miércoles, 22 de junio de 2011
DESCONCIERTOS (THE CYNICS)
The Cynics son una de esas bandas que para el que escribe este blog, posee la categoría de “grande”. Un adjetivo que yo ya he utilizado en otras ocasiones con solistas y grupos como André Williams, Robert Gordon, Buzzcocks, Dick Dale, The Bellrays, James Chance… El elemento común de todos ellos, es que han alcanzado cotas altísimas de calidad y el respeto y admiración de muchísimos amantes de la música a nivel mundial, pero, no nos engañemos tampoco, nunca han tenido un reconocimiento y éxito masivos. De hecho, seguro que el 90% de la población de este país como poco, reconocería una foto de David Bisbal y podría decirte algo de él, pero ni un mísero 1% tendría ni puta idea de quién es Michael Kastelic ni sería capaz de ponerle cara. Este tipo de injusticias siempre me han entristecido bastante, aunque he de confesaros que en el fondo, y supongo que al igual que os ocurrirá a los que soléis leer este humilde espacio, el ser admirador de bandas y artistas que en general pasan desapercibidos para la inmensa mayoría de la gente, me hace sentirme un poco especial, como si fuese partícipe de un recóndito y maravilloso secreto que casi nadie conoce. Pues bien, en el caso que hoy nos ocupa, ese secreto que se esconde tras los nombres de Kastelic y Kostelich (miembros fundadores de The Cynics), acompañados durante esta gira española de los asturianos “Pibli” a la batería y Ángel Kaplan al bajo (ambos músicos relacionados con Doctor Explosión, otros grandes, en este caso de la escena musical española), es el de una de las formaciones de garage más imponentes que ha habido en el último cuarto de siglo. Ni más ni menos. ¿Y qué es lo que los hace grandes? Entre otras cosas, que poseen una discografía plagada de éxitos con los que una vez más nos deleitaron -cayeron las habituales (y soberbias) “Baby, what´s wrong”, “Way it´s gonna be” (ya en los bises), “Yeah”, “What she said” (temazo de su anterior álbum “Here we are”) y esa estratosférica versión del “Abba” de The Paragons, que supera en energía y rabia al original-; que siguen creciendo compositivamente con el paso de los años, como pudimos comprobar al escuchar los temas nuevos de su reciente disco publicado “Spinning Wheel Motel”, que por cierto da también título a una de las mejores canciones del largo, oscura, vibrante y con altas dosis de psicodelia; que pese a llevar más de veinticinco años pateando escenarios siguen conservando un estado de forma envidiable y afrontan cada nuevo concierto con una energía y ritmo trepidantes de principio a fin -tocaron más de dos horas, sin dar un solo respiro, con un Kastelic igual de enchufado que siempre y sí, también igual de borracho que casi siempre, y remataron con dos tandas de bises acojonantes- y que poseen ese innato magnetismo tan difícil de encontrar en las bandas actuales. Porque aunque el gran (en todos los sentidos) Gregg Kostelich apenas se menee ya sobre el escenario, sigue extrayendo infernales y arrolladores sonidos de su guitarra y poseyendo una imponente presencia oculto tras sus sempiternas Ray-Ban y porque Michael Kastelic (esa especie de reencarnación eterna de Marc Bolan) sigue siendo un vendaval sobre las tablas, incendiario, provocativo, canalla y enérgico. Y el resultado claro está, es que volvieron a ofrecernos otro concierto sobresaliente, que por méritos propios se ha convertido ya, en uno de los mejores del año. Ahora ya sólo nos queda volver a iniciar la cuenta atrás, contando los días que faltan para su próxima visita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario