domingo, 18 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (THE CHERRY BOPPERS)



Concierto celebrado el pasado Viernes 11 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: cerca de 100 personas.

La banda de Santutxu (Bilbao) es otro ejemplo que constata una de las realidades musicales más evidentes de la Península: Euskadi es con diferencia su mejor y más prolífica cantera de músicos, grupos y solistas. Empiezo esta reseña con esta (mi) opinión (por no decir realidad más que objetiva) porque creo que tiene mucho mérito que de un territorio tan pequeño hayan surgido y sigan surgiendo proyectos musicales como churros, de tan enorme calidad, talento, frescura y originalidad, englobados en todo tipo de géneros y revitalizando todo tipo de sonidos y estilos.  De hecho, sin echar la vista atrás y centrándome únicamente en grupos coetáneos, a vuelapluma me vienen a la mente decenas de nombres tan indispensables como: Barricada (¿se separarán realmente?), We Are Standard, Berri Txarrak, Txarrena, Betagarri, Su Ta Gar, Doctor Deseo, Sociedad Alkoholika, Fermín Muguruza, Ruper Ordorika, Fito y Fitipaldis, Pi.L.T., Atom Rhumba, Señor No… Listado ante el que solo puedo mostrar desde este humilde blog mi más sincera admiración y reconocimiento.
Centrándome ya en The Cherry Boppers en particular, vaya por delante que para mi es una de las mejores bandas de jazz funk, soul y música de raíz negra que hay en nuestro territorio. Esto es así porque poseen una facilidad pasmosa para mezclar estos géneros con otros estilos (base rockera evidente, pinceladas de acid jazz, toques de blues y altas dosis de psicodelia) lo que provoca un abanico de sonoridades que engrandecen sobremanera el resultado final. También porque son una de las bandas que mejor fusionan metales con cuerdas en la actualidad. Y sobre todo, porque tienen una facilidad asombrosa para generar hitazos a cascoporro, de esos que desatan pasiones e inundan de ardor y sudor las pistas de baile.
Este asombroso puzzle de sonidos explosivos, gran dinamismo y ritmo frenético es el resultado de unir seis piezas maestras: el ímpetu de “Ignatius Johnny” al tocar su hammond de forma infernal, la rotundidad de “Txefo K-Billy” y “Rambo The Street King” a la batería y al bajo respectivamente, los desaforados sonidos extraídos por “Willy Calambres Wallace” de su saxo, la contundencia de “Art LaRoque” al trombón y sobre todo, la suficiencia con la que “Xixo Yantani” consigue extraer de su guitarra, riffs abrasivos y punzantes en la onda del lisérgico Santana de los inicios y del estratosférico Charles Pitts (guitarrista del álbum “Shaft” grabado en 1971 por Isaac Hayes), provocando un éxtasis continuo en el oyente.
Éxtasis que en esta ocasión surgió de la mezcla de temas ya clásicos de su todavía no muy extensa, pero acojonante, discografía: la huracanada y trepidante “La pulguita” (“Play it again!”), su single más reconocible y rompepistas “Black Lolita”, su brutal versión del “Watermelon man” de Herbie Hancock, la frenética “Play it again, funk!”…, con el desglose casi completo de las canciones que componen su nuevo disco “Shakin´ The Hood” -que es el que presentaron esta noche al público de la capital-: “Wild imagination”, “Blasphem blaster”, “The harvest” y las impresionantes “Crosstown Traffic” (versión que homenajea al maestro Jimmy Hendrix, que por intensidad, originalidad y frescura, me atrevería a decir que podría sentar las bases de un nuevo género musical: el Psicodelic Rock and Soul) y sobre todo esa bestialidad que es “Hey!”, que a su vez abre una nueva veda en lo que a estilos musicales se refiere y que también me voy a atrever a bautizar como Garage Funk; y que acabó desembocando en una recta final memorable en la que The Cherry Boppers enloquecieron, ofreciéndonos un derilante, enloquecido y anfetamínico cierre de concierto en el que se multiplicaron los saltos, los bailes, los gritos y las situaciones asombrosas como la que protagonizaron LaRoque golpeando de forma magistral las teclas del hammond con su trombón e Ignatius completando la faena, tocando ese mismo hammond del revés.
Actitud, calidad y energía arrolladoras, que me trajeron a la mente a la mejor tradición de bandas gypsys y zíngaras de la Europa del Este, puestas al servicio de uno de los directos más brillantes que se pueden disfrutar a día de hoy en nuestros escenarios. Lujazo, vaya.



viernes, 16 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (JD McPHERSON)



Concierto celebrado el pasado Jueves 10 de Noviembre en El Sol (Madrid). Público: lleno.

El primer disco en solitario de JD McPherson, antes al frente de Starkweather Boys, “Signs & Signifiers”, ha sido considerado por la crítica especializada como uno de los mejores discos de Rock and Roll del año y ha contado además con el beneplácito del público más purista: esos rockers de la Vieja Escuela que en la mayoría de lugares (también en nuestro país) son los que suelen aconsejar con sus opiniones por donde van los tiros, a las nuevas hornadas de amantes del género, a los cachorros de nuevo cuño y al resto de rockers y “advenedizos” (jerarquías mandan) menos exigentes en cuanto a valorar y preponderar el clasicismo de bandas y solistas que escuchan. No es de extrañar por tanto que en esta velada hubiese un predominio casi absoluto de tupés y patillas y no se viese un mayor eclecticismo en el público, más propio de otros artistas centrados en el revival, tipo Kitty, Daisy and Lewis, por poner un ejemplo. Esto por un lado es un claro ejemplo de que la esencia de las canciones que componen “Signs & Signifiers” es de una pureza estilística que evoca a los gloriosos 50´s y a los más grandes maestros del género -Howlin Wolf, Elmore James, Bo Diddley, Chuck Berry…-, y por otro, una muestra más de que por desgracia este tipo de música, pese a poseer como en este caso una calidad aplastante, un sonido exquisito, una elegancia abrumadora y un ritmo estratosférico, apenas llega, es conocida ni valorada, por un público más masivo. Lo que a su vez es motivo de orgullo para un público que sobre todo valora la autenticidad y una identidad propia, única, diferente (y minoritaria) y gusta de guardar en secreto sus joyas; y que por tanto rehuye y huye de modas y estilos más masivos, generales y generalistas; pero en el fondo provoca que haya ciertos sectores de la audiencia, con las orejas potencialmente más abiertas, a las que apenas les lleguen estos sonidos, lo que provocaría que artistas de este calibre alcanzasen  un reconocimiento mucho mayor del que poseen.
No obstante, con actuaciones como la de esta pasada velada, de Rock and Roll con mayúsculas en particular y de Música con mayúsculas en general, me temo que JD y compañía van a incrementar notablemente su nómina de adeptos allá donde vayan, porque poseen una calidad incuestionable que subyuga con una facilidad asombrosa. La fórmula de su éxito es el resultado de una conjunción de talentos abrumadora. Que JD canta con una suficiencia increíble es algo que ya se ha comentado miles de veces, pero a esto hay que añadir algo que no se ha resaltado tanto y es que toca la guitarra -una preciosa Fender Telecaster como no podía ser de otro modo- de forma avasalladora y endemoniada, gracias a una velocidad en sus dedos que hacía mucho que no veía y generando unos sonidos afilados y punzantes de esos que se clavan como puñales en la memoria para no marcharse jamás. Al de Oklahoma además le acompañan el portentoso Jimmy Sutton al contrabajo, que además es el productor del disco y sobre todo en el directo, es el que lleva el peso de los temas con una base rítmica brutal, atronadora y sin fisuras; Alex Hall a la batería, que atesora una clase con las baquetas exquisita y además se ha encargado de las mezclas en “Signs & Signifiers”; y Jonathan Doyle al saxo, que es quien se encarga de elevar el tono general del conjunto con sus enrevesados, coléricos y casi enloquecidos (el espíritu de James Chance sobrevoló la sala personificado en él) solos y sobre todo de aportar un abanico de matices que hacen que el sonido 50´s suene fresco y revitalizador sin perder ni un ápice de su primitiva esencia.
A este talento hay que añadir una enorme actitud y un despliegue de energía encomiable. Prueba de ello es que McPherson comenzó la actuación algo dubitativo debido a unos problemas en su garganta más que evidentes, por lo que pidió disculpas al público varias veces. Lejos de restarle puntos al devenir del concierto, el esfuerzo de JD por superarlos creciéndose ante las adversas cirscunstancias y consiguiéndolo finalmente -su voz se fue calentando hasta eclosionar con una intensidad demoledora en la recta final de la noche-, otorgó a la figura del cantante un plus de brillantez cimentado en su fuerza, garra y pundonor sobre las tablas.
Del repertorio, simplemente decir que fue uno de los mejores compendios de R ´n´ R, swing, boogie y blues que se pueden degustar a día de hoy en el planeta, sobre todo porque el cantante norteamericano consigue transmutarse según el tema interpretado, en algunos de los más grandes maestros del género. Así, con “Scandalous”, tema con el que abrieron la noche, JD evocó al Little Richard más huracanado; con “Dimes for nickels” y “B.G.M.O.S.R.N.R.” a Chuck Berry; con “I can´t complain” a Elmore James; con “Wolf teeth” (ya en los bises, acojonantes por cierto) al homenajeado Howlin Wolf y su negra alma de blues; a Jackie Wilson con “North Side Gal”; y con “Signs & Signifiers” a Bo Diddley. Mención especial merecen las dos versiones incluidas en su álbum de de debut: “Country boy” de Tiny Kennedy y “Your love” de los Bellfuries de Joey Simone, y la también increíble versión que se marcaron del “Carol” de Chuck Berry. Un lujazo para una memorable velada de exquisito sabor añejo.




domingo, 11 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (THE BREW Y ÚLTIMA EXPERIENCIA)



