos y estilos. De hecho, sin echar la vista atrás y centrándome únicamente en grupos coetáneos, a vuelapluma me vienen a la mente decenas de nombres tan indispensables como: Barricada (¿se separarán realmente?), We Are Standard, Berri Txarrak, Txarrena, Betagarri, Su Ta Gar, Doctor Deseo, Sociedad Alkoholika, Fermín Muguruza, Ruper Ordorika, Fito y Fitipaldis, Pi.L.T., Atom Rhumba, Señor No… Listado ante el que solo puedo mostrar desde este humilde blog mi más sincera admiración y reconocimiento.
Centrándome ya en The Cherry Boppers en particular, vaya por delante que para mi es una de las mejores bandas de jazz funk, soul y música de raíz negra que hay en nuestro territorio. Esto es así porque poseen una facilidad pasmosa para mezclar estos géneros con otros estilos (base rockera evidente, pinceladas de acid jazz, toques de blues y altas dosis de psicodelia) lo que provoca un abanico de sonoridades que engrandecen sobremanera el resultado final. También porque son una de las bandas que mejor fusionan metales con cuerdas en la actualidad. Y sobre todo, porque tienen una facilidad asombrosa para generar hitazos a cascoporro, de esos que desatan pasiones e inundan de ardor y sudor las pistas de baile.
Este asombroso puzzle de sonidos explosivos, gran dinamismo y ritmo frenético es el resultado de unir seis piezas maestras: el ímpetu de “Ignatius Johnny” al tocar su hammond de forma infernal, la rotundidad de “Txefo K-Billy” y “Rambo The Street King” a la batería y al bajo respectivamente, los desaforados sonidos extraídos por “Willy Calambres Wallace” de su saxo, la contundencia de “Art LaRoque” al trombón y sobre todo, la suficiencia con la que “Xixo Yantani” consigue extraer de su guitarra, riffs abrasivos y punzantes en la onda del lisérgico Santana de los inicios y del estratosférico Charles Pitts (guitarrista del álbum “Shaft” grabado en 1971 por Isaac Hayes), provocando un éxtasis continuo en el oyente.
Éxtasis que en esta ocasión surgió de la mezcla de temas ya clásicos de su todavía no muy extensa, pero acojonante, discografía: la huracanada y trepidante “La pulguita” (“Play it again!”), su single más reconocible y rompepistas “Black Lolita”, su brutal versión del “Watermelon man” de Herbie Hancock, la frenética “Play it again, funk!”…, con el desglose casi completo de las canciones que componen su nuevo disco “Shakin´ The Hood” -que es el que presentaron esta noche al público de la capital-: “Wild imagination”, “Blasphem blaster”, “The harvest” y las impresionantes “Crosstown Traffic” (versión que homenajea al maestro Jimmy Hendrix, que por intensidad, originalidad y frescura, me atrevería a decir que podría sentar las bases de un nuevo género musical: el Psicodelic Rock and Soul) y sobre todo esa bestialidad que es “Hey!”, que a su vez abre una nueva veda en lo que a estilos musicales se refiere y que también me voy a atrever a bautizar como Garage Funk; y que acabó desembocando en una recta final memorable en la que The Cherry Boppers enloquecieron, ofreciéndonos un derilante, enloquecido y anfetamínico cierre de concierto en el que se multiplicaron los saltos, los bailes, los gritos y las situaciones asombrosas como la que protagonizaron LaRoque golpeando de forma magistral las teclas del hammond con su trombón e Ignatius completando la faena, tocando ese mismo hammond del revés.
Actitud, calidad y energía arrolladoras, que me trajeron a la mente a la mejor tradición de bandas gypsys y zíngaras de la Europa del Este, puestas al servicio de uno de los directos más brillantes que se pueden disfrutar a día de hoy en nuestros escenarios. Lujazo, vaya.
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viernes, 16 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (JD McPHERSON)
Concierto celebrado el pasado Jueves 10 de Noviembre en El Sol (Madrid). Público: lleno.
