jueves, 27 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (COPILOTO Y ULTRANOL)



Concierto celebrado el pasado Sábado 22 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 75 personas aproximadamente.

La cara que se me debió de quedar cuando vi y escuché a Alberto Iniesta, alias Ultranol, en la prueba de sonido, debió ser todo un poema, porque varios compañeros sabiendo por un lado, lo mucho que detesto el tipo de música (por llamarlo de algún modo) que los gafapastas denominan electropop luminoso y colorido (y que yo defino como “blandi-pop”, “tonti-pop”, “pop de chupete y piruleta” o “¿pop qué no te callas?”) y por otro, que las canciones del  propio Alberto no sólo no están englobadas dentro de esta corriente, sino que además, digámoslo de forma educada al menos de momento, son regularcitas; me comentaron que no fuera muy cabrón al escribir sobre su concierto, porque el chaval era muy buena gente y no se merecía un salvaje rapapolvo de los míos. Y voy a ceder en parte.
Primero porque efectivamente, Alberto es uno de esos tipos que tienen una cara de buena persona que tira “pa´ tras” (o mejor dicho pa´ lante), amable, educado, todo lo simpático que su timidez le permite ser, e inseguro y algo deslavazado en sus movimientos (en la onda del personaje que hizo popular al bueno de Pepe Viyuela), lo que le hace parecer a los ojos ajenos como un ser entrañable (un bonico del to´ en toda regla, vaya) despertando un alto grado de simpatía e incluso condescendencia hacia él. Segundo porque tiene un apellido, que con sólo oírlo o leerlo me evoca un estado de felicidad tan superlativo, que a su vez me genera cierto estado de complacencia hacia su persona e incluso hacia las circunstancias musicales que le rodean.
Tercero porque opino de corazón que no tiene tanta culpa el “artista” como aquellos que lo encumbran a él y a su obra. Me explico. Alberto es una persona que se ha puesto a componer una serie de canciones con ganas e ilusión. Unas canciones que pese a su alto grada de amateurismo y su escasa calidad, para su suerte, han sido elogiadas y apoyadas desde diferentes medios y sellos independientes, lo que le ha permitido finalmente publicar varios E.P.´s y llegar a tocar en directo en salas con tanta solera como El Sol. Digamos que es algo parecido a lo que viene ocurriendo en el mundo del arte en general en el último siglo, donde tipos como Piero Manzoni han conseguido triunfar con obras como sus tristemente famosas “Mierda de artista”, que no son otra cosa que unas latas en las que el italiano metió sus propios excrementos, diciendo que eso eran obras de arte. Lo que podría haber sido una frikada de Manzoni sin mayor trascendencia, sin embargo se ha convertido a mi modo de ver, en un negro lunar en el mundo de la historia del arte, debido a los culpables que le han ensalzado a él y a esta “obra”. De hecho, estas “Mierdas de artista” se encuentran en museos tan relevantes como el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el centro Georges Pompidou de París, la TATE Gallery y el MOMA de Nueva York y en el año 2007 se llegaron a pagar en una subasta 124.000 euros por una de estas latas de mierda (nunca mejor dicho). Por tanto, que unas canciones compuestas por un tipo como Alberto, que bien podrían haber sido sólo un pasatiempo para él y como mucho ser tocadas para cuatro amigos o familiares en algún cumpleaños o cita navideña, hayan acabado teniendo una relevancia mayor, repito, no es tanto por su culpa, sino como por la de todos aquellos que se la han querido dar (que son unos cuantos).
Y cuarto, viendo a Alberto sobre el escenario tembloroso, casi tiritando, equivocándose a diestro y siniestro, con una chuleta con lo que decir entre canción y canción que casi se le cae al suelo, debido a los nervios de tener que tocar en directo, aunque tan sólo fuera ante unas treinta personas (muchas de las cuales eran amigos, familiares y conocidos) que eran las que había en la sala cuando él salió al escenario, ya me pareció bastante mal trago, como para encima yo hoy aquí ponerle a caer de un burro.