Concierto celebrado el pasado miércoles 9 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: casi lleno.
Para los que huimos de músicas manufacturadas, de playbacks, de falsos productos “musicales” y de “artistas” más preocupados en dar volteretas que de cantar, los géneros como el blues, el punk, el rock o el garage (por poner sólo algunos de los más destacados ejemplos) son tablas salvavidas a las que nos agarramos con uñas y dientes. Porque por regla general las bandas y solistas cuya música se adscribe dentro de cualquiera de ellos, suelen fundamentar su estilo y su sonido en la autenticidad y por tanto dan una importancia superlativa a sus directos, sabedores de que los mayores y mejores devoradores de dichos géneros suelen dictar sentencia (positiva o negativa) dependiendo muy mucho de cómo suenen sus canciones, más que en el estudio, en las distancias cortas de un concierto. Los madrileños Última Experiencia son más que conscientes de este hecho y como buenos amantes que son del rock de los 60´s y 70´s, que a la postre es el género del que bebe su música fundamentalmente, están creciendo como banda de la mejor manera posible: a base de patearse salas y más salas; tocando como cabezas de cartel, como invitados o como teloneros; ante públicos dispares y a veces ajenos (cuando tocas de telonero como ocurrió esta noche, generalmente lo haces ante un público que no viene a verte a ti, y para ganarte su respeto y conseguir su admiración tienes que emplearte al 100 %); adquiriendo tablas y experiencia que a la postre son las que forjan el carácter del individuo y le permiten obtener poco a poco más solvencia, seguridad y empaque; y andando su camino con pasitos cortos, sin prisas, sin perder el norte y construyendo sus sueños e ilusiones desde los cimientos y no desde el tejado. El mejor ejemplo de esta sabia forma de hacer las cosas es el hecho de que en apenas dos años esta sea la cuarta vez que el trío visita El Sol y que no tengan prisa en publicar un primer largo de debut (que no obstante llegará a principios del 2012), dejando primero que crezcan y maduren sus canciones a base de ser ejecutadas una y otra vez en sus conciertos. Y los satisfactorios resultados saltan a la vista. Todavía recuerdo su primer bolo allá por otoño del 2009 en esta mítica sala: los nervios atenazándolos, el tono plomizo y monótono de su actuación, su falta de ritmo, de garra y de alma, y la poca vida de unos temas que todavía sonaban deslavazados e insulsos. Dos años después y con tan sólo un E.P. más publicado desde entonces -el reciente “Tres”-, aquellos primeros temas de su E.P. de debut -“Madrid”- han evolucionado hacia una rotundidad, un empaque y una fuerza que los han convertido (a base de curro y esfuerzo, repito) en soberbios trallazos que engrandecen la mejor tradición del rock clásico, y los nuevos, también trillados hasta la saciedad para buscar la perfección durante estos dos años, antes incluso de ser publicados, suenan ya a algo reconocible y apetecible, a Última Experiencia, o lo que es lo mismo, a rock de guitarras de sonido incisivo y contundente, en los que además aparecen nuevos matices que enriquecen el conjunto como esos aires “blueseros” que hasta la fecha no eran tan característicos del estilo del grupo. Dos años después además, los nervios han dado paso a la seguridad, la monotonía al derroche de energía, la falta de ritmo se ha tornado en ritmo trepidante y la falta de garra en una mejoría de la actitud, en sudor, en saltos, en rabia y en hambre devoradora de escenarios. Y dos años después la técnica se ha pulido: J. Alberto y Carlos han dotado a las bases del trío de una fuerza demoledora en muchos momentos, antes inexistente y Miguel ha crecido como guitarrista (su voz tiene sin embargo todavía mucho margen de mejora) hasta límites insospechados, regalándonos unos punteos, unos solos y unos rítmicos de un virtuosismo incuestionable. A excepción por tanto de esos escasos momentos en que el trío se decanta por el pop melódico -“Janet the planet”, “La rueda gira”- que siempre han sido su talón de Aquiles y que no entiendo por qué siguen incluyendo en su repertorio (los medios tiempos no son lo suyo y nunca lo han sido), el resto fueron de largo los mejores minutos sobre un escenario que yo les haya visto hasta la fecha. De hecho, “La espiral”, “Ha sido un placer”, “Castillos de arena”, “La sensación”, “Lo sentido” y ese “Madrid” que de dejarme un regustillo en primeras escuchas ahora me parece un tema descomunal, sonaron inmensas, dejando bien a las claras que Última Experiencia siguen progresando adecuadamente. Y yo, que les conozco, que les profeso un gran cariño y que les estoy viendo crecer, me alegro no sabéis cuanto.
Que reconozca que Última Experiencia van sumando méritos con el tiempo, que Miguel toca muy bien la guitarra, que J. Alberto va logrando que su bajo suene más compacto, que Carlos ejecute con más vigor y contundencia, que les tenga cariño por su simpatía, que me alegre de su crecimiento y que en definitiva, sean una banda cada vez más correcta; no puede no obstante ocultar una realidad que The Brew se encargaron de constatar sólo unos minutos después de su actuación: del buen hacer a la excelencia hay un gran trecho y dicha excelencia está al alcance de muy pocos privilegiados. No quiero con esto restar méritos al trío madrileño, pero sí dejar bien claro que existe una Primera División Musical, que por su calidad, imagen, talento y actitud está a años luz del grupeto de bandas y solistas que habitualmente vemos tocar en el circuito de salas de la capital. Y los británicos pertenecen a ese grupo de privilegiados. Lo cojonudo del caso es que si analizas detenidamente sus discos y sus directos, te das cuenta de que en el fondo no tienen canciones de esas que se te quedan en la mente y lo que es más importante en el corazón, fácilmente, porque no poseen melodías rápidamente reconocibles ni estribillos pegadizos (a lo AC/DC para que me entendáis). Y sin embargo esto no resta ni un ápice de grandilocuencia al conjunto y no impide que sus directos se te claven en las entrañas como una espada incandescente. Porque el pipiolo Jason Barwick toca la guitarra con una suficiencia abrumadora a sus poco más de veinte años, con una técnica, un desparpajo y una energía que no sólo recuerdan, sino que reviven a los más grandes maestros de las seis cuerdas que ha dado la historia del rock: Page, Clapton, Hendrix, Townshend, Young o el más reciente Bonamassa. Porque ese mismo jovenzuelo posee una imagen demoledora e hipnótica, una actitud avendavalada, un control del ritmo y el tempo del concierto abrumadores y una energía que a su vez reviven a esos grandes monstruos del escenario como el ya citado Angus o el bueno de Pete, regalándonos estampas inmaculadas, imágenes eternas de esas que se adhieren a la retina para no perderse nunca, a cada minuto. Y para rematar posee un vozarrón que no se sabe de donde cojones brota y que te azota como un torbellino en la onda del Vedder de los inicios, que encima te deja la sensación de que cuando dentro de unos años esté más curtido y castigado va a ser ya la hostia en verso.
Porque el otro pipiolo Kurtis Smith revienta su batería con la rabia, la clase y el pundonor de a su vez los más grandes bateristas de la historia, pareciendo sobre todo una reencarnación del gran John Bonhan, como dejó bien claro en un solo de más de diez minutos en el que destrozó las baquetas y acabó tocando a base de puñetazos, logrando esos salvajes efectos que ya firmaba el de los Zeppelín en las míticas “Moby Dick” y “Over the top”.
Y porque el padre de Kurtis -Tim Smith-, lejos de amansar a las bestias; las incita, excita, exprime y jalea, ejecutando unas bases brutalmente feroces con su bajo, agarrado y tocado como una polla enhiesta que parece que pueda reventar en cualquier momento y que le convierten no en el tercero en discordia, sino en la pieza fundamental del motor de esta máquina avasalladora. Tanto es así, que no me duelen prendas al afirmar que para mí ésta ha sido uno de los dos o tres mejores bajistas que ha pasado por El Sol en la última década.
El resultado como no podía ser de otro modo, fueron dos horazas de rock con mayúsculas en el que el trío nos ofreció un compendio inigualable en el que se condensaron todas las virtudes de los más grandes de la historia: Hendrix, The Who, Cream, Led Zeppelín, Pink Floyd… Que se dice, mejor dicho se escribe pronto, pero que en realidad supone un mérito que está al alcance de muy pocos.
El momento álgido, el que nos puso los pelos de punta y nos aceleró la respiración, fue el homenaje que Jason hizo a Jimmy Page, tocando su guitarra con un arco de violín, ejecutando de forma asombrosa, con un sonido impoluto y una técnica inigualable, los primeros acordes de esa obra cumbre del rock que es “Dazed and Confused”, dentro de una actuación sobresaliente en la que sobre todo desgranaron temas de su último disco “The third floor” y revisaron algunas de las canciones más emblemáticos de sus dos primeros largos.
Unas bestias pardas, oígan.


viernes, 9 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (GUADALUPE PLATA Y WALTER DANIELS)



Concierto celebrado el pasado Martes 8 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno.
Hace cuatro meses los andaluces Guadalupe Plata pusieron El Sol patas arriba, en esa ocasión acompañados de los acojonantes Sogorda y Surfea. Cuatro meses después, los de Úbeda junto con el armonicista de Austin Walter Daniels, lo han vuelto a hacer: han vuelto a hacer temblar los cimientos de la sala, han vuelto a dar uno de los conciertos del año en la capital, han vuelto a demostrar que son una de las bandas más revitalizadoras, originales y personales de nuestro país y sobre todo, han vuelto a demostrar que poseen un directo muy difícil de igualar por ningún otro grupo u artista.
Y es que en esta última gira, al tratamiento casi salvaje, enloquecido y psicótico de géneros como el blues de los pantanos, el rock e incluso el rockabilly, de un primitivismo adictivo, al que nos tienen acostumbrados Guadalupe Plata, hay que añadirle además la figura de un Walter Daniels -“The feedback harmonica king”-, que a su vez, es otro revitalizador de géneros como el punk-rock, el blues y el country, gracias a su endiablada forma de tocar la armónica y a su forma de cantar colérica e hiriente, utilizando para ello el micrófono de la propia armónica, lo que crea un efecto que te acuchilla los sentidos hasta hacerlos sangrar de placer y que se complementa como llaga al dedo con los afilados solos de guitarra y con los encorajinados, escuetos y explícitos alaridos de Perico de Dios, con las bases cenagosas del batería Carlos Jimena y con los lamentos extraídos por Paco Luis Martos de su contrabajo casero “made in averno” con accesorios tales como serrucho y barreño para drenar sangre en las matanzas. Multiplicando el cuarteto hasta la excelencia los de ya por sí acojonantes registros que poseen por separado, tanto el trío español como el americano del gaznate profundo (“Siñor David, one more Jim Bean and otra beer”, repetido una docena de veces en un recorrido infernal plagado de eses y múltiples intentonas de abandonar la sala por varias salidas de emergencia, por el “office” y por los baños, que terminaban por conducirle de nuevo a mis dominios, hasta que acabó por fin encontrando la puerta de salida. Excesivo pues en todos los ámbitos, el bueno de Walter). Ofreciéndonos un concierto sin parones ni respiro, de ritmo frenético, impetuoso y brutal y con un sonido brillante. Provocando de nuevo el éxtasis en un público que se entrega a estos animales de escenario desde los primeros acordes y es vapuleado hasta el desmayo, en cada nueva homilía orgiástica musical protagonizada por estos músicos sobre el escenario.
En esta ocasión, con un repertorio acertadísimo en el que se incluyeron salvajes versiones de clásicos como Hound Dog Taylor, temas de Daniels y sobre todo en una recta final incendiaria, buena parte de las canciones que componen el brillante disco debut de los jienenses, que con la aportación del norteamericano se tornaron aún más frenéticas, incisivas y lisérgicas. Que esta gira conjunta haya sido denominada como “Satán”, no es de hecho ninguna fanfarronada, porque nunca antes estribillos como “¿Qué se siente al matar un gatito?” de “El gatito” o “Disparas tú o disparo yo” de “Lorena”, habían sonado tan despiadados. Mención especial merecen también esas “Serpiente negra” y “Satánica” que volvieron a recordarnos a Jonh Spencer y Tito & Tarántula, pero con un plus de distorsión y primitivismo animal, casi enfermizos.
Sin concesiones ni medias tintas, apostando todo al rojo sangre y ganadores como son, volviendo a apostar las ganancias obtenidas al negro abismo.
Guadalupe y Walter, antídoto de almas hastiadas de toda esa bazofia musical que nos rodea, en forma de veneno. ¡Bendito veneno maldito!