El primer disco en solitario de JD McPherson, antes al frente de Starkweather Boys, “Signs & Signifiers”, ha sido considerado por la crítica especializada como uno de los mejores discos de Rock and Roll del año y ha contado además con el beneplácito del público más purista: esos rockers de la Vieja Escuela que en la mayoría de lugares (también en nuestro país) son los que suelen aconsejar con sus opiniones por donde van los tiros, a las nuevas hornadas de amantes del género, a los cachorros de nuevo cuño y al resto de rockers y “advenedizos” (jerarquías mandan) menos exigentes en cuanto a valorar y preponderar el clasicismo de bandas y solistas que escuchan. No es de extrañar por tanto que en esta velada hubiese un predominio casi absoluto de tupés y patillas y no se viese un mayor eclecticismo en el público, más propio de otros artistas centrados en el revival, tipo Kitty, Daisy and Lewis, por poner un ejemplo. Esto por un lado es un claro ejemplo de que la esencia de las canciones que componen “Signs & Signifiers” es de una pureza estilística que evoca a los gloriosos 50´s y a los más grandes maestros del género -Howlin Wolf, Elmore James, Bo Diddley, Chuck Berry…-, y por otro, una muestra más de que por desgracia este tipo de música, pese a poseer como en este caso una calidad aplastante, un sonido exquisito, una elegancia abrumadora y un ritmo estratosférico, apenas llega, es conocida ni valorada, por un público más masivo. Lo que a su vez es motivo de orgullo para un público que sobre todo valora la autenticidad y una identidad propia, única, diferente (y minoritaria) y gusta de guardar en secreto sus joyas; y que por tanto rehuye y huye de modas y estilos más masivos, generales y generalistas; pero en el fondo provoca que haya ciertos sectores de la audiencia, con las orejas potencialmente más abiertas, a las que apenas les lleguen estos sonidos, lo que provocaría que artistas de este calibre alcanzasen un reconocimiento mucho mayor del que poseen.
No obstante, con actuaciones como la de esta pasada velada, de Rock and Roll con mayúsculas en particular y de Música con mayúsculas en general, me temo que JD y compañía van a incrementar notablemente su nómina de adeptos allá donde vayan, porque poseen una calidad incuestionable que subyuga con una facilidad asombrosa. La fórmula de su éxito es el resultado de una conjunción de talentos abrumadora. Que JD canta con una suficiencia increíble es algo que ya se ha comentado miles de veces, pero a esto hay que añadir algo que no se ha resaltado tanto y es que toca la guitarra -una preciosa Fender Telecaster como no podía ser de otro modo- de forma avasalladora y endemoniada, gracias a una velocidad en sus dedos que hacía mucho que no veía y generando unos sonidos afilados y punzantes de esos que se clavan como puñales en la memoria para no marcharse jamás. Al de Oklahoma además le acompañan el portentoso Jimmy Sutton al contrabajo, que además es el productor del disco y sobre todo en el directo, es el que lleva el peso de los temas con una base rítmica brutal, atronadora y sin fisuras; Alex Hall a la batería, que atesora una clase con las baquetas exquisita y además se ha encargado de las mezclas en “Signs & Signifiers”; y Jonathan Doyle al saxo, que es quien se encarga de elevar el tono general del conjunto con sus enrevesados, coléricos y casi enloquecidos (el espíritu de James Chance sobrevoló la sala personificado en él) solos y sobre todo de aportar un abanico de matices que hacen que el sonido 50´s suene fresco y revitalizador sin perder ni un ápice de su primitiva esencia.
A este talento hay que añadir una enorme actitud y un despliegue de energía encomiable. Prueba de ello es que McPherson comenzó la actuación algo dubitativo debido a unos problemas en su garganta más que evidentes, por lo que pidió disculpas al público varias veces. Lejos de restarle puntos al devenir del concierto, el esfuerzo de JD por superarlos creciéndose ante las adversas cirscunstancias y consiguiéndolo finalmente -su voz se fue calentando hasta eclosionar con una intensidad demoledora en la recta final de la noche-, otorgó a la figura del cantante un plus de brillantez cimentado en su fuerza, garra y pundonor sobre las tablas.
