jueves, 17 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (HYPERPOTAMUS Y ANTONIO PRADEL RICO)



Concierto celebrado el pasado Lunes 31 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: casi lleno.

No sé a quién se le ocurrió la brillante idea de elegir como telonero de Hyperpotamus, creador de una música muy experimental y casi futurista, a un tocaor de guitarra española como Antonio Pradel Rico, purista, clásico y de corte añejo. Es como si en un concierto de Iron Maiden pones de teloneros a Papá Topo: no pega ni con cola, por ser totalmente antitéticos en estilo, propuesta y concepción musical. Esto a la postre provocó que la mayoría del público que casi llenaba la sala cuando Antonio salió a escena con su porte adusto y su guitarra en la mano, se preguntasen quién cojones era ese tipo. Cuando empezó a ejecutar un repertorio de clásicos, eminentemente flamencos, el respetable que había venido a ver a un tipo que realiza una música diametralmente opuesta, cimentada en la vitalidad experimental y en la explosión de energía, comenzó a impacientarse y al final ocurrió lo peor que podía pasar: que más de la mitad de la gente que pululaba por la sala, pasó olímpicamente del guitarrista, comenzó a chismorrear primero, para seguir con un parloteo en “in crescendo” que finalmente derivó en gritos, berridos, risotadas y conversaciones a viva voz. El chaparrón por tanto, que tuvo que aguantar el bueno de Antonio fue de órdago, demostrando una paciencia superlativa y sobre todo, un enorme saber estar. Porque aguantar concentrado la media hora que duró su recital sin perder los papeles, sin increpar al irrespetuosísimo público por su falta de educación, sin finiquitar de buenas a primeras su actuación; en definitiva, sabiendo contener su enfado sin decir ni mu, tuvo un gran mérito. Pese a todo, el no tocar ante un público que sí haya ido a verte actuar a ti y que por tanto se muestre interesado en escucharte y respetuoso hacia tu persona, guardando el debido silencio tan necesario para una música como la que él desarrolla, y en un espacio más adecuado -íntimo- para un recital de guitarra, le pasó factura a Pradel Rico. Esto hizo que cometiese algunos fallos en la ejecución, que estuviese algo desconcentrado, que le faltase agilidad a sus dedos y fuerza a sus pulsiones. Pero estoy totalmente convencido de que la mayoría de estas deficiencias fueron provocadas por el entorno hostil ante el que le tocó lidiar. Por eso me parecería injusto valorar las dotes de este guitarrista en directo basándonos sólo en esta actuación. Bastante entereza y aplomo demostró al concluir más que dignamente su repertorio, cuando en realidad en su fuero interno seguro que lo que más deseaba era liarse a guitarrazos con más de uno, de dos y de ciento. Ciento y la madre, que sinceramente, aunque se encontrasen con un telonero que ni les iba ni les venía, podían haber optado en vez de por ponerse a berrear, por, o bien guardar respeto la mísera media hora que duró su actuación, o bien por pirarse esa mísera media hora a la calle a echar un cigarro o a tomarse una caña en el bar de al lado, hasta que llegase el turno de Hyperpotamus. Que digo yo que tampoco les hubiese costado tanto y así no hubiésemos tenido que vivir un momento tan lamentable. E igual que digo esto, también digo que hubo más de cien personas en la sala que sí respetaron a Antonio, guardaron silencio e increparon a los que no estaban por la labor. Para ellos, mi más sincera felicitación.
Y vayamos ya con el hombre orquesta. Hyperpotamus antes de salir al escenario ya ganaba el partido con un marcador abultado. Porque lograr que en una semana de puente casi se llenase la sala para verle y sobre todo, conseguir que el público estuviese tan expectante, excitado y entregado de antemano para disfrutar de su concierto, es algo que en los tiempos que corren -malos económicamente y con una amplísima y sugestiva oferta cultural donde elegir- no es nada fácil de ver. Vaya pues por adelantado: este artista ha conseguido aglutinar el favor de crítica y público, gracias sobre todo a su innegable talento. Un talento al que además hay que sumar su innato carisma, su energía arrolladora y por supuesto, la originalidad de su propuesta. Talento para conseguir él solo (con su chorro de voz, su gran sentido del ritmo y su extraordinaria capacidad para elaborar complejas melodías adictivas y casi lisérgicas) sonar como una banda al completo. Carisma para llenar el escenario con su sola presencia y conseguir captar de forma apabullante la atención del respetable gracias a sus peculiares bailes y su gran capacidad gestual e interpretativa. Energía arrolladora que es el resultado de su entrega total y absoluta sobre las tablas, de su desparrame de actitud. Originalidad por conseguir gracias a unos loopers de pie, varios micros, una batería y los inagotables registros vocales que posee (Hyperpotamus recita, grita, jadea, canta, hace coros, practica el beatboxing…) crear unas melodías excitantes, sugerentes y casi hechizadoras compuestas por complejas texturas y cientos de capas sonoras entrelazadas en una armonía perfecta. Todas estas cualidades son como digo, las que le granjearon el respeto de la crítica tras la escucha de su primer disco, “Largo bailón” y las que le han permitido dar más de doscientos conciertos por todo el mundo en dos años que han sido un auténtico frenesí para este músico total. Conciertos que además han servido para dotarle de una enorme suficiencia sobre el escenario y de un control absoluto del tempo y el ritmo de su espectáculo, adivinando en cada momento lo que su público desea. Hasta aquí, al César lo que es del César: propuesta original e impactante, talento innegable y mucha experiencia conseguida a base de genialidad y trabajo. A partir de aquí, los peros:
- Su nuevo disco, ese “Delta” que presentó esta noche ante su público madrileño -el que le vio nacer y crecer como músico-, no supone una evolución con respecto a su anterior largo. Es un más de lo mismo. Un dar rodeos en círculo en torno a una propuesta que por muy original y atrayente que sea, ya no da más de sí. Ha fenecido, ya no es sorpresiva ni refrescante. E Hyperpotamus no ha sido capaz de darle una nueva vuelta de tuerca, simplemente ha reincidido sobre los mismos registros intentando estirar unas cualidades que al ser las mismas, ya no sorprenden ni estimulan las entrañas como hace unos años.
- Su forma de crear y ejecutar su música tiene limitaciones. Tras la primera media hora de actuación, cuando ya han aparecido en escena todos los conejos escondidos en la chistera, todos los efectos, todos los trucos, todos los artificios y toda la pirotecnia; en definitiva cuando el mago ya se ha desnudado por completo, las primigenias sensaciones generadas de brillantez, de sorpresa y de originalidad se tornan poco a poco en sensaciones de sopor y aburrimiento. Y es que si repites los mismos trucos una vez y otra y después otra, todo se vuelve plano, alienado y lo que es peor hasta rallante. Y eso es precisamente lo que ocurre con el bueno de Hyperpotamus.
Lo que me lleva de momento a esta conclusión: si bien es cierto que este artista ha conseguido crear unas sonoridades originales y personales que tienen un mérito incuestionable, no es menos cierto que da la sensación que ya no van a dar más de sí en el futuro, que no van a evolucionar y que se van a quedar estancadas. Y eso para alguien que ha fraguado su éxito en la originalidad se me antoja un serio problema.


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