sábado, 15 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (THE UGLY BEATS)



Concierto celebrado el pasado Viernes 30 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: más de ½ entrada.

Cuando escucháis o leéis (como es el caso) que para referirse a algo o a alguien, se usan los adjetivos feo y sucio, por lo general tenderéis a pensar que ambas palabras tienen connotaciones negativas. De hecho vivimos en un mundo en el que la sociedad es adoctrinada, empujada y guiada a alcanzar esos ideales impuestos que rigen nuestro día a día: belleza, delgadez, juventud eterna, tetas gordas, rabos largos, bronceados perennes, dientes tan blancos que hasta brillan en la oscuridad, manicuras a lo peli porno decorando las típicas “manos pajeras”, ingles, huchas y sobaqueras depiladas…; porque evidentemente para conseguirlos hay que consumir mucho de muchas cosas: cremas, depilaciones, leches corporales (de las que vienen en bote, ojo), dietas, barritas energéticas, alimentos con fibra (que suelen ser los más caros), yogures caganderos, ropa de marca, peluquería, manicura, productos de higiene dental, operaciones de cirugía, implantes, rayos uva… Todo para no salirnos de los márgenes y modelos impuestos por las grandes empresas, difundidos en forma de machaconas campañas publicitarias a través de las más importantes empresas de comunicación del mundo. Por eso cuando montáis en el metro o en el autobús o cuando vais paseando por la calle veis montones de clones de uno de esos referentes actuales: Cristiano Ronaldo (chavales peinados con su crestita perfectamente fijada con altas dosis de gomina, pendientes imitando a brillantes, ropa “casual”, bronceado, brillo aceitoso en la cara y tableta de a doscientas abdominales por día) y montones de clones de esos otros modelos a seguir: la fauna femenina que abunda en realities y programas del corazón (princesas de barrio de cabelleras oxigenadas; pearcings de oro en labios, cejas y lengua; aros de tamaño estratosférico también de oro en las orejas; wonderbras realzando pechugas que pugnan por escapar de esa talla menos aunque sea por la espalda; taconazos y plataformas que provocan esos andares tan “femeninos” como de pingüino borracho cojo, que acaban siempre a altas horas de la noche en bolsas y mochilas, siendo sustituidos por zapatillas cómodas por unas usuarias que terminan con más rozaduras que el chumino de una puta de Montera el fin de semana; ropa ajustadísima y complementos -cinturones, bolsos, colgantes…- lo más grandes y brillantes posibles y con la marca bien visible para que todos podamos apreciar lo buenas que son las imitaciones del mercadillo). Pero hay muchos más cánones de nuestro siglo: el moderno gafapastas, la latina exuberante a lo Jennifer López (aunque una dominicana o colombiana pese noventa kilos llevará puestos unos pantalones ajustados y una blusa o camiseta marcalorzas y resaltaglobos), la modernata con gafas enormes y faldas y blusas heredadas de su bisabuela, los patagambas enfundados en pantalones pitillo y abrigados por chaquetas a lo grupo británico de moda (The Strokes´ style) y un sinfín más. Todos buscando con mayor o menor acierto alcanzar los pilares que marcan nuestra sociedad: ser guapos, ser delgados, tener éxito y tener reconocimiento social. Todos tan alejados de los cánones de varios de los géneros musicales -rock, garage, punk- donde menos importancia se ha dado precisamente a conceptos como el de la belleza, la perfección formal, el culto al cuerpo o a seguir los cánones de la moda imperante. Con respecto a estos conceptos ya había escrito yo en el pasado la siguiente reflexión: “los más grandes de la música han sido y son feos: Janis, Jagger, Bowie y Mercury y sus respectivos dientacos, Townsend y su narizota, Malcolm y Angus, Iggy, Rod Steward y tantos y tantos otros. Digamos que tienen un sex-appeal acojonante, que muchos poseen un carisma que puede llegar a provocar pasiones, pero guapos lo que se dice guapos no son. Y los que sí lo han sido como Morrison y Kobain parecieron intentar de todas las maneras posibles afearse para no ser la excepción que confirmase la regla: el primero convirtiéndose en un barbudo hombre lobo y el segundo dejando que los chorretes de mierda aliñasen su pelo, vistiendo ropas holgadas y desaliñándose hasta decir basta. Lo que pasa es que los genios son capaces de seducirnos pese a no poseer esa belleza clásica tan buscada a lo largo de los siglos. Y por eso un sólo golpe de cadera de Iggy, una sonrisa bravucona de Rod o una pose diabólica de Jagger son más seductoras y atrayentes que la peonza Bisbal dando doscientos giros seguidos de 360º mientras sus ricitos cortan el viento”. En la actualidad lo feo y lo sucio cada vez está menos de moda. Quizás por eso el rock no vive un buen momento y cada vez es menos mayoritario. Pero quizás también por eso, las miles de bandas sucias y feas que todavía siguen poblando cada rincón del planeta, nos parezcan a los “outsiders” que seguimos queriendo escapar de la mierda imperante alienante, mucho más auténticas y meritorias que hace unas décadas y las disfrutamos con más pasión que antaño. Los tejanos The ugly beats son una de esas grandes bandas. Un grupo que hace honor a su nombre y golpea con pasión y pulsión casi salvajes y que por supuesto está compuesto por cuatro tipos feos y una dama encantadoramente fea también, tanto que se torna irresistible en las distancias cortas cuando te sonríe y te susurra con su acento 100 % americano “¿cómo estaus guapou?”