Del repertorio, simplemente decir que fue uno de los mejores compendios de R ´n´ R, swing, boogie y blues que se pueden degustar a día de hoy en el planeta, sobre todo porque el cantante norteamericano consigue transmutarse según el tema interpretado, en algunos de los más grandes maestros del género. Así, con “Scandalous”, tema con el que abrieron la noche, JD evocó al Little Richard más huracanado; con “Dimes for nickels” y “B.G.M.O.S.R.N.R.” a Chuck Berry; con “I can´t complain” a Elmore James; con “Wolf teeth” (ya en los bises, acojonantes por cierto) al homenajeado Howlin Wolf y su negra alma de blues; a Jackie Wilson con “North Side Gal”; y con “Signs & Signifiers” a Bo Diddley. Mención especial merecen las dos versiones incluidas en su álbum de de debut: “Country boy” de Tiny Kennedy y “Your love” de los Bellfuries de Joey Simone, y la también increíble versión que se marcaron del “Carol” de Chuck Berry. Un lujazo para una memorable velada de exquisito sabor añejo.
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domingo, 11 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (THE BREW Y ÚLTIMA EXPERIENCIA)
Concierto celebrado el pasado miércoles 9 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: casi lleno.
Para los que huimos de músicas manufacturadas, de playbacks, de falsos productos “musicales” y de “artistas” más preocupados en dar volteretas que de cantar, los géneros como el blues, el punk, el rock o el garage (por poner sólo algunos de los más destacados ejemplos) son tablas salvavidas a las que nos agarramos con uñas y dientes. Porque por regla general las bandas y solistas cuya música se adscribe dentro de cualquiera de ellos, suelen fundamentar su estilo y su sonido en la autenticidad y por tanto dan una importancia superlativa a sus directos, sabedores de que los mayores y mejores devoradores de dichos géneros suelen dictar sentencia (positiva o negativa) dependiendo muy mucho de cómo suenen sus canciones, más que en el estudio, en las distancias cortas de un concierto. Los madrileños Última Experiencia son más que conscientes de este hecho y como buenos amantes que son del rock de los 60´s y 70´s, que a la postre es el género del que bebe su música fundamentalmente, están creciendo como banda de la mejor manera posible: a base de patearse salas y más salas; tocando como cabezas de cartel, como invitados o como teloneros; ante públicos dispares y a veces ajenos (cuando tocas de telonero como ocurrió esta noche, generalmente lo haces ante un público que no viene a verte a ti, y para ganarte su respeto y conseguir su admiración tienes que emplearte al 100 %); adquiriendo tablas y experiencia que a la postre son las que forjan el carácter del individuo y le permiten obtener poco a poco más solvencia, seguridad y empaque; y andando su camino con pasitos cortos, sin prisas, sin perder el norte y construyendo sus sueños e ilusiones desde los cimientos y no desde el tejado. El mejor ejemplo de esta sabia forma de hacer las cosas es el hecho de que en apenas dos años esta sea la cuarta vez que el trío visita El Sol y que no tengan prisa en publicar un primer largo de debut (que no obstante llegará a principios del 2012), dejando primero que crezcan y maduren sus canciones a base de ser ejecutadas una y otra vez en sus conciertos. Y los satisfactorios resultados saltan a la vista. Todavía recuerdo su primer bolo allá por otoño del 2009 en esta mítica sala: los nervios atenazándolos, el tono plomizo y monótono de su actuación, su falta de ritmo, de garra y de alma, y la poca vida de unos temas que todavía sonaban deslavazados e insulsos. Dos años después y con tan sólo un E.P. más publicado desde entonces -el reciente “Tres”-, aquellos primeros temas de su E.P. de debut -“Madrid”- han evolucionado hacia una rotundidad, un empaque y una fuerza que los han convertido (a base de curro y esfuerzo, repito) en soberbios trallazos que engrandecen la mejor tradición del rock clásico, y los nuevos, también trillados hasta la saciedad para buscar la perfección durante estos dos años, antes incluso de ser publicados, suenan ya a algo reconocible y apetecible, a