miércoles, 7 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (LAGARTIJA NICK)



Concierto celebrado el Sábado 5 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: ½ entrada.
El último disco de Lagartija Nick ha sido definido por Antonio Arias como una mezcla de canciones luminosas (luces) con otras más oscuras (sombras). Escuchando “Zona de conflicto”, publicado a principios de este año que ya toca a su fin, efectivamente queda la sensación de estar ante un exquisito y enérgico tratado musical del claroscuro. Unos meses después, este compendio de claridad y oscuridad, como pudimos comprobar en este sensacional concierto, ha ido evolucionando hacia la negrura. Las canciones luminosas como “Panorama nº 5” o “Mi vida anterior” son ahora casi grises, el trazo amargo, rugoso y convulso del carboncillo (guitarra más hiriente, bajo más cavernoso, voz más rasgada y batacazos más profundos) han acabado por fulminar a los pasteles cremosos y a las pinceladas acuosas primitivas (solos de guitarra más cálidos, voz más suave y bajo y batería menos contundentes) que matizaban el desgarro de unos temas que ahora se han desatado como lo que siempre quisieron ser (el alma de Lagartija Nick a día de hoy, no quiere que los rayos del Sol iluminen su actual estado de emotividad lúgubre y cavernosa). Y las canciones oscuras -“Crimen, sabotaje y creación”, “Vuelo nocturno”- se han vuelto ahora negras, como una tupida telaraña que ya no deja resquicios al perdón ni a la compasión (Lagartija Nick escupen ahora una verdad que no deja lugar a la duda: la resurrección del alma sólo puede ser conseguida a través de la rabia y la lucha). Esto se tradujo en más de dos horas de rock oscuro, enérgico, esotérico, contundente, psicodélico, furioso y distorsionado. En dos horas en las que Lagartiga Nick volvieron a fusionar noise, punk, garage, psicodelia y matices aflamencados, haciendo ese rock personal y único que es el que ha caracterizado los veinte años de una de las carreras más difíciles de definir, etiquetar y catalogar; pero a la vez más auténticas y reconocibles que existen en la música de nuestro país. Porque ahora en formato trío -Antonio, Víctor Lapido y Eric Jiménez-, el sonido y estilo de la banda sigue siendo el de siempre (más árido, convulso, granítico y con más entrañas que nunca, eso sí): rock esotérico, etéreo y espacial; en la onda de ese “Granada´s Sound”/”Sonío Granaíno” que ellos han contribuido a crear y forjar codo con codo con Los Plantetas. De hecho, para mí, ambas bandas siempre han ido cogiditas de la mano. Lagartiga Nick en la parte del camino más a la sombra, más oscura y pedregosa. Los Planetas en la parte del camino en la que más calienta el Sol, más luminosa y asfaltada. Pero siguiendo una misma senda, persiguiendo el mismo destino. Con sobre todo ese paralelismo existente entre Antonio y Jota, ambos portadores de unas voces de esas que parece que no, pero luego sí. Que no crees que se puedan imponer, que no te dan la sensación inicial de poderío ni enjundia, pero que te acaban subyugando con esos dejes tan personales e hipnóticos, ante los que no te quedan más cojones que acabar rindiéndote.
Para rematar el apartado de influencias y/o paralelismos, os comentaré una de esas sensaciones personales que no puedo quitarme de la cabeza: las similitudes que siempre he encontrado entre Smashing Pumpkins y Lagartiga Nick, entre Billy Corgan y Antonio Arias, con su forma personal de concebir el rock como un género que trasciende la simple inmediatez y ellos elevan a través de una sensibilidad poética y un profundo dramatismo, que otorga a sus canciones un plus de emotividad y enjundia que las hace especiales.
Abrieron la velada con “Crimen, sabotaje y creación”, corte de un “Zona de conflicto” que desgranaron casi por completo, alternando con temas antiguos de “Hipnosis”, “Inercia” -increíble “Satélite”-, “El shock de Leia”, “Su” y “Val del Omar” -la enérgica y apoteósica “Yo día y orden”, con un sensacional Víctor Lapido a la guitarra-.
Mención especial merecen “20 versiones” (“El shock de Leia) y “Úsame” (“Su”) que fueron un vendaval y se convirtieron en dos de los mejores momentos de este sublime concierto de más de dos horas.
En la primera tanda de bises Antonio homenajeó una vez más al maestro Morente con “Vuelo nocturno” y en la segunda tanda se desataron con las lisérgicas, abrasivas y apabullantes “La curva de las cosas”, “Sólo amnesia” y “Esa extraña inercia (anfetamina)”, colofón a una velada en la que Lagartija Nick volvieron a demostrar que son una de las mejores bandas que ha dado el rock patrio en las últimas dos décadas. Genios, figuras y punto.


sábado, 3 de diciembre de 2011

DESCONCIERTOS (AMPARO SÁNCHEZ)



Concierto celebrado el pasado Viernes 4 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 130 personas aproximadamente.

“Amparanoia” siempre formará parte de la vida de Amparo Sánchez. Ha sido el proyecto más largo de su carrera musical, con el que se dio a conocer de forma masiva, con el que ha cosechado éxitos, reconocimientos y halagos. Once años de alegrías, de trabajo bien hecho y sobre todo de “buen rollito”, vital, festivo y cautivador. Siete discos, decenas de buenas canciones y más de un millar de conciertos, siempre sinónimo de éxito y lo que es más importante, de felicidad generada y compartida con un público que siempre la ha respetado y querido.
Es por tanto imposible no encontrar altas dosis de esas experiencias vividas, de esos once años de esfuerzo y trabajo, de esa vida hecha música, en esta nueva etapa en solitario de Amparo Sánchez. Pero la evolución es evidente. Una evolución que tiene su punto de partida en un concierto de “Amparanoia” en Montreal, en Julio de 2006, cuando la cantante no tiene más remedio que adaptar su repertorio a un formato acústico e intimista, al haber perdido la mayoría de los músicos de la banda el avión que les trasladaba a Canadá. Las emociones generadas y el éxito de esta actuación, removieron algo en el interior de Amparo, que ha ido creciendo hasta el parto de este su primer disco en solitario: “Tucson-Habana”, que no es más que un paso adelante en su propio devenir vital y musical, en el que demuestra que la máxima de su carrera sigue siendo el hacer lo que le de la gana, sin intentar vivir de réditos pasados ni amoldarse a modas, con la solvencia de los que no tienen miedo al riesgo y saben de lo que son capaces. Así empezaron a forjarse en su cabeza y en su corazón unos temas que comenzaron a grabarse en 2007 en Tucson bajo el amparo de John Convertino y Joey Burns (Calexico) y con el apoyo de sus inseparables Jordi Mestres y Kaki Arkarazo. En 2009 se cerró el círculo al volver a coincidir en Cuba, Amparo con John y Joey, con quienes acabó de grabar los temas que hoy podemos disfrutar en su álbum de debut.
En Tucson, no lo olvidemos, con el desierto de Arizona presidiéndolo todo, Amparo contagiada de su aridez sublime, crea unas canciones -“Aquí estoy”, “Hoy”, “Corazón de realidad” (compuesta junto con Burns)- lacónicas, bucólicas y profundas como la inmensidad del desierto, con aires fronterizos, íntimas y de letras con una insondable carga poética, que suponen un primer paso hacia una desnudez que curiosamente le ha otorgado un empaque a su música, jamás logrado antes por la artista.
En La Habana, se mantuvieron la hermosa carga poética y el tono íntimo, pero la aridez y los paisajes bucólicos y profundos, inabarcables y eternos,  fueron sustituidos por una calidez más luminosa y por un costumbrismo más cercano, más asequible, menos existencial y más humano en definitiva. Los vientos cobraron fuerza y la desgarrada voz de Amparo se tornó más suave. El viento del desierto se volvió brisa marina en “Turista accidental”, “Apagón en La Habana” y sobre todo en la maravillosa “La gata bajo la lluvia” cantada en el disco a dúo con Omara Portuondo, todas ella fluyendo no obstante también, de forma pausada y exquisita.
Dos años después, estos mismos temas han seguido creciendo, conviviendo unos con otros, haciéndose finalmente adultos. Ahora las fronteras entre Tucson y La Habana ya son menos evidentes y se han ido resquebrajando, al fusionarse y mezclarse los estilos y matices como no podía ser de otro modo, gracias al talento que Amparo siempre ha tenido para generar una música global y universal. Por eso, a estas alturas de la película, los directos de la artista son una deliciosa fusión de ritmos caribeños con aires fronterizos, que provocan la sensación en el espectador de transitar por un malecón formado por arenas del desierto. Un malecón de arena rugosa en el que de repente cae una fina lluvia en forma de toques reggae o se forma un torbellino salsero de percusión trepidante que termina languideciendo con una suave brisa en forma de canción casi melódica, con predominancia de unos teclados elegantes y aterciopelados. Todo ello, gracias a una banda impresionante en la que destacan los cubanos (padre e hija) José Alberto Varona a la trompeta (bestia parda) y Cari Rosi Varona al contrabajo (bella parda), Kaki Arkarazo a la guitarra y Alan Pérez en la percusión, que funcionan como un solo corazón que palpita de forma cadenciosa pero enérgica, arremolinando a su vez cientos de hermosos sentimientos en los corazones de los oyentes. Y por supuesto, gracias a una Amparo Sánchez que canta ahora mejor que nunca (y mira que siempre ha cantado bien) otorgando un plus de dramatismo a sus interpretaciones, que llamadme frikie, pero a mí me evoca a esa voz, creo que no lo suficientemente valorada en nuestro país, que era la de Mari Trini.
A destacar dentro del gran tono general de este concierto, el momentazo que vivimos con esa joya que es “Quisiera, pero” y como no, cuando desnudó la ya mítica “Somos viento” (de lo poco de Amparanoia que revisó) que sirvió para reivindicar por parte de Amparo su apoyo al movimiento del 15 M.
Se podría decir que Amparo salió victoriosa, pero como no creo que a ella le guste que en el mundo haya vencedores ni vencidos, solamente le daré desde aquí las gracias, por haberme hecho disfrutar de una gran velada plagada de buena música y sobre todo de buenos sentimientos.