Pero sin llegar a ceder del todo.
Primero, porque yo me he caracterizado por decir siempre lo que pienso, sin dejarme influenciar por modas y corrientes de opinión (normas de la casa). Por eso pese a que la mayoría de medios independientes encumbren y doren la píldora a artistas y grupos como Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Pereza, Astrud o La Casa Azul, por poner sólo algunos ejemplos, yo desde aquí siempre he cuestionado el éxito de los mismos por parecerme que sus propuestas musicales no poseen la calidad que desde otros sitios se les presupone. Debido a esto, queridos lectores no puedo por menos que decir la verdad del asunto, o al menos mi verdad, que no es otra que Ultranol y sus canciones, son una mierda pinchada en un palo.
Segundo, porque solistas y bandas como este Ultranol y otras muchas del mismo palo como la ya mencionada La Casa Azul, Zipper, Band á part, Papá Topo, Elodio y los seres queridos y así hasta el infinito y más, poseen un gran apoyo y reconocimiento desde la mayoría de medios conocidos como independientes de este país. Lo que me lleva a pensar en por qué, tanto yo (el burro siempre delante) como otros compañeros, músicos y melómanos de gusto exquisito, debemos ser condescendientes con Ultranol y compañía, por el mero hecho de pensar que como su música es tan mala, no deberíamos hacer leña del árbol caído; cuando luego existe toda una corriente de opinión ensalzándoles y poniéndoles por las nubes. Porque no creáis que en la mayoría de medios independientes, ante las canciones sin ritmo ni gracia, insulsas, con letras de parvulario y melodías de “casiotone” de Ultranol, se limitan a decir por aquello de tener que ser políticamente correctos (algo que a mi me la pela, como bien podéis comprobar; claro que yo no vivo de la publicidad de sellos, promotoras ni discográficas como ellos): “hombre, Alberto debe mejorar” o bien “bueno, todavía está un poco verde” o “sus canciones tienen un toque amateur que al menos les da cierta frescura”. No, qué va. Para ellos todo lo que huela y sepa a su jodido indie pop gafapástico (y si es moña y cercano al gayerismo -popper pop- mejor que mejor) es la hostia en verso, a la altura como poco de los Conciertos de Brandemburgo del mismísimo Bach. Así en webs como Jenesaispop no se cortan en decir cosas tales como: “al fin, su gran himno de presentación, esa metacanción llamada ‘Cortando y pegando’, a la que sólo falta incluir la palabra ´Ultranol´ para ser perfecta” o en blogs como Señor Pollo otras como: "´La técnica destroza la música pop´ (maqueta de Ultranol de 2008) la forman tres canciones con personalidad propia, que destacan por su colorido y divertido ritmo, un ritmo que se desliza cual pingüino sobre hielo por bases electrónicas y que harán las delicias de más de un poper@. A destacar la primera canción con la cual se inicia la maqueta, ´Cortando y pegando´. Esperemos que el proyecto de Ultranol tenga una continuidad en el tiempo y no se deje aparcado como tantos otros, sería una tremenda pena, pues calidad y dotes tiene el muchacho” o en su myspace que entre sus influencias se encuentran entre otros: “Phil Spector, Brian Wilson, John Lennon, Damon Albarn o Paul McCartney”. Dado que desde estos medios se tira del halago desmesurado y de la mentira (lo de Wilson, Lennon, Phil Spector y compañía me ha llegado al alma), no puedo por menos que contraatacar con la realidad: Ultranol no hace metacanciones, sino canciones que parecen compuestas por un niño pequeño; “Cortando y pegando” no es ni de lejos perfecta, sino una muestra de lo mal compositor que es Alberto, que utiliza unas bases obsoletas, aburridas y planas, posee una voz amanerada falta de fuerza, vigor y personalidad y escribe unas letras ñoñas y vacías sin ningún atisbo de poesía, ironía, elegancia ni sustancia; sus canciones no son coloridas ni tienen ritmo, sino que son insulsas y plomizas, aunque sí reconozco que harán las delicias de todos esos poperos que se corren con toda canción que incluya patitos de goma, algodoncitos de azúcar, sugus de colores o fresones coloraditos en sus letras; calidad y dotes tiene muy pocas o ninguna y si la persona que ha escrito que su música está influenciada por grandes maestros como los arriba citados se cree sus propias palabras, es o porque no tiene ni puta idea ni la más mínima vergüenza o porque se ha pegado tal empacho de edulcorantes tras escuchar las letras de estos grupos amoñados (patrocinados por la Azucarera Española) que ha perdido el norte.