Última Experiencia, o lo que es lo mismo, a rock de guitarras de sonido incisivo y contundente, en los que además aparecen nuevos matices que enriquecen el conjunto como esos aires “blueseros” que hasta la fecha no eran tan característicos del estilo del grupo. Dos años después además, los nervios han dado paso a la seguridad, la monotonía al derroche de energía, la falta de ritmo se ha tornado en ritmo trepidante y la falta de garra en una mejoría de la actitud, en sudor, en saltos, en rabia y en hambre devoradora de escenarios. Y dos años después la técnica se ha pulido: J. Alberto y Carlos han dotado a las bases del trío de una fuerza demoledora en muchos momentos, antes inexistente y Miguel ha crecido como guitarrista (su voz tiene sin embargo todavía mucho margen de mejora) hasta límites insospechados, regalándonos unos punteos, unos solos y unos rítmicos de un virtuosismo incuestionable. A excepción por tanto de esos escasos momentos en que el trío se decanta por el pop melódico -“Janet the planet”, “La rueda gira”- que siempre han sido su talón de Aquiles y que no entiendo por qué siguen incluyendo en su repertorio (los medios tiempos no son lo suyo y nunca lo han sido), el resto fueron de largo los mejores minutos sobre un escenario que yo les haya visto hasta la fecha. De hecho, “La espiral”, “Ha sido un placer”, “Castillos de arena”, “La sensación”, “Lo sentido” y ese “Madrid” que de dejarme un regustillo en primeras escuchas ahora me parece un tema descomunal, sonaron inmensas, dejando bien a las claras que Última Experiencia siguen progresando adecuadamente. Y yo, que les conozco, que les profeso un gran cariño y que les estoy viendo crecer, me alegro no sabéis cuanto.
Que reconozca que Última Experiencia van sumando méritos con el tiempo, que Miguel toca muy bien la guitarra, que J. Alberto va logrando que su bajo suene más compacto, que Carlos ejecute con más vigor y contundencia, que les tenga cariño por su simpatía, que me alegre de su crecimiento y que en definitiva, sean una banda cada vez más correcta; no puede no obstante ocultar una realidad que The Brew se encargaron de constatar sólo unos minutos después de su actuación: del buen hacer a la excelencia hay un gran trecho y dicha excelencia está al alcance de muy pocos privilegiados. No quiero con esto restar méritos al trío madrileño, pero sí dejar bien claro que existe una Primera División Musical, que por su calidad, imagen, talento y actitud está a años luz del grupeto de bandas y solistas que habitualmente vemos tocar en el circuito de salas de la capital. Y los británicos pertenecen a ese grupo de privilegiados. Lo cojonudo del caso es que si analizas detenidamente sus discos y sus directos, te das cuenta de que en el fondo no tienen canciones de esas que se te quedan en la mente y lo que es más importante en el corazón, fácilmente, porque no poseen melodías rápidamente reconocibles ni estribillos pegadizos (a lo AC/DC para que me entendáis). Y sin embargo esto no resta ni un ápice de grandilocuencia al conjunto y no impide que sus directos se te claven en las entrañas como una espada incandescente. Porque el pipiolo Jason Barwick toca la guitarra con una suficiencia abrumadora a sus poco más de veinte años, con una técnica, un desparpajo y una energía que no sólo recuerdan, sino que reviven a los más grandes maestros de las seis cuerdas que ha dado la historia del rock: Page, Clapton, Hendrix, Townshend, Young o el más reciente Bonamassa. Porque ese mismo jovenzuelo posee una imagen demoledora e hipnótica, una actitud avendavalada, un control del ritmo y el tempo del concierto abrumadores y una energía que a su vez reviven a esos grandes monstruos del escenario como el ya citado Angus o el bueno de Pete, regalándonos estampas inmaculadas, imágenes eternas de esas que se adhieren a la retina para no perderse nunca, a cada minuto. Y para rematar posee un vozarrón que no se sabe de donde cojones brota y que te azota como un torbellino en la onda del Vedder de los inicios, que encima te deja la sensación de que cuando dentro de unos años esté más curtido y castigado va a ser ya la hostia en verso.