jueves, 24 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (LOS CUANTOS Y SOUTHERN ARTS SOCIETY)


Concierto celebrado el pasado Jueves 3 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 75 personas aproximadamente.

La banda afincada en Sevilla, liderada por el londinense Andy Jarman, Southern Arts Society, se acercó a la capital para presentar los temas de su tercer disco: “Another life”. La de Jarman es una vida dedicada a la música. Sus orígenes hay que buscarlos en su país natal cuando formó parte de A Popular History of Signs. En la década de los 90´s se trasladó a España, en concreto a la ciudad hispalense, y allí siguió rindiendo pleitesía a su máxima pasión, creando la discográfica independiente Colectivo Karma y las bandas Strange Fruit y Aquaplane. Desde mediados de la década pasada, comenzó a fraguar los cimientos de este su último proyecto hasta la fecha. Un proyecto que en su homónimo álbum de debut fue prácticamente un trabajo casi personal, en el que todavía no se sentían ni percibían apenas las aportaciones del resto de componentes de la banda. Con su segundo disco, el más que recomendable “Burning Sand”, “SAS” ya comenzó a funcionar como un grupo en el que se repartían más equitativamente los méritos, algo que ya es del todo patente en este último largo que hoy presentaban. Porque aunque es más que evidente que el peso de la banda lo sigue llevando el elegante Andrew, buscador empedernido de la melodía perfecta, ahora en las nuevas canciones se multiplican los matices gracias sobre todo a la labor de los guitarristas Israel Diezma y Javi Mora. La parte más pop del sonido de SAS, la aporta Jarman con su voz cálida y susurrante y con unas composiciones en las que prima la melodía sobre cualquier otro aspecto. Unas melodías oscuras y conmovedoras que me recordaron a los últimos trabajos del maestro Peter Murphy. La parte más rockera -dramática y vibrante- la aportan Diezma y Mora con sus riffs de guitarra etéreos, zigzagueantes, enérgicos… infinitos, que en muchos momentos me recordaron a su vez, a esa forma de tocar tan lacónicamente hermosa, de ese otro maestro que es Chris Rea. Porque a excepción de algún tema como la más colorista “Andalusian Morning”, en el nuevo disco de SAS priman las atmósferas bucólicas, melancólicas y profundas, en lo que supone un alegato que parece querer enseñarnos lo hermosa que puede llegar a ser la tristeza cuando se define de forma tan exquisita como en “Drink”, “Town to Town” y sobre todo en esa maravilla que es “The Cazador”. Una maravilla, que quedó patente en esta emotiva, conmovedora y brillante actuación.
Si a uno de los pilares fundamentales -Kim Warsén- de a su vez uno de mis grupos patrios favoritos -Ginferno-, le sumas además el talento de otro tipo igual de arriesgado, desgarrador y profundo como es Javier Colis, y encima lo aliñas todo con la participación de Julen Palacios, Adrián Ceballos y Gloria March, provenientes todos ellos de proyectos tan atrayentes como Vamos a morir, Mil dolores pequeños, Rip KC y Familia Atávica entre otros; el resultado obtenido como no podía ser de otra forma, es el de una banda que suena a vendaval y te arrolla como una apisonadora. Para poneros en antecedentes, no estaría mal que conocieseis los proyectos paralelos de Warsén y Colis, donde ya desarrollan gran parte de las características sonoras que a su vez definen a Los Cuantos. Si tenéis a bien hacerlo, aquí os dejo dos enlaces con las crónicas que un servidor escribió con motivo de las últimas visitas a El Sol de Ginferno y Javier Colis y Las Malas Lenguas respectivamente.



En esta ocasión y pese a toda una serie de contrariedades (problemillas con un “ampli” y con los monitores que provocaron varios acoples y la sensación de que sobre todo Kim no se acabó de sentir del todo a gusto en escena) que me da a mí en la nariz que a su vez hicieron que Los Cuantos finiquitasen su actuación por la vía rápida (tan sólo duró cuarenta minutos pelaos), juntos y revueltos, generaron una descarga sonora de nuevo extenuante, abrumadora y excitante, que es la que se recoge en su álbum de debut "Love Love Love". ¿Cómo definir los ingredientes de este cocktail explosivo? Medio litro de Jon Spencer Blues Explosion, un buen chorrazo de The Doors, cien gramos de Faith No More, unas gotitas de The Cramps, unos toques de Grinderman y de Nick Cave, se agita la coctelera con cojones, mejor dicho, se distorsiona con muchos cojones, y finalmente se aromatiza con oscura esencia a lo Joy Division y voilá, obtienes un exquisito elixir profundo y con mucho cuerpo, gracias sobre todo a la hipermasculina voz de Kim, que irremediablemente recuerda a la del gran Andrew Eldritch de The Sisters of Mercy (que por cierto tocan este domingo en Madrid), que rompe en el paladar (o mejor dicho en los oídos) con la fuerza de un tornado por su enorme carga de rock oscuro, salvaje y rabioso, y que te acaba de dejar un regusto eterno por sus matices casi esotéricos y lisérgicos. En definitiva: una hermosa brutalidad, una delicada animalada, una sutil salvajada. De hecho lo reconozco, es acordarme de esta actuación y vuelvo a mojarme. Para mí, imprescindibles.



jueves, 17 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (HYPERPOTAMUS Y ANTONIO PRADEL RICO)



Concierto celebrado el pasado Lunes 31 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: casi lleno.

