viernes, 21 de octubre de 2011
DESCONCIERTOS (THE STEEPWATER BAND)
Concierto celebrado ayer en El Sol (Madrid). Público: 120 personas aproximadamente.
Antes de centrarme en el aspecto meramente musical del conciertazo que ayer dio The Steepwater Band, me gustaría resaltar una preocupante realidad: el rock cada vez tiene menos tirón en nuestro país. Sin remontarme mucho más lejos, hace dos o tres años tan sólo, bandas del calibre de los de Chicago solían arrasar cuando giraban por España. De hecho en su última visita a esta misma sala allá por el 2009, el trío provocó un llenazo y apneas veinticuatro meses después y pese a presentar disco nuevo -“el acojonante “Clava”- no han sido capaces ni de llegar a la media entrada. Esta reflexión en voz alta, no es más que una forma de compartir con vosotros la profunda tristeza y desolación que me provoca que el género (con todas sus variantes) que más ha hecho por la música en el último siglo, esté viviendo un momento tan aciago. Mientras tanto, lo petan “artistazos” del calibre de La oreja de Van Gogh, Juan Magán o Don Omar, que por si no lo sabíais están dentro del Top 10 de la lista de Los Cuarenta Principales de esta misma semana. Así están las cosas… Inexplicablemente. Y como no quiero encabronarme más, voy directamente ya a hablaros de MÚSICA de la de verdad, como la que nos regalaron ayer en dos horas mágicas de concierto, los americanos The Steepwater Band.
Vaya por adelantado: la excelencia mostrada por Massey, Winters y Bowers en el pasado, hacía muy difícil imaginar que en el futuro pudiesen alcanzar cotas más altas de las ya logradas en trabajos como “Dharmakaya” (2004), “Revelation Sunday” (2006) o “Grace and Melody” (2008). Pues bien queridos amigos, con este nuevo “Clava” lo han conseguido. The Steepwater Band suena ahora mucho más dura, más poderosa, más enérgica y muchísimo más contundente (y repito, mira que era difícil). Esto es debido en gran parte a que los nuevos temas -las demoledoras “Remember the taker”, “Out on love” y “Vanishing girl”, las áridas “Come on down” y “Love never ends” y esa maravilla que bebe directamente del maestro Neil Young que es “Meet me in the aftermath”-, pese a que siguen sonando a genuino rock americano, tienen ya muy poco de los matices sureños y bluesísticos que caracterizaban sus anteriores entregas. Y es que en “Clava”, los de Chicago han decidido primitivizar un sonido, que ahora se ha tornado más denso, cavernoso, granítico y profundo. Las melodías son ahora por tanto mucho más sólidas y abruptas, dando como resultado un compendio de canciones en las que no hay cabida para las concesiones. Sólo rock en estado puro, duro como la piedra. Canciones en forma de balas disparadas por un cañón sólido como el acero. A lograr esta mayor solidez han ayudado por un lado, la mayor contundencia (caña bruta, pero que muy bruta) con la que toca ahora sus instrumentos la sección rítmica de la banda -Joe Winters la batería y Tod Bowers el bajo- y un más que perceptible cambio en el timbre de voz de un Jeff Massey, que canta ahora de forma mucho más intensa y desgarrada, en la onda de Bryan Adams e incluso del Joe Cocker más visceral. Mención especial merece la mayor presencia de las guitarras del propio Massey en los nuevos temas, adquiriendo todo el protagonismo, gracias a una colección de riffs estratosféricos que me dejaron extenuado. Viéndole tocar, contagiado de los sonidos que él mismo generaba y alcanzado un éxtasis casi místico, me convencí una vez más de que hay pocas cosas más hermosas que contemplar el rostro de un guitarrista, cuando está desparramando su alma a través del cuerpo de su amada guitarra. ¿O acaso no se os viene a la mente (y al alma) el rostro de Hendrix con los ojos cerrados alcanzando la liberación de su espíritu, cada vez que escucháis uno de sus temas? Pura delicia, queridos lectores. Como pura delicia fue la guinda que nos regalaron en un bis emocionante en el que rindieron tributo a uno de sus grandes referentes, Neil Young, haciendo una soberbia versión de la maravillosa “Like a hurricane”. Colofón a una actuación impresionante, en la que los nostálgicos vimos reforzada nuestra idea de que es imposible que algo tan hermoso como el rock, pueda llegar a desaparecer jamás.
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