Porque el otro pipiolo Kurtis Smith revienta su batería con la rabia, la clase y el pundonor de a su vez los más grandes bateristas de la historia, pareciendo sobre todo una reencarnación del gran John Bonhan, como dejó bien claro en un solo de más de diez minutos en el que destrozó las baquetas y acabó tocando a base de puñetazos, logrando esos salvajes efectos que ya firmaba el de los Zeppelín en las míticas “Moby Dick” y “Over the top”.
Porque el otro pipiolo Kurtis Smith revienta su batería con la rabia, la clase y el pundonor de a su vez los más grandes bateristas de la historia, pareciendo sobre todo una reencarnación del gran John Bonhan, como dejó bien claro en un solo de más de diez minutos en el que destrozó las baquetas y acabó tocando a base de puñetazos, logrando esos salvajes efectos que ya firmaba el de los Zeppelín en las míticas “Moby Dick” y “Over the top”.
Y porque el padre de Kurtis -Tim Smith-, lejos de amansar a las bestias; las incita, excita, exprime y jalea, ejecutando unas bases brutalmente feroces con su bajo, agarrado y tocado como una polla enhiesta que parece que pueda reventar en cualquier momento y que le convierten no en el tercero en discordia, sino en la pieza fundamental del motor de esta máquina avasalladora. Tanto es así, que no me duelen prendas al afirmar que para mí ésta ha sido uno de los dos o tres mejores bajistas que ha pasado por El Sol en la última década.
El resultado como no podía ser de otro modo, fueron dos horazas de rock con mayúsculas en el que el trío nos ofreció un compendio inigualable en el que se condensaron todas las virtudes de los más grandes de la historia: Hendrix, The Who, Cream, Led Zeppelín, Pink Floyd… Que se dice, mejor dicho se escribe pronto, pero que en realidad supone un mérito que está al alcance de muy pocos.
El momento álgido, el que nos puso los pelos de punta y nos aceleró la respiración, fue el homenaje que Jason hizo a Jimmy Page, tocando su guitarra con un arco de violín, ejecutando de forma asombrosa, con un sonido impoluto y una técnica inigualable, los primeros acordes de esa obra cumbre del rock que es “Dazed and Confused”, dentro de una actuación sobresaliente en la que sobre todo desgranaron temas de su último disco “The third floor” y revisaron algunas de las canciones más emblemáticos de sus dos primeros largos.
Unas bestias pardas, oígan.
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viernes, 9 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (GUADALUPE PLATA Y WALTER DANIELS)
Concierto celebrado el pasado Martes 8 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno.
Hace cuatro meses los andaluces Guadalupe Plata pusieron El Sol patas arriba, en esa ocasión acompañados de los acojonantes Sogorda y Surfea. Cuatro meses después, los de Úbeda junto con el armonicista de Austin Walter Daniels, lo han vuelto a hacer: han vuelto a hacer temblar los cimientos de la sala, han vuelto a dar uno de los conciertos del año en la capital, han vuelto a demostrar que son una de las bandas más revitalizadoras, originales y personales de nuestro país y sobre todo, han vuelto a demostrar que poseen un directo muy difícil de igualar por ningún otro grupo u artista.
Y es que en esta última gira, al tratamiento casi salvaje, enloquecido y psicótico de géneros como el blues de los pantanos, el rock e incluso el rockabilly, de un primitivismo adictivo, al que nos tienen acostumbrados Guadalupe Plata, hay que añadirle además la figura de un Walter Daniels -“The feedback harmonica king”-, que a su vez, es otro revitalizador de géneros como el punk-rock, el blues y el country, gracias a su endiablada forma de tocar la armónica y a su forma de cantar colérica e hiriente, utilizando para ello el micrófono de la propia armónica, lo que crea un efecto que te acuchilla los sentidos hasta hacerlos sangrar de placer y que se complementa como llaga al dedo con los afilados solos de guitarra y con los encorajinados, escuetos y explícitos alaridos de Perico de Dios, con las bases cenagosas del batería Carlos Jimena y con los lamentos extraídos por Paco Luis Martos de su contrabajo casero “made in averno” con accesorios tales como serrucho y barreño para drenar sangre en las matanzas. Multiplicando el cuarteto hasta la excelencia los de ya por sí acojonantes registros que poseen por separado, tanto el trío español como el americano del gaznate profundo (“Siñor David, one more Jim Bean and otra beer”, repetido una docena de veces en un recorrido infernal plagado de eses y múltiples intentonas de abandonar la sala por varias salidas de emergencia, por el “office” y por los baños, que terminaban por conducirle de nuevo a mis dominios, hasta que acabó por fin encontrando la puerta de salida. Excesivo pues en todos los ámbitos, el bueno de Walter). Ofreciéndonos un concierto sin parones ni respiro, de ritmo frenético, impetuoso y brutal y con un sonido brillante. Provocando de nuevo el éxtasis en un público que se entrega a estos animales de escenario desde los primeros acordes y es vapuleado hasta el desmayo, en cada nueva homilía orgiástica musical protagonizada por estos músicos sobre el escenario.