No sé a quién se le ocurrió la brillante idea de elegir como telonero de Hyperpotamus, creador de una música muy experimental y casi futurista, a un tocaor de guitarra española como Antonio Pradel Rico, purista, clásico y de corte añejo. Es como si en un concierto de Iron Maiden pones de teloneros a Papá Topo: no pega ni con cola, por ser totalmente antitéticos en estilo, propuesta y concepción musical. Esto a la postre provocó que la mayoría del público que casi llenaba la sala cuando Antonio salió a escena con su porte adusto y su guitarra en la mano, se preguntasen quién cojones era ese tipo. Cuando empezó a ejecutar un repertorio de clásicos, eminentemente flamencos, el respetable que había venido a ver a un tipo que realiza una música diametralmente opuesta, cimentada en la vitalidad experimental y en la explosión de energía, comenzó a impacientarse y al final ocurrió lo peor que podía pasar: que más de la mitad de la gente que pululaba por la sala, pasó olímpicamente del guitarrista, comenzó a chismorrear primero, para seguir con un parloteo en “in crescendo” que finalmente derivó en gritos, berridos, risotadas y conversaciones a viva voz. El chaparrón por tanto, que tuvo que aguantar el bueno de Antonio fue de órdago, demostrando una paciencia superlativa y sobre todo, un enorme saber estar. Porque aguantar concentrado la media hora que duró su recital sin perder los papeles, sin increpar al irrespetuosísimo público por su falta de educación, sin finiquitar de buenas a primeras su actuación; en definitiva, sabiendo contener su enfado sin decir ni mu, tuvo un gran mérito. Pese a todo, el no tocar ante un público que sí haya ido a verte actuar a ti y que por tanto se muestre interesado en escucharte y respetuoso hacia tu persona, guardando el debido silencio tan necesario para una música como la que él desarrolla, y en un espacio más adecuado -íntimo- para un recital de guitarra, le pasó factura a Pradel Rico. Esto hizo que cometiese algunos fallos en la ejecución, que estuviese algo desconcentrado, que le faltase agilidad a sus dedos y fuerza a sus pulsiones. Pero estoy totalmente convencido de que la mayoría de estas deficiencias fueron provocadas por el entorno hostil ante el que le tocó lidiar. Por eso me parecería injusto valorar las dotes de este guitarrista en directo basándonos sólo en esta actuación. Bastante entereza y aplomo demostró al concluir más que dignamente su repertorio, cuando en realidad en su fuero interno seguro que lo que más deseaba era liarse a guitarrazos con más de uno, de dos y de ciento. Ciento y la madre, que sinceramente, aunque se encontrasen con un telonero que ni les iba ni les venía, podían haber optado en vez de por ponerse a berrear, por, o bien guardar respeto la mísera media hora que duró su actuación, o bien por pirarse esa mísera media hora a la calle a echar un cigarro o a tomarse una caña en el bar de al lado, hasta que llegase el turno de Hyperpotamus. Que digo yo que tampoco les hubiese costado tanto y así no hubiésemos tenido que vivir un momento tan lamentable. E igual que digo esto, también digo que hubo más de cien personas en la sala que sí respetaron a Antonio, guardaron silencio e increparon a los que no estaban por la labor. Para ellos, mi más sincera felicitación.
Y vayamos ya con el hombre orquesta. Hyperpotamus antes de salir al escenario ya ganaba el partido con un marcador abultado. Porque lograr que en una semana de puente casi se llenase la sala para verle y sobre todo, conseguir que el público estuviese tan expectante, excitado y entregado de antemano para disfrutar de su concierto, es algo que en los tiempos que corren -malos económicamente y con una amplísima y sugestiva oferta cultural donde elegir- no es nada fácil de ver. Vaya pues por adelantado: este artista ha conseguido aglutinar el favor de crítica y público, gracias sobre todo a su innegable talento. Un talento al que además hay que sumar su innato carisma, su energía arrolladora y por supuesto, la originalidad de su propuesta. Talento para conseguir él solo (con su chorro de voz, su gran sentido del ritmo y su extraordinaria capacidad para elaborar complejas melodías adictivas y casi lisérgicas) sonar como una banda al completo. Carisma para llenar el escenario con su sola presencia y conseguir captar de forma apabullante la atención del respetable gracias a sus peculiares bailes y su gran capacidad gestual e interpretativa. Energía arrolladora que es el resultado de su entrega total y absoluta sobre las tablas, de su desparrame de actitud. Originalidad por conseguir gracias a unos loopers de pie, varios micros, una batería y los inagotables registros vocales que posee (Hyperpotamus recita, grita, jadea, canta, hace coros, practica el beatboxing…) crear unas melodías excitantes, sugerentes y casi hechizadoras compuestas por complejas texturas y cientos de capas sonoras entrelazadas en una armonía perfecta. Todas estas cualidades son como digo, las que le granjearon el respeto de la crítica tras la escucha de su primer disco, “Largo bailón” y las que le han permitido dar más de doscientos conciertos por todo el mundo en dos años que han sido un auténtico frenesí para este músico total. Conciertos que además han servido para dotarle de una enorme suficiencia sobre el escenario y de un control absoluto del tempo y el ritmo de su espectáculo, adivinando en cada momento lo que su público desea. Hasta aquí, al César lo que es del César: propuesta original e impactante, talento innegable y mucha experiencia conseguida a base de genialidad y trabajo. A partir de aquí, los peros:
- Su nuevo disco, ese “Delta” que presentó esta noche ante su público madrileño -el que le vio nacer y crecer como músico-, no supone una evolución con respecto a su anterior largo. Es un más de lo mismo. Un dar rodeos en círculo en torno a una propuesta que por muy original y atrayente que sea, ya no da más de sí. Ha fenecido, ya no es sorpresiva ni refrescante. E Hyperpotamus no ha sido capaz de darle una nueva vuelta de tuerca, simplemente ha reincidido sobre los mismos registros intentando estirar unas cualidades que al ser las mismas, ya no sorprenden ni estimulan las entrañas como hace unos años.
- Su forma de crear y ejecutar su música tiene limitaciones. Tras la primera media hora de actuación, cuando ya han aparecido en escena todos los conejos escondidos en la chistera, todos los efectos, todos los trucos, todos los artificios y toda la pirotecnia; en definitiva cuando el mago ya se ha desnudado por completo, las primigenias sensaciones generadas de brillantez, de sorpresa y de originalidad se tornan poco a poco en sensaciones de sopor y aburrimiento. Y es que si repites los mismos trucos una vez y otra y después otra, todo se vuelve plano, alienado y lo que es peor hasta rallante. Y eso es precisamente lo que ocurre con el bueno de Hyperpotamus.
Lo que me lleva de momento a esta conclusión: si bien es cierto que este artista ha conseguido crear unas sonoridades originales y personales que tienen un mérito incuestionable, no es menos cierto que da la sensación que ya no van a dar más de sí en el futuro, que no van a evolucionar y que se van a quedar estancadas. Y eso para alguien que ha fraguado su éxito en la originalidad se me antoja un serio problema.


lunes, 14 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (DENIRO Y LEX MAKOTO)



Concierto celebrado el pasado Sábado 29 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 250 personas aproximadamente.

Hubiese estado bien que todos aquellos que insisten en su sempiterna cantinela de que el rock como género está condenado a desaparecer, se hubieran pasado por El Sol esta noche. Primero porque hubo una muy buena entrada y un ambientazo durante las actuaciones tanto de Lex Makoto como de Deniro. Y segundo, porque pese a partir de propuestas diferentes, ambas bandas demostraron que es posible seguir haciendo un rock fresco, directo y con gran capacidad de enganche a día de hoy.
Cuando cayó en mis manos el álbum de debut de Lex Makoto, nuevo proyecto musical de aquellos Fitsfuck Supershow que ya ganaron el Lagarto Rock en 2006, tuve clara una cosa que ya he comentado varias veces en este blog: “Rojo Calor Fuego” fue uno de los mejores discos españoles del 2009. Cuando la prensa especializada (y no tan especializada) y la crítica en general definen los que para ellos son los mejores trabajos discográficos de cada año, lustro o década, en sus comentarios suelen aparecer en el 90% de los casos esta serie de adjetivos para definirlos: “novedoso”, “moderno”, “actual”, “revitalizador”, “adelantado a su tiempo”, “original”, “diferente”… Adjetivos que curiosamente no son aplicables en la mayoría de los casos a este “Rojo Calor Fuego”, ni falta que hace. Me explico. Este largo no posee un sonido novedoso, ni original, ni diferente. Se trata de hecho, de un disco de rock en castellano, directo e inmediato, que bebe directamente del sonido de bandas como Nirvana o Foo Fighters, que como sabréis han influenciado a su vez a otros miles de grupos. ¿Entonces qué lo hace especial? El hecho de que los integrantes de Lex Makoto poseen ese no sé qué o qué se yo, que unos llaman don, otros duende, otros estrella y otros incluso suerte o potra; que les permite crear hits como churros, o lo que es lo mismo, canciones redondas, frescas y enérgicas que se te adhieren a la memoria con una fuerza incontestable nada más ser escuchadas. Canciones pegadizas que perduran en tu subconsciente por sus sugestivas melodías, sus perfectos estribillos y su ritmo trepidante. Y es que Lex Makoto han sido capaces (y lo siguen siendo) de conseguir en muy poco tiempo lo que hay artistas que anhelan alcanzar durante toda su carrera y jamás logran: crear un sonido personal y reconocible (pese a que no hayan inventado nada nuevo) y un conjunto de temas eternos, de esos que se te pegan a la piel pese al paso de los años y no consigues desprenderte de ellos ni aunque quieras. Unas canciones que vuelven a aparecer en tu mente una y otra vez, que a lo mejor no has escuchado en meses y de repente retornan a tu vida de forma sorpresiva y satisfactoria. Y así un buen día, mientras estás sentado en el váter cagando, notas que de tus labios aflora el estribillo de “Animal” o que montado en el metro camino del curro, en tu cerebro retumba la surrealista “Baby Robot”. Esto, señoras y señores, es lo que hace que Lex Makoto sea distinto a todas esas miles de bandas que pasan por nuestras vidas de forma efímera: los primeros te acompañarán siempre y los segundos serán un vacuo recuerdo que acabará desapareciendo sin dejar huella. Y sin necesidad de ser “modernos”, ni de crear nuevos sonidos a través de futuristas cachivaches (de los cojones, añado), ni de hacer nada relacionado con el “post”, o el “in”, o el “cool”, o el “new” (que tanto ponen a los modernatas de los cojones, también añado). Practicando ese género que esos mismos modernatas quieren enterrar: rock del de siempre, sencillo, directo, impulsivo y vital; y que a diferencia de toda esa amalgama de “post-polleces” gafapásticas, posee una perdurabilidad en el tiempo, que esas no tienen ni tendrán nunca.
Si a la calidad y eficacia original de sus canciones, se le añade ese poso de madurez y empaque conseguido a base de patearse escenarios durante casi tres años, el resultado final evidentemente, alcanza cotas muy altas. Por eso en este concierto, los más pueriles Lex Makoto de los inicios (algo que también les sentaba muy bien) demostraron que han evolucionado hacia una mayor contundencia en el sonido. Los temas de su único largo publicado sonaron de hecho mucho más coléricos, enérgicos y rotundos. La base rítmica es ahora más atronadora, los riffs de guitarra más poderosos y la voz de Toño Villar más grave y con un deje más desgarrado y profundo, acercándose al tono de ese pedazo de vocalista que es Kutxi de Marea. Esta evolución en el sonido es la que caracteriza también a sus nuevas canciones, esas que formarán parte de su próximo E.P. “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, que también aprovecharon para presentar ante el público. Curiosamente, es el tema del que más se ha hablado últimamente, su versión del “Cigarettes” de Russian Red, el que más cojea dentro del gran tono general, tal vez porque precisamente no es una composición propia. Pero ni siquiera se puede considerar un lunar, en un concierto de diez. Un concierto en el que también quedó demostrado que esa actitud inherente al rock y sobre todo a los directos de rock, traducida como sudor, desparrame de energía, saltos, gritos, salvajismo y éxtasis, en definitiva vitalidad y alma, es algo que tampoco jamás se podrá disfrutar en un concierto adscrito al movimiento gafapástico modernil musical; y esto amigos míos, es lo que hace de géneros como el rock, el punk o el garage algo tan necesario, para escapar en forma de grito, de berrido y de patada en los cojones, de la monotonía y las miserias imperantes en nuestras vidas.
Cuando a principios de este 2011 que ya va tocando a su fin, cayó en mis manos el disco debut del nuevo proyecto de ese amante de la música, entusiasta e infatigable al desaliento, que es Nano -ex Habeas Corpus y capo del sello discográfico independiente Lengua Armada, que lleva más de diez años luchando por publicar toda esa música de verdad, que tan difícil salida tiene en el mercado actual-, también tras una primera escucha supe que estaba ante uno de los mejores discos de rock españoles del año. A diferencia del sonido más directo e inmediato de Lex Makoto, en “El extraño disfrazado de normal”, Deniro se han centrado en la creación de un sonido mucho más elaborado, con melodías muy cuidadas y cargadas de matices. Un rock melódico que no obstante también bebe del rock clásico de los 70´s y del conocido como sonido Seattle de los 90´s. Diferente en la estructura, mucho más dramático, pero igual de enérgico y adictivo. En este caso, la capacidad de enganche se consigue por medios distintos: lo elaborado y evocador de sus letras -en este aspecto se lleva la palma la soberbia “Una pregunta indiscreta”-; la intensidad de la voz de William Miller, que no sólo canta con una suficiencia abrumadora, sino que además interpreta de una forma muy dramática y emotiva los diferentes temas del grupo y posee una presencia imponente en el escenario; y la vibrante ejecución de unas melodías que fluyen coherentes y sinceras, sin caer en los tópicos excesos del rock épico, que suelen acabar provocando una insufrible falta de credibilidad. A conseguir este equilibrio entre contundencia y dramatismo, entre intensidad y sutileza, contribuyen evidentemente unos músicos como la copa de un pino. Además de los ya mencionados, Nano (guitarra rítmica) y Will Miller (vocalista), Deniro está formado por los excelentes Óscar Sánchez a la batería, Alberto “Niño” a la guitarra (todo un virtuoso de las seis cuerdas que ya nos había deleitado con su buen hacer en “Nancy Hole”, uno de los grandes grupos de rock patrios, sin duda) y como no, Julio de Ska-P al bajo, quien en directo desparrama una contundencia brutal, llevando gran parte del peso del grupo, algo que en el disco no se nota tanto, por estar su innata pegada mucho más contenida.(FE DE "RATA": como bien habréis podido comprobar o comprobaréis al leer los comentarios hechos sobre esta reseña, que aparecen al final de la misma, he metido un gambón que ni los de Huelva: Julio desde hace unos meses ya no es el bajista de Deniro, sino que es Frank Iván. Además de un lector anónimo y de mi amigo Rubén de El Club de Música, que me advirtió de mi error el día después de escribir esta crónica, hasta el propio Frank Iván ha tenido a bien corregirme. Siento mucho el error, sobre todo porque como bien dice en su comentario el nuevo bajista de la banda: es "otro corazón" el que ahora marca el ritmo de forma superlativa en el grupo y hay que reconocerle pues su mérito, que es enorme. Siento también haber tardado varios días en corregirlo, pero espero que sepáis perdonar a este pecador de vida disoluta. Gracias a todos por vuestros comentarios y sobre todo, gracias a ti, Frank, por sacarme de mi error de una forma tan educada. Y enhorabuena por tu desparrame de energía, talento y actitud.)
Este concierto lo abrieron con el único tema instrumental de su primer disco, la explosiva “Nueva Queen” -que volvieron a tocar en el bis final-, que sirvió de preludio a la salida en escena de un Will que impolutamente vestido, se desató como una furia hasta el final del bolo, bien flanqueado por unos también arrolladores Nano y Julio. Sería difícil citar los temas más destacados dentro del gran tono general, pero para mí, merecen especial mención el ya citado “Una pregunta indiscreta” junto con la rotunda “Secta” y las más eléctricas “Arde” y “Normandía”. En el repertorio incluyeron también un par de temas nuevos, que continúan con la línea marcada por la banda hasta la fecha. Una línea fundamentada en el cuidado y elaboración de las melodías y que demuestra que el rock nacional está en un gran estado de forma. Otra cosa bien distinta es que buena parte de los “gurús musicales” de este país no tengan el más mínimo interés en prestar atención a este tipo de bandas, por salirse de los cauces establecidos. Menos mal que las penas con pan (ese que se hornea con trabajo y esfuerzo en locales de ensayo de mala muerte y que luego sabe y suena a gloria), son menos penas.