. Hacedores y valedores de un sonido sucio, abigarrado, infernal, pegajoso, abrasivo, exento de pureza, de belleza formal, de supuestas perfecciones de esas que en realidad suenan siempre a lo mismo y están faltas de vida, sudoroso y sexual. O lo que es lo mismo: de un sonido humano, atrayente, adictivo y real como la mierda que impera en nuestro mundo. Un sonido que huye de lo convencional y de las modas. Que huele a habitación revuelta tras una noche de sexo salvaje, que sabe a braga empapada y que suena al “Go ahead, make my day” de Harry el Sucio. Un deleite para todos aquellos que sabemos que lo realmente sublime es la imperfección; que tras tintes, operaciones, maquillajes, postizos, ensaladas y anabolizantes se esconden seres humanos que sufren como el resto de mortales, que viven con nuestros mismos miedos y temores y que en el fondo están deseando cometer los mismos pecados que nosotros. Y es que por mucho que quieran vendernos que tenemos que ser ovejitas guapas y lustrosas que se acomoden a la desastrosa situación económica y política actual sin decir ni mu (mejor dicho, sin decir ni beeeeeee) a ritmo de bulería, bulería; lo cierto es que ese lobo que llevamos dentro y que sólo algunos dejamos salir de vez en cuando (éste es el problema principal) nos hace que acabemos identificándonos con esos “malos” que acaban haciendo lo incorrectamente correcto para ellos, como ese jodido cabrón que es Santos Trinidad, soberbiamente interpretado por José Coronado en “No habrá paz para los malvados” y que tengamos deseos de desatar nuestras pasiones más pecaminosas: sudar, bailar, follar y emborracharnos con bandas sonoras auténticas y pasionales de fondo, como lo son las canciones de estos The Ugly Beats.
Los americanos surgieron en 2003 de las cenizas de la formación eminentemente surf The Sir Finks y desde entonces han golpeado con fuerza tanto en sus discos: “Bring on the beats!” (2004), “Take a stand” (2007) y “Motor!”(2010) -que es el que han venido a presentar en esta gira española-; como en sus salvajes directos. Si os digo que es un grupo beat con claros aires sixties que además suena garagero, rockero y con trazas de punk, estaréis pensando que se trata de una banda revival que mezcla varios estilos y que tal vez no aporte nada nuevo. Pero ahí es donde os equivocáis, porque The Ugly Beats ha conseguido aplicar con éxito la siguiente fórmula a sus composiciones: hacer impredecible lo predecible. Algo que consiguen al mezclar géneros e influencias de manera eficaz y sorpresiva, plagando las melodías de matices que provocan que el oyente nunca pueda predecir que va a ser lo siguiente que va a encontrarse. Así una canción puede empezar con un ritmo sesentero para luego derivar en una melodía de rock vigoroso con la inclusión de unas potentes guitarras, pasar a tener una base rítmica totalmente punk y terminar en éxtasis psicodélico. Todo ello por supuesto supeditado a la búsqueda de un sonido eminentemente sucio, salvaje y primitivo en la onda de las mejores bandas de tradición garagera. Todo ello formando un batiburrillo esplendoroso en el que las potentes bases rítmicas y la actitud del quinteto en escena son eminentemente punks, las guitarras indómitas y afiladas son fundamentalmente rockeras, el sonido pegajoso es principalmente garagero y las melodías, matices y el órgano tocado por Jeanine son claramente sixties y beben directamente del sonido mod de grandes bandas como The Who. En el plano vocal, hay que destacar la aportación de todos los miembros de la banda en momentos puntuales haciendo unos coros y acompañamientos sobresalientes, pero por encima de todos el que lleva la voz cantante es el también guitarrista Joe Emery, que en los temas más vigorosos recuerda y mucho a Billie Joe Armstrong de Green Day (“Girl on the brain”) y en los más psicodélicos al gran Sam Andrew de Big Brother and The Holding Company -sí, la banda en la que despuntó Janis Joplin- (“KO´D” y sobre todo en la maravillosa versión que hacen del “Filthy Rich” de los acojonantes garageros holandeses de los sesenta The Outsiders). Todo ello al servicio de un directo visceral y salvaje en el que cayeron temas antiguos y nuevos -trallazos todos de poco más de tres minutos- formando un repertorio impoluto en el que se me hace muy difícil destacar unas canciones por encima del resto. Deciros que fundamentalmente desgranaron su último largo: el ya mencionado “Motor!” y que uno de los momentos más emocionantes para mí fue cuando versionaron “I´ll make you happy” de The Easybeats, canción que me hizo recordar a mis añorados Fortune Tellers que también solían interpretarla en sus directos de forma soberbia. Ya que acabo de hacer referencia a una banda patria, sería injusto no mencionar que en muchos momentos por actitud, sonido y vigorosidad también me recordaron a esos otros bestias sobre el escenario que son Doctor Explosión. Vamos, que nos ofrecieron un conciertazo de esos que se te quedan marcados a fuego en las tripas y que sirvió para corroborar el buen ojo que tiene Greg Kostelich de The Cynics que es quien ha publicado todos sus discos en su sello Get Hip Records. Una gozada que concluyó con un servidor departiendo amigablemente con unos músicos que se volcaron con el público que acudió a verles mostrándose amables, cercanos, simpáticos y agradecidísimos. Y es que queridos lectores, estos feos son muy pero que muy guapos.
Por cierto, perdón por la chapa de hoy, pero es que los caminos de la fiebre son inescrutables. 


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