En esta ocasión, con un repertorio acertadísimo en el que se incluyeron salvajes versiones de clásicos como Hound Dog Taylor, temas de Daniels y sobre todo en una recta final incendiaria, buena parte de las canciones que componen el brillante disco debut de los jienenses, que con la aportación del norteamericano se tornaron aún más frenéticas, incisivas y lisérgicas. Que esta gira conjunta haya sido denominada como “Satán”, no es de hecho ninguna fanfarronada, porque nunca antes estribillos como “¿Qué se siente al matar un gatito?” de “El gatito” o “Disparas tú o disparo yo” de “Lorena”, habían sonado tan despiadados. Mención especial merecen también esas “Serpiente negra” y “Satánica” que volvieron a recordarnos a Jonh Spencer y Tito & Tarántula, pero con un plus de distorsión y primitivismo animal, casi enfermizos.
Sin concesiones ni medias tintas, apostando todo al rojo sangre y ganadores como son, volviendo a apostar las ganancias obtenidas al negro abismo.
Guadalupe y Walter, antídoto de almas hastiadas de toda esa bazofia musical que nos rodea, en forma de veneno. ¡Bendito veneno maldito!
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miércoles, 7 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (LAGARTIJA NICK)
Concierto celebrado el Sábado 5 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: ½ entrada.
El último disco de Lagartija Nick ha sido definido por Antonio Arias como una mezcla de canciones luminosas (luces) con otras más oscuras (sombras). Escuchando “Zona de conflicto”, publicado a principios de este año que ya toca a su fin, efectivamente queda la sensación de estar ante un exquisito y enérgico tratado musical del claroscuro. Unos meses después, este compendio de claridad y oscuridad, como pudimos comprobar en este sensacional concierto, ha ido evolucionando hacia la negrura. Las canciones luminosas como “Panorama nº 5” o “Mi vida anterior” son ahora casi grises, el trazo amargo, rugoso y convulso del carboncillo (guitarra más hiriente, bajo más cavernoso, voz más rasgada y batacazos más profundos) han acabado por fulminar a los pasteles cremosos y a las pinceladas acuosas primitivas (solos de guitarra más cálidos, voz más suave y bajo y batería menos contundentes) que matizaban el desgarro de unos temas que ahora se han desatado como lo que siempre quisieron ser (el alma de Lagartija Nick a día de hoy, no quiere que los rayos del Sol iluminen su actual estado de emotividad lúgubre y cavernosa). Y las canciones oscuras -“Crimen, sabotaje y creación”, “Vuelo nocturno”- se han vuelto ahora negras, como una tupida telaraña que ya no deja resquicios al perdón ni a la compasión (Lagartija Nick escupen ahora una verdad que no deja lugar a la duda: la resurrección del alma sólo puede ser conseguida a través de la rabia y la lucha). Esto se tradujo en más de dos horas de rock oscuro, enérgico, esotérico, contundente, psicodélico, furioso y distorsionado. En dos horas en las que Lagartiga Nick volvieron a fusionar noise, punk, garage, psicodelia y matices aflamencados, haciendo ese rock personal y único que es el que ha caracterizado los veinte años de una de las carreras más difíciles de definir, etiquetar y catalogar; pero a la vez más auténticas y reconocibles que existen en la música de nuestro país. Porque ahora en formato trío -Antonio, Víctor Lapido y Eric Jiménez-, el sonido y estilo de la banda sigue siendo el de siempre (más árido, convulso, granítico y con más entrañas que nunca, eso sí): rock esotérico, etéreo y espacial; en la onda de ese “Granada´s Sound”/”Sonío Granaíno” que ellos han contribuido a crear y forjar codo con codo con Los Plantetas. De hecho, para mí, ambas bandas siempre han ido cogiditas de la mano. Lagartiga Nick en la parte del camino más a la sombra, más oscura y pedregosa. Los Planetas en la parte del camino en la que más calienta el Sol, más luminosa y asfaltada. Pero siguiendo una misma senda, persiguiendo el mismo destino. Con sobre todo ese paralelismo existente entre Antonio y Jota, ambos portadores de unas voces de esas que parece que no, pero luego sí. Que no crees que se puedan imponer, que no te dan la sensación inicial de poderío ni enjundia, pero que te acaban subyugando con esos dejes tan personales e hipnóticos, ante los que no te quedan más cojones que acabar rindiéndote.