jueves, 10 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (ADAM COHEN)




Concierto celebrado el pasado Viernes 28 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 60 personas aproximadamente.

Mai Bloomfield, multiinstrumentista, cantante y compositora, que a su vez forma parte de la banda de acompañamiento de Adam Cohen, fue la encargada de abrir la velada haciendo las veces de telonera. Con una voz dulce, etérea, hermosa, limpia y clara como un rayo de luna, dejó sorprendido y prendado a “el Sol”, con su bella forma de cantar y de tocar (alternó guitarra acústica y chelo de forma brillante). En la onda de la fórmula musical que después desarrollaría el propio Cohen, Mai ejecutó una serie de canciones preciosistas de folk intimista y pausado, entre las que destacó una delicadísima “Storming”.
Tras la sobresaliente actuación de Mai, irrumpió el cantante y compositor canadiense en escena, con el único acompañamiento de su guitarra acústica. Para no dar muchas vueltas al hecho que evidentemente acompaña a Adam desde su nacimiento y que también evidentemente ha sido, es y será destacado en todas las referencias, crónicas, entrevistas, artículos y reseñas que se han escrito/dicho/comentado, se escriben/dicen/comentan y se escribirán/dirán/comentarán sobre su música, sus discos y sus conciertos; vaya por adelantado que no seré yo el que compare las canciones de este compositor con las de su padre Leonard Cohen, porque dicha comparación con este genio, único e irrepetible, sería totalmente injusta para él. No obstante, es evidente que ha tenido un muy buen maestro en el que mirarse, y eso se nota. De hecho, en muchos momentos de la noche, y sobre todo en sus comentarios entre canción y canción, la voz de Adam nos recordó irremediablemente a la del maestro. De él también ha tomado sus dotes de seducción, su pulso pausado, la profundidad de su voz y por encima de todo, el gusto por hacer unas canciones de folk con tintes pop, adultas y maduras, centradas en la búsqueda de la emoción por encima de todas las cosas. Volviendo al concierto, como ya os comentaba al inicio de este párrafo, Adam, apareció en el escenario totalmente solo y así es como interpretó en acústico los dos primeros temas de su repertorio: “Sweet Dominique” y “What other guy”, ambas pertenecientes a su último disco publicado -“Like a man”-, que es el que está presentando durante esta gira ante el público. Antes de interpretar estas canciones ya había dejado claro la facilidad que tiene para conseguir conectar con la gente, con un simpático comentario: “Como ya sabrán ustedes, soy hijo de un célebre artista canadiense, Celine Dion”. A continuación, ya acompañado por el resto de su banda (muy buena, por cierto) siguió desgranando los temas de su último disco, la mayoría hermosos -“Girls these days”, “Like a man”, “Eleanor”, “Overrated”…-, y los menos, un pelín monótonos y sin mucho brillo en las melodías -“Hey Jane”, “Beautiful”-; intercalándolos con varias versiones: “What´s going on” de Marvin Gaye y “Bird on the wire” y “So long, Marianne” de su padre, interpretadas todas ellas de forma exquisita. Tanto es así, que pese al excesivo abuso de verborrea que hizo entre canción y canción, lo que por momentos cortó el ritmo de su actuación, haciendo que bajase la intensidad; dejó bien claro que posee grandes dosis de encanto y de talento.
Sin duda su padre, puede estar más que orgulloso de su semilla.





domingo, 6 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (HELP ME DEVIL)



Concierto celebrado el pasado Jueves 27 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 100 personas aproximadamente.

Help Me Devil es el nuevo proyecto de Juan Carlos Parlange, quien ha vuelto a dar señales de vida, tras una larga ausencia alejado de los estudios y los escenarios, regresando a esto que se conoce como el mundillo de la música, por la puerta grande. Tras su paso en los años noventa por grupos de punk como Los Clavos y Los Bonzos, Juan Carlos abre ahora una nueva etapa en su carrera, con unas composiciones en las que pese a seguir latentes, esa fuerza e inmediatez propias del género que marcó sus comienzos, se respiran aires totalmente distintos. Y es que ahora, el cantante y guitarrista ha evolucionado en su sonido, curiosamente a través de una fresca, rabiosa y sugerente revitalización de géneros musicales tan añejos y primitivos como son el R&R y el Blues de los 50´s y los 60´s. Revitalización conseguida a través de una excelente combinación de influencias y matices: salvajismo primitivo, aspereza del sonido, riffs de guitarra abrasivos, rockabilly, trazas de psychobilly, algo de country, punk, Johnny Cash, Charlie Feathers, Sun Records…, puestas al servicio de unas composiciones que por encima de todas las cosas buscan el propósito de sonar crudas, reales y auténticas. Y así es como suenan en el homónimo primer disco de esta banda, que en palabras del propio Parlange, es un disco de rock and roll en blanco y negro, crudo, con fallos y real. Un discazo (añado) lo escuches por donde lo escuches, en el que al talento y buen tino de Juan Carlos -que se ha destapado como un excelente compositor y como un muy buen guitarrista-, bien acompañado en la grabación por Mario Vega al bajo y Luis Mencia a la batería (ahora sustituido por Julia), hay que añadirle la nómina de una serie de nombres propios que han servido para lograr un resultado final excelente: los consejos del gran Fernando Pardo para guiar los primeros pasos de Parlange en los inicios del proyecto, el apoyo de esos locos muy cuerdos que son Gerardo y Antonio de “Los Chicos” (el disco lo han editado ellos en Folc Records), la masterización de Ivan Julian, las colaboraciones al piano de Mickey Finn de Boss Hog y de la legendaria vocalista Tami Lynn (que ha puesto su sobrecogedora y desgarrada voz al servicio de grandes de la música como The Rolling Stones, Dr. John, Wilson Pickett y Sonny & Cher) y por encima de todos el genial compañero de fatigas de John Spencer en Heavy Trash, Matt Verta-Ray, que ha grabado y producido este largo en sus estudios de Nueva York, ha tocado la guitarra en numerosos temas y hasta ha cantado en la maravillosa versión del “Chicken Walk” de Hasil Adkins incluida en el álbum. La decisión de grabarlo a la vieja usanza, esto es, en analógico, tocando todos los músicos juntos y mezclándolo en mono, ha contribuido a lograr un sonido con aroma y sabor a antiguos vinilos clásicos, que para los amantes del rock and roll primitivo es toda una gozada. En directo, todo hay que decirlo, se pierden matices con respecto al sonido original del álbum. La guitarra de Parlange por ejemplo, pierde colorido y luminosidad. Evidentemente, también desaparecen todos esos ingredientes añadidos en el disco (las guitarras de Verta-Ray, los teclados de Finn, la voz de Tami…) que contribuyen a elevar la calidad de unas composiciones que sin estos elementos, suenan menos redondas y también,menos blueseras y rockabillys. Para paliar este déficit, Help Me Devil, en directo y en formato trío, han decidido apostar por una solución que a tenor de lo visto en este concierto, les da un muy buen resultado: apostar por el músculo, la velocidad y la energía. Por eso en concierto, la banda suena mucho más punk que en el disco, los temas se tornan más crudos, más inmediatos y más directos. Teniendo en cuenta los conceptos musicales que maneja Parlange -“Para mi somos punkrockers. Yo creo que lo que hacemos es punk de los 50’s. Es decir, rock & roll”- en los que se difuminan las fronteras entre géneros como el punk y el rock and roll, está claro que soberbios temas como “Love is a dog from hell”, “It´s great to be here, it´s great to be anywhere”, “So tired of being good” o “Free of your spell (and I´ve never felt so good)” acaban sonando aunque diferentes, igual de coherentes y rotundos tanto en el disco como en sus directos.  De hecho este concierto fue un sobresaliente ejemplo de lo que debe de hacer una banda de sus características sobre el escenario: derrochar energía y actitud a raudales. En este aspecto me gustaría destacar la labor de Julia a la batería, que suplió su falta de técnica y de “toque”  (debió de acabar con los brazos hechos polvo, porque apenas se sirvió de sus muñecas en los golpeos) con un apabullante derroche de fuerza que evidentemente, y como ya he puesto de manifiesto anteriormente, confirió a las composiciones de la banda unos aires mucho más cercanos al punk que al rock and roll más clásico y purista. Por cierto, Julia toca de pie, algo que ya apenas se ve y que también conviene señalar.
Y por lo demás, decir que además de repasar todos los temas incluidos en su álbum de debut, Help Me Devil tocaron alguna nueva canción como “Never stand if you can walk” y unas soberbias versiones para completar el repertorio, entre las que destacaron la del “Hey Ho, Let´s Go” de los Ramones y la del “Tutti Frutti” de Little Richard; para acabar firmando un muy buen concierto.