Tercero, porque aunque como ya he dicho antes en este artículo, Alberto es el que menos culpa tiene de que sus canciones hayan sido ensalzadas por determinados medios, eso no le exime de la crítica, desde el mismo momento que ha decidido sacar discos y subirse a escenarios. Que uno ya es mayorcito para saber sus propias limitaciones, virtudes y defectos y al igual que yo me expongo al elogio o al insulto al escribir en este blog sobre música, de forma pública, dejando que la gente opine sobre mis mierdas, él también debe saber que como cualquier otro músico hijo de vecino, puede ser criticado. Porque igual que hay gente que paga 124.000 euros por una mierda enlatada y gente que goza con temas como “Patitos de goma” (por favor, os encomiendo a que veáis el videoclip en youtube, porque no tiene desperdicio), también queda gente como yo, que le tiraría la lata de mierda a la cabeza al que es capaz de pagar tal cantidad de dinero por ella y consideramos “elefantadas” como Ultranol, poco más que una tomadura de pelo.
Y cuarto, porque a bandas como La Casa Azul, Astrud, Papá Topo e incluso al propio Ultranol se les da un trato de favor y prioritario en la mayoría de medios independientes de este país (porque ya se sabe que las modas y las corrientes mayoritarias mandan y si te desmarcas de las mismas, o es porque eres un romántico, o un gilipollas o alguien que no se va a comer un colín o lo que es lo mismo, alguien que no va a hacer caja -en mi caso se cumplen todos estos requisitos-) y en cambio a grupos como The Steepwater Band, quienes tocaron también esta misma semana en El Sol dando un conciertazo como la copa de un pino, no se les hace ni puto caso en dichos medios, por no estar de moda, por practicar un género como el blues rock pantanoso y primitivo que según ellos, ya está obsoleto y no ofrece nada nuevo desde hace años. Y es que queridos lectores, a diferencia del resto de Artes donde todavía se respeta a los clásicos y a los viejos maestros, en el mundo de la música se va a toda hostia y pobre de todo aquel al que se le ocurra desparramar su talento a través de géneros o estilos que entroncan con las raíces del pasado, porque en el mundo cool, gafapástico e indie actual, lo degüellan. Porque ahora lo moderno es ensalzar “cosas” como los chirridos provocados por los cachivaches de gente como Los caballitos de Dusseldorf, porque aunque sean una puta mierda que ni el que más los haya alabado tenga los cojones de escuchar en casa            -porque una de dos, o se volvería loco del stress o se pegaría un tiro-, hacen según los gurús de la información musical patria, un “sonido nuevo y atrayente” (en realidad, un ruido que suena a Spectrum viejo cargando un juego y lo más que te atrae es a coger un rifle y cargarte a cuatro hijos de perra desde la ventana de tu casa alegando posteriormente un estado de enajenación mental transitoria). En cambio si eres una banda de rock añejo, aunque tengas una calidad excelsa, para estos mismos gurús no serás más que un producto que ya huele a rancio y por tanto no merecerás ni el más mínimo de sus comentarios. La realidad en cambio es que mientras que The Steepwater Band te provocan lágrimas de emoción y felicidad, Ultranol y similares, te provocan lágrimas de rabia y tristeza.