Para rematar el apartado de influencias y/o paralelismos, os comentaré una de esas sensaciones personales que no puedo quitarme de la cabeza: las similitudes que siempre he encontrado entre Smashing Pumpkins y Lagartiga Nick, entre Billy Corgan y Antonio Arias, con su forma personal de concebir el rock como un género que trasciende la simple inmediatez y ellos elevan a través de una sensibilidad poética y un profundo dramatismo, que otorga a sus canciones un plus de emotividad y enjundia que las hace especiales.
Abrieron la velada con “Crimen, sabotaje y creación”, corte de un “Zona de conflicto” que desgranaron casi por completo, alternando con temas antiguos de “Hipnosis”, “Inercia” -increíble “Satélite”-, “El shock de Leia”, “Su” y “Val del Omar” -la enérgica y apoteósica “Yo día y orden”, con un sensacional Víctor Lapido a la guitarra-.
Mención especial merecen “20 versiones” (“El shock de Leia) y “Úsame” (“Su”) que fueron un vendaval y se convirtieron en dos de los mejores momentos de este sublime concierto de más de dos horas.
En la primera tanda de bises Antonio homenajeó una vez más al maestro Morente con “Vuelo nocturno” y en la segunda tanda se desataron con las lisérgicas, abrasivas y apabullantes “La curva de las cosas”, “Sólo amnesia” y “Esa extraña inercia (anfetamina)”, colofón a una velada en la que Lagartija Nick volvieron a demostrar que son una de las mejores bandas que ha dado el rock patrio en las últimas dos décadas. Genios, figuras y punto.
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sábado, 3 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (AMPARO SÁNCHEZ)
Concierto celebrado el pasado Viernes 4 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 130 personas aproximadamente.
“Amparanoia” siempre formará parte de la vida de Amparo Sánchez. Ha sido el proyecto más largo de su carrera musical, con el que se dio a conocer de forma masiva, con el que ha cosechado éxitos, reconocimientos y halagos. Once años de alegrías, de trabajo bien hecho y sobre todo de “buen rollito”, vital, festivo y cautivador. Siete discos, decenas de buenas canciones y más de un millar de conciertos, siempre sinónimo de éxito y lo que es más importante, de felicidad generada y compartida con un público que siempre la ha respetado y querido.