jueves, 3 de noviembre de 2011

DESCONCIERTOS (EVIL EVIL GIRRRLS & THE MALVADOS)



Espectáculo celebrado el pasado Martes 25 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno dentro del formato “Los Martes al Sol” en el que se reduce el aforo original de la sala a la mitad para crear un espacio más acogedor e intimista.
Evil Evil Girrrls & The Malvados es una compañía de Burlesque -quizás sería más correcto decir de Nuevo Burlesque- que a tenor del éxito obtenido tras este show en El Sol, va a repetir actuaciones periódicamente en el futuro, en dicha sala. El Burlesque no es otra cosa que un espectáculo teatral que nace de la mezcla de diferentes géneros como la Comedia del Arte, el music hall y el vodevil. En este caso, la música en directo corrió a cargo de The Malvados, quienes interpretaron temas clásicos típicos de este género como “Harlem nocturne” y “Night train”, alguno que otro de rock con aires orientales -“Rockin´ in Bhagdag”, “Estambul”-, conocidísimas melodías de Henry Mancini y sobre todo versiones (muy buenas, por cierto) de temas míticos de rock and roll, rockabilly y surf, destacando las del Rey por encima de todas. Mención especial merece también la versión del “After Dark” de Tito & Tarántula en un número en el que rindieron homenaje a la famosa escena del streaptease de Salma Hayek con una inmensa serpiente en “Abierto hasta el amanecer”. Este cuarteto de experimentados músicos formado por Astray a la guitarra, Mario García Pomar a la batería, Javi al bajo y Alejandro Lansac a la guitarra y al saxo (que tocó de forma soberbia), no sólo ejecutó de forma a las mil maravillas todos y cada uno de los temas que interpretaron, sino que también participaron de forma activa en otras vertientes del espectáculo, interaccionando con las Evil Evil Girrrls en muchos de los números, bailando, actuando e incluso jugando con divertidos cambios de vestuario para poner ese toque de humor que debe tener toda buena actuación de burlesque. Además, Astral, Javi y Alejandro ejercieron como vocalistas, destacando sobre todo Javi en las versiones que cantó de Elvis. Los bailes, las coreografías, los elegantes números de streaptease, las dramatizaciones, los gags humorísticos y como no, esa pícara sensualidad tan característica del género, corrieron a cargo de Eva Guerrero (Evil Eva), Mariaje García (Lilith Le Monde), Sandra López (Satin Sandy) y Carmen Garrido (Carmelle La Belle), que demostraron que no sólo son muy buenas bailarinas, sino también unas muy buenas maestras de ceremonias y actrices. Ejecutaron decenas de números, la mayoría influenciados por la estética de los 40´s, 50´s y 60´s, en los que no faltaron elementos de vestuario y atrezzo como abanicos, velos, tablas de surf, plumas, boas, bastones… Todo ello al servicio de un espectáculo en el que por encima de todo primaron la elegancia, el humor y el erotismo. Ágil y con mucho ritmo, la propuesta de esta compañía de Burlesque es altamente recomendable y estoy seguro de que dará mucho que hablar en el futuro. Para bien, por supuesto.


domingo, 30 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (EILEN JEWELL)



Concierto celebrado el pasado Domingo 23 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno.

Si tuviese que asociar o relacionar la música de Eilen Jewell con una estación, sin duda el Otoño sería la elegida, porque las melodías de la norteamericana huelen a tierra mojada, pintan paisajes bucólicos coronados por cielos rojizos llenos de pinceladas grises en forma de nubarrones, saben a bourbon añejo y suenan al chisporroteo de las  hojas secas quemadas en una hoguera. Digo esto, porque desde hace tres años, tiendo a asociar la llegada a la capital de las primeras madrugadas frías, la caída de las hojas caducas y las primeras lluvias otoñales, con la visita de la dulce Eilen a España para deleitarnos con un nuevo trabajo. En Otoño del 2009 fue “Sea of tears”, en octubre del 2010 presentó “Butcher Holler (A Tribute to Loretta Lynn)” y este año le ha tocado el turno a su último disco publicado hasta la fecha: “Queen of the minor key”, donde una vez más (y mira que parecía difícil) la elegante vocalista de Idaho, ha vuelto a superarse.
Para los que no sepáis nada de la señorita Jewell y de los soberbios músicos que la acompañan en sus grabaciones y directos, os remito a que leáis la crónica que el año pasado escribí sobre su anterior concierto en la capital, donde ya comenté sus cualidades estilísticas y sus dotes musicales, más que nada para no volver a repetirme. Aquí os dejo un resumen de dicha reseña:

De aspecto frágil e indefenso y tímida hasta decir basta, Eilen Jewell volvió a crecerse en torno a su prodigiosa voz, su saber estar y un encanto personal innato, ofreciendo de nuevo, al igual que había hecho hace tan sólo un año en esta misma sala, un concierto inmenso. Pero, y es de ley decirlo, Eilen Jewell no sería la que es ni alcanzaría las altas cotas de excelencia que logra en sus actuaciones en directo, si no fuese gracias a esos escuderos de lujo que la acompañan: el baterista Jason Beek, el contrabajista Johnny Sciascia y por encima de todos, esa bestia parda de las seis cuerdas que es Jerry Glenn Miller. Con esa presencia y saber estar que sólo los más grandes poseen y tocado con su sempiterno sombrero de cowboy, Miller una vez más volvió a ser el centro de atención en muchísimos momentos del concierto, tocando de forma exquisita todos los palos por los que transita como brisa cálida la música de Jewell: música de raíz americana, folk, country, rockabilly e incluso surf, haciendo que por momentos el espíritu del maestro Dick Dale sobrevolase la sala cuando hizo salir chispas de su amada guitarra. Sigo pensando que este enorme guitarrista merecería ocupar con letras mayúsculas los mismos titulares que también por méritos propios copa la propia Eilen, y es que, vuelvo a insistir, la exquisita cantante norteamericana sin él, no sería ni la mitad de grande de lo que es.
El sonido etéreo logrado por estos excelentes músicos dotó de empaque a la ya de por sí fabulosa voz de una Jewell, más dulce y delicada que nunca, que volvió a desparramar esa tristeza poética de la que dota a todas y cada una de las letras de sus canciones.
En esta última visita, Eilen y compañía centraron su repertorio en sus nuevas canciones. Unos temas en los que por supuesto vuelven a predominar los sonidos de folk rock de clara raíz americana y vuelve a haber una clara presencia de los géneros que mejor domina la banda: el country -“Reckless”-, el rockabilly -“Radio City”- y el surf -la divertida “kalimotxo” que compuso Eilen tras probar esta bebida en Euskadi y que es una especie de revisión del “Tequila” de The Champs-. La diferencia pues, con respecto a trabajos anteriores, radica en el tono mucho más arenoso, oscuro y árido de este disco, en el que se incorporan sonidos con aires fronterizos, sutiles toques de Delta Blues y retazos de un primitivo y anguloso R&B -“Hooked”-, además de toda una gama de matices de clara raíz jazzística -“I remember you” y “Only you”-. La predominancia de una mayor crudeza en las letras y las melodías, no es óbice en cambio para que estas canciones suenen mucho más movidas, con más ritmo y con un plus de energía, con respecto a los temas pasados (a excepción de la que para mí sigue siendo la cima interpretativa de la norteamericana, su versión de un “Shakin all over” que volvió a sonar impresionante en una tanda de bises memorable, en la que Eilen pidió al público que le hiciese cualquier petición, mostrándose una vez más, amable, cercana y muy cariñosa, con un público que año tras año le profesa una admiración cada vez mayor), sin perder ni un ápice de elegancia ni de carga poética por el camino, lo que supone ese salto de calidad al que hacía referencia al principio de este texto.
No quiero terminar este texto sin volver a resaltar la excelencia de un Jerry Glenn Miller que volvió a desparramar su talento a lo largo de una actuación en la que dio toda una lección de cómo tocar la guitarra, abarcando todo tipo de géneros con una suficiencia abrumadora. Impresionante fue sobre todo su dominio del slide, creando un compendio de mágicas y etéreas atmósferas, complemento perfecto para la hermosa voz de Jewell.
Un lujo, vaya.


jueves, 27 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (COPILOTO Y ULTRANOL)



Concierto celebrado el pasado Sábado 22 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 75 personas aproximadamente.