Conclusión: si en general este tipo de propuestas fuese tomada como lo que es, un pasatiempo entre friki y divertido, lo aceptaría de buen gusto, puesto que yo mismo no puedo negar que el amateurismo, el humor blanco y la estética tan kitsch que suele rodear a estos grupos, me provoca cierta complacencia y hasta algo de gracia. Pero si se toma como una vertiente artística seria y se ensalzan unas virtudes que en el fondo no existen, pues están supeditadas a un envoltorio de formas tirando a simplistas, he de reconocer que por ahí no paso. Aunque claro está, y pese a mis críticas, siempre respetaré la máxima de que para gustos colores y para poperos caramelitos de todos los colores.
Después de la actuación de Alberto Iniesta, todo lo que viniese a continuación estaba convencido de que me iba a sonar y a saber a gloria. Y pese a que en su anterior visita a El Sol allá por Mayo de 2009, Copiloto (Javier Almazán) y su Círculo de Confianza (los músicos que componen su banda) no me dejaron ni mucho menos un buen sabor de boca (de ellos dije algunas de estas lindezas: “Quizás sea un insensible, pero a mí me emocionaba más el tartamudeo nasal -debido a los baches, las zanjas y las irregularidades del terreno- del copiloto Luis Moya dictando órdenes a Carlos Sáinz, que cualquiera de las canciones interpretadas por estos otros ´Copilotos´. De hecho, no había escuchado una letra tan horrible como la de ´Marta habla en inglés, habla francés, habla italiano y descansa en el piso de su padre en verano´ -hay que tener cojones- desde la visita a El Sol de Yani Como y su canción dedicada a los sugus amarillos de sabor a limón -que también hay que tener cojones-“), lo cierto es que en esta ocasión (quizás también debido como ya he señalado antes, a que todo lo que sonase después del desbarajuste a Ultranol, iba a parecer mucho mejor de lo que probablemente era) me sorprendieron desde el principio, para bien. Y es que los aragoneses, dos años después se muestran mucho más rodados en directo, mucho más compenetrados, más inspirados y también bastante más enérgicos. Es cierto que todavía siguen teniendo retazos de aquel espíritu bastante blandito y un tanto amoñado de sus primeras composiciones, pero no es menos cierto, que es evidente que los temas del nuevo disco que presentaron esta noche: “El inicio, el desencanto y el círculo de confianza”, poseen aires más cercanos a un pop adulto y maduro, con melodías mucho más vibrantes y complejas, letras más elaboradas y una mayor presencia de las guitarras con riffs en muchos casos, poderosos y contundentes. Digamos que salvando las distancias, Copiloto en una buena parte de sus nuevas canciones -“Salvar el Día”, “El Modelo de Watson y Crick”, “Lista de Convocados” y sobre todo en la brillante y luminosa “Se lo Tengo que Decir”- desarrollan un sonido con un plus de energía que antaño no existía, cimentado en unas melodías atrayentes por la importante gama de matices que poseen, que por momentos recuerda a unos Coldplay (salvando las distancias) que ayer lo petaron en Madrid presentando su nuevo disco. El resto del disco sigue sonando no obstante a un más de lo mismo -pop un tanto monótono y con muy poca capacidad de sorpresa-, aunque debido a la mejor actitud de la banda sobre las tablas, adquiere un plus de efectividad que hace dos años Copiloto no conseguía alcanzar en sus directos. El bueno de Almazán comentó al concluir su concierto que si a los asistentes les había gustado, hablaran bien de ellos a sus amigos y que si les había disgustado, obviasen lo acontecido. Yo, Javier, no quiero obviar ni lo uno (la evidente mejoría de la banda en directo, la mayor madurez de vuestro sonido y el salto de calidad que habéis conseguido en vuestro nuevo álbum) ni lo otro (todavía falta una mayor energía en vuestros directos y en los medios tiempos seguís pecando de cierta desidia que desengancha al público). No obstante, hay que reconocer que la banda ha progresado adecuadamente.




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