viernes, 16 de diciembre de 2011
DESCONCIERTOS (JD McPHERSON)
Concierto celebrado el pasado Jueves 10 de Noviembre en El Sol (Madrid). Público: lleno.
El primer disco en solitario de JD McPherson, antes al frente de Starkweather Boys, “Signs & Signifiers”, ha sido considerado por la crítica especializada como uno de los mejores discos de Rock and Roll del año y ha contado además con el beneplácito del público más purista: esos rockers de la Vieja Escuela que en la mayoría de lugares (también en nuestro país) son los que suelen aconsejar con sus opiniones por donde van los tiros, a las nuevas hornadas de amantes del género, a los cachorros de nuevo cuño y al resto de rockers y “advenedizos” (jerarquías mandan) menos exigentes en cuanto a valorar y preponderar el clasicismo de bandas y solistas que escuchan. No es de extrañar por tanto que en esta velada hubiese un predominio casi absoluto de tupés y patillas y no se viese un mayor eclecticismo en el público, más propio de otros artistas centrados en el revival, tipo Kitty, Daisy and Lewis, por poner un ejemplo. Esto por un lado es un claro ejemplo de que la esencia de las canciones que componen “Signs & Signifiers” es de una pureza estilística que evoca a los gloriosos 50´s y a los más grandes maestros del género -Howlin Wolf, Elmore James, Bo Diddley, Chuck Berry…-, y por otro, una muestra más de que por desgracia este tipo de música, pese a poseer como en este caso una calidad aplastante, un sonido exquisito, una elegancia abrumadora y un ritmo estratosférico, apenas llega, es conocida ni valorada, por un público más masivo. Lo que a su vez es motivo de orgullo para un público que sobre todo valora la autenticidad y una identidad propia, única, diferente (y minoritaria) y gusta de guardar en secreto sus joyas; y que por tanto rehuye y huye de modas y estilos más masivos, generales y generalistas; pero en el fondo provoca que haya ciertos sectores de la audiencia, con las orejas potencialmente más abiertas, a las que apenas les lleguen estos sonidos, lo que provocaría que artistas de este calibre alcanzasen un reconocimiento mucho mayor del que poseen.
No obstante, con actuaciones como la de esta pasada velada, de Rock and Roll con mayúsculas en particular y de Música con mayúsculas en general, me temo que JD y compañía van a incrementar notablemente su nómina de adeptos allá donde vayan, porque poseen una calidad incuestionable que subyuga con una facilidad asombrosa. La fórmula de su éxito es el resultado de una conjunción de talentos abrumadora. Que JD canta con una suficiencia increíble es algo que ya se ha comentado miles de veces, pero a esto hay que añadir algo que no se ha resaltado tanto y es que toca la guitarra -una preciosa Fender Telecaster como no podía ser de otro modo- de forma avasalladora y endemoniada, gracias a una velocidad en sus dedos que hacía mucho que no veía y generando unos sonidos afilados y punzantes de esos que se clavan como puñales en la memoria para no marcharse jamás. Al de Oklahoma además le acompañan el portentoso Jimmy Sutton al contrabajo, que además es el productor del disco y sobre todo en el directo, es el que lleva el peso de los temas con una base rítmica brutal, atronadora y sin fisuras; Alex Hall a la batería, que atesora una clase con las baquetas exquisita y además se ha encargado de las mezclas en “Signs & Signifiers”; y Jonathan Doyle al saxo, que es quien se encarga de elevar el tono general del conjunto con sus enrevesados, coléricos y casi enloquecidos (el espíritu de James Chance sobrevoló la sala personificado en él) solos y sobre todo de aportar un abanico de matices que hacen que el sonido 50´s suene fresco y revitalizador sin perder ni un ápice de su primitiva esencia.
A este talento hay que añadir una enorme actitud y un despliegue de energía encomiable. Prueba de ello es que McPherson comenzó la actuación algo dubitativo debido a unos problemas en su garganta más que evidentes, por lo que pidió disculpas al público varias veces. Lejos de restarle puntos al devenir del concierto, el esfuerzo de JD por superarlos creciéndose ante las adversas cirscunstancias y consiguiéndolo finalmente -su voz se fue calentando hasta eclosionar con una intensidad demoledora en la recta final de la noche-, otorgó a la figura del cantante un plus de brillantez cimentado en su fuerza, garra y pundonor sobre las tablas.
Del repertorio, simplemente decir que fue uno de los mejores compendios de R ´n´ R, swing, boogie y blues que se pueden degustar a día de hoy en el planeta, sobre todo porque el cantante norteamericano consigue transmutarse según el tema interpretado, en algunos de los más grandes maestros del género. Así, con “Scandalous”, tema con el que abrieron la noche, JD evocó al Little Richard más huracanado; con “Dimes for nickels” y “B.G.M.O.S.R.N.R.” a Chuck Berry; con “I can´t complain” a Elmore James; con “Wolf teeth” (ya en los bises, acojonantes por cierto) al homenajeado Howlin Wolf y su negra alma de blues; a Jackie Wilson con “North Side Gal”; y con “Signs & Signifiers” a Bo Diddley. Mención especial merecen las dos versiones incluidas en su álbum de de debut: “Country boy” de Tiny Kennedy y “Your love” de los Bellfuries de Joey Simone, y la también increíble versión que se marcaron del “Carol” de Chuck Berry. Un lujazo para una memorable velada de exquisito sabor añejo.
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