Es por tanto imposible no encontrar altas dosis de esas experiencias vividas, de esos once años de esfuerzo y trabajo, de esa vida hecha música, en esta nueva etapa en solitario de Amparo Sánchez. Pero la evolución es evidente. Una evolución que tiene su punto de partida en un concierto de “Amparanoia” en Montreal, en Julio de 2006, cuando la cantante no tiene más remedio que adaptar su repertorio a un formato acústico e intimista, al haber perdido la mayoría de los músicos de la banda el avión que les trasladaba a Canadá. Las emociones generadas y el éxito de esta actuación, removieron algo en el interior de Amparo, que ha ido creciendo hasta el parto de este su primer disco en solitario: “Tucson-Habana”, que no es más que un paso adelante en su propio devenir vital y musical, en el que demuestra que la máxima de su carrera sigue siendo el hacer lo que le de la gana, sin intentar vivir de réditos pasados ni amoldarse a modas, con la solvencia de los que no tienen miedo al riesgo y saben de lo que son capaces. Así empezaron a forjarse en su cabeza y en su corazón unos temas que comenzaron a grabarse en 2007 en Tucson bajo el amparo de John Convertino y Joey Burns (Calexico) y con el apoyo de sus inseparables Jordi Mestres y Kaki Arkarazo. En 2009 se cerró el círculo al volver a coincidir en Cuba, Amparo con John y Joey, con quienes acabó de grabar los temas que hoy podemos disfrutar en su álbum de debut.
En Tucson, no lo olvidemos, con el desierto de Arizona presidiéndolo todo, Amparo contagiada de su aridez sublime, crea unas canciones -“Aquí estoy”, “Hoy”, “Corazón de realidad” (compuesta junto con Burns)- lacónicas, bucólicas y profundas como la inmensidad del desierto, con aires fronterizos, íntimas y de letras con una insondable carga poética, que suponen un primer paso hacia una desnudez que curiosamente le ha otorgado un empaque a su música, jamás logrado antes por la artista.
En La Habana, se mantuvieron la hermosa carga poética y el tono íntimo, pero la aridez y los paisajes bucólicos y profundos, inabarcables y eternos, fueron sustituidos por una calidez más luminosa y por un costumbrismo más cercano, más asequible, menos existencial y más humano en definitiva. Los vientos cobraron fuerza y la desgarrada voz de Amparo se tornó más suave. El viento del desierto se volvió brisa marina en “Turista accidental”, “Apagón en La Habana” y sobre todo en la maravillosa “La gata bajo la lluvia” cantada en el disco a dúo con Omara Portuondo, todas ella fluyendo no obstante también, de forma pausada y exquisita.
Dos años después, estos mismos temas han seguido creciendo, conviviendo unos con otros, haciéndose finalmente adultos. Ahora las fronteras entre Tucson y La Habana ya son menos evidentes y se han ido resquebrajando, al fusionarse y mezclarse los estilos y matices como no podía ser de otro modo, gracias al talento que Amparo siempre ha tenido para generar una música global y universal. Por eso, a estas alturas de la película, los directos de la artista son una deliciosa fusión de ritmos caribeños con aires fronterizos, que provocan la sensación en el espectador de transitar por un malecón formado por arenas del desierto. Un malecón de arena rugosa en el que de repente cae una fina lluvia en forma de toques reggae o se forma un torbellino salsero de percusión trepidante que termina languideciendo con una suave brisa en forma de canción casi melódica, con predominancia de unos teclados elegantes y aterciopelados. Todo ello, gracias a una banda impresionante en la que destacan los cubanos (padre e hija) José Alberto Varona a la trompeta (bestia parda) y Cari Rosi Varona al contrabajo (bella parda), Kaki Arkarazo a la guitarra y Alan Pérez en la percusión, que funcionan como un solo corazón que palpita de forma cadenciosa pero enérgica, arremolinando a su vez cientos de hermosos sentimientos en los corazones de los oyentes. Y por supuesto, gracias a una Amparo Sánchez que canta ahora mejor que nunca (y mira que siempre ha cantado bien) otorgando un plus de dramatismo a sus interpretaciones, que llamadme frikie, pero a mí me evoca a esa voz, creo que no lo suficientemente valorada en nuestro país, que era la de Mari Trini.
A destacar dentro del gran tono general de este concierto, el momentazo que vivimos con esa joya que es “Quisiera, pero” y como no, cuando desnudó la ya mítica “Somos viento” (de lo poco de Amparanoia que revisó) que sirvió para reivindicar por parte de Amparo su apoyo al movimiento del 15 M.
Se podría decir que Amparo salió victoriosa, pero como no creo que a ella le guste que en el mundo haya vencedores ni vencidos, solamente le daré desde aquí las gracias, por haberme hecho disfrutar de una gran velada plagada de buena música y sobre todo de buenos sentimientos.
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