La cara que se me debió de quedar cuando vi y escuché a Alberto Iniesta, alias Ultranol, en la prueba de sonido, debió ser todo un poema, porque varios compañeros sabiendo por un lado, lo mucho que detesto el tipo de música (por llamarlo de algún modo) que los gafapastas denominan electropop luminoso y colorido (y que yo defino como “blandi-pop”, “tonti-pop”, “pop de chupete y piruleta” o “¿pop qué no te callas?”) y por otro, que las canciones del  propio Alberto no sólo no están englobadas dentro de esta corriente, sino que además, digámoslo de forma educada al menos de momento, son regularcitas; me comentaron que no fuera muy cabrón al escribir sobre su concierto, porque el chaval era muy buena gente y no se merecía un salvaje rapapolvo de los míos. Y voy a ceder en parte.
Primero porque efectivamente, Alberto es uno de esos tipos que tienen una cara de buena persona que tira “pa´ tras” (o mejor dicho pa´ lante), amable, educado, todo lo simpático que su timidez le permite ser, e inseguro y algo deslavazado en sus movimientos (en la onda del personaje que hizo popular al bueno de Pepe Viyuela), lo que le hace parecer a los ojos ajenos como un ser entrañable (un bonico del to´ en toda regla, vaya) despertando un alto grado de simpatía e incluso condescendencia hacia él. Segundo porque tiene un apellido, que con sólo oírlo o leerlo me evoca un estado de felicidad tan superlativo, que a su vez me genera cierto estado de complacencia hacia su persona e incluso hacia las circunstancias musicales que le rodean.
Tercero porque opino de corazón que no tiene tanta culpa el “artista” como aquellos que lo encumbran a él y a su obra. Me explico. Alberto es una persona que se ha puesto a componer una serie de canciones con ganas e ilusión. Unas canciones que pese a su alto grada de amateurismo y su escasa calidad, para su suerte, han sido elogiadas y apoyadas desde diferentes medios y sellos independientes, lo que le ha permitido finalmente publicar varios E.P.´s y llegar a tocar en directo en salas con tanta solera como El Sol. Digamos que es algo parecido a lo que viene ocurriendo en el mundo del arte en general en el último siglo, donde tipos como Piero Manzoni han conseguido triunfar con obras como sus tristemente famosas “Mierda de artista”, que no son otra cosa que unas latas en las que el italiano metió sus propios excrementos, diciendo que eso eran obras de arte. Lo que podría haber sido una frikada de Manzoni sin mayor trascendencia, sin embargo se ha convertido a mi modo de ver, en un negro lunar en el mundo de la historia del arte, debido a los culpables que le han ensalzado a él y a esta “obra”. De hecho, estas “Mierdas de artista” se encuentran en museos tan relevantes como el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el centro Georges Pompidou de París, la TATE Gallery y el MOMA de Nueva York y en el año 2007 se llegaron a pagar en una subasta 124.000 euros por una de estas latas de mierda (nunca mejor dicho). Por tanto, que unas canciones compuestas por un tipo como Alberto, que bien podrían haber sido sólo un pasatiempo para él y como mucho ser tocadas para cuatro amigos o familiares en algún cumpleaños o cita navideña, hayan acabado teniendo una relevancia mayor, repito, no es tanto por su culpa, sino como por la de todos aquellos que se la han querido dar (que son unos cuantos).
Y cuarto, viendo a Alberto sobre el escenario tembloroso, casi tiritando, equivocándose a diestro y siniestro, con una chuleta con lo que decir entre canción y canción que casi se le cae al suelo, debido a los nervios de tener que tocar en directo, aunque tan sólo fuera ante unas treinta personas (muchas de las cuales eran amigos, familiares y conocidos) que eran las que había en la sala cuando él salió al escenario, ya me pareció bastante mal trago, como para encima yo hoy aquí ponerle a caer de un burro.
Pero sin llegar a ceder del todo.
Primero, porque yo me he caracterizado por decir siempre lo que pienso, sin dejarme influenciar por modas y corrientes de opinión (normas de la casa). Por eso pese a que la mayoría de medios independientes encumbren y doren la píldora a artistas y grupos como Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Pereza, Astrud o La Casa Azul, por poner sólo algunos ejemplos, yo desde aquí siempre he cuestionado el éxito de los mismos por parecerme que sus propuestas musicales no poseen la calidad que desde otros sitios se les presupone. Debido a esto, queridos lectores no puedo por menos que decir la verdad del asunto, o al menos mi verdad, que no es otra que Ultranol y sus canciones, son una mierda pinchada en un palo.
Segundo, porque solistas y bandas como este Ultranol y otras muchas del mismo palo como la ya mencionada La Casa Azul, Zipper, Band á part, Papá Topo, Elodio y los seres queridos y así hasta el infinito y más, poseen un gran apoyo y reconocimiento desde la mayoría de medios conocidos como independientes de este país. Lo que me lleva a pensar en por qué, tanto yo (el burro siempre delante) como otros compañeros, músicos y melómanos de gusto exquisito, debemos ser condescendientes con Ultranol y compañía, por el mero hecho de pensar que como su música es tan mala, no deberíamos hacer leña del árbol caído; cuando luego existe toda una corriente de opinión ensalzándoles y poniéndoles por las nubes. Porque no creáis que en la mayoría de medios independientes, ante las canciones sin ritmo ni gracia, insulsas, con letras de parvulario y melodías de “casiotone” de Ultranol, se limitan a decir por aquello de tener que ser políticamente correctos (algo que a mi me la pela, como bien podéis comprobar; claro que yo no vivo de la publicidad de sellos, promotoras ni discográficas como ellos): “hombre, Alberto debe mejorar” o bien “bueno, todavía está un poco verde” o “sus canciones tienen un toque amateur que al menos les da cierta frescura”. No, qué va. Para ellos todo lo que huela y sepa a su jodido indie pop gafapástico (y si es moña y cercano al gayerismo -popper pop- mejor que mejor) es la hostia en verso, a la altura como poco de los Conciertos de Brandemburgo del mismísimo Bach. Así en webs como Jenesaispop no se cortan en decir cosas tales como: “al fin, su gran himno de presentación, esa metacanción llamada ‘Cortando y pegando’, a la que sólo falta incluir la palabra ´Ultranol´ para ser perfecta” o en blogs como Señor Pollo otras como: "´La técnica destroza la música pop´ (maqueta de Ultranol de 2008) la forman tres canciones con personalidad propia, que destacan por su colorido y divertido ritmo, un ritmo que se desliza cual pingüino sobre hielo por bases electrónicas y que harán las delicias de más de un poper@. A destacar la primera canción con la cual se inicia la maqueta, ´Cortando y pegando´. Esperemos que el proyecto de Ultranol tenga una continuidad en el tiempo y no se deje aparcado como tantos otros, sería una tremenda pena, pues calidad y dotes tiene el muchacho” o en su myspace que entre sus influencias se encuentran entre otros: “Phil Spector, Brian Wilson, John Lennon, Damon Albarn o Paul McCartney”. Dado que desde estos medios se tira del halago desmesurado y de la mentira (lo de Wilson, Lennon, Phil Spector y compañía me ha llegado al alma), no puedo por menos que contraatacar con la realidad: Ultranol no hace metacanciones, sino canciones que parecen compuestas por un niño pequeño; “Cortando y pegando” no es ni de lejos perfecta, sino una muestra de lo mal compositor que es Alberto, que utiliza unas bases obsoletas, aburridas y planas, posee una voz amanerada falta de fuerza, vigor y personalidad y escribe unas letras ñoñas y vacías sin ningún atisbo de poesía, ironía, elegancia ni sustancia; sus canciones no son coloridas ni tienen ritmo, sino que son insulsas y plomizas, aunque sí reconozco que harán las delicias de todos esos poperos que se corren con toda canción que incluya patitos de goma, algodoncitos de azúcar, sugus de colores o fresones coloraditos en sus letras; calidad y dotes tiene muy pocas o ninguna y si la persona que ha escrito que su música está influenciada por grandes maestros como los arriba citados se cree sus propias palabras, es o porque no tiene ni puta idea ni la más mínima vergüenza o porque se ha pegado tal empacho de edulcorantes tras escuchar las letras de estos grupos amoñados (patrocinados por la Azucarera Española) que ha perdido el norte.
Tercero, porque aunque como ya he dicho antes en este artículo, Alberto es el que menos culpa tiene de que sus canciones hayan sido ensalzadas por determinados medios, eso no le exime de la crítica, desde el mismo momento que ha decidido sacar discos y subirse a escenarios. Que uno ya es mayorcito para saber sus propias limitaciones, virtudes y defectos y al igual que yo me expongo al elogio o al insulto al escribir en este blog sobre música, de forma pública, dejando que la gente opine sobre mis mierdas, él también debe saber que como cualquier otro músico hijo de vecino, puede ser criticado. Porque igual que hay gente que paga 124.000 euros por una mierda enlatada y gente que goza con temas como “Patitos de goma” (por favor, os encomiendo a que veáis el videoclip en youtube, porque no tiene desperdicio), también queda gente como yo, que le tiraría la lata de mierda a la cabeza al que es capaz de pagar tal cantidad de dinero por ella y consideramos “elefantadas” como Ultranol, poco más que una tomadura de pelo.
Y cuarto, porque a bandas como La Casa Azul, Astrud, Papá Topo e incluso al propio Ultranol se les da un trato de favor y prioritario en la mayoría de medios independientes de este país (porque ya se sabe que las modas y las corrientes mayoritarias mandan y si te desmarcas de las mismas, o es porque eres un romántico, o un gilipollas o alguien que no se va a comer un colín o lo que es lo mismo, alguien que no va a hacer caja -en mi caso se cumplen todos estos requisitos-) y en cambio a grupos como The Steepwater Band, quienes tocaron también esta misma semana en El Sol dando un conciertazo como la copa de un pino, no se les hace ni puto caso en dichos medios, por no estar de moda, por practicar un género como el blues rock pantanoso y primitivo que según ellos, ya está obsoleto y no ofrece nada nuevo desde hace años. Y es que queridos lectores, a diferencia del resto de Artes donde todavía se respeta a los clásicos y a los viejos maestros, en el mundo de la música se va a toda hostia y pobre de todo aquel al que se le ocurra desparramar su talento a través de géneros o estilos que entroncan con las raíces del pasado, porque en el mundo cool, gafapástico e indie actual, lo degüellan. Porque ahora lo moderno es ensalzar “cosas” como los chirridos provocados por los cachivaches de gente como Los caballitos de Dusseldorf, porque aunque sean una puta mierda que ni el que más los haya alabado tenga los cojones de escuchar en casa            -porque una de dos, o se volvería loco del stress o se pegaría un tiro-, hacen según los gurús de la información musical patria, un “sonido nuevo y atrayente” (en realidad, un ruido que suena a Spectrum viejo cargando un juego y lo más que te atrae es a coger un rifle y cargarte a cuatro hijos de perra desde la ventana de tu casa alegando posteriormente un estado de enajenación mental transitoria). En cambio si eres una banda de rock añejo, aunque tengas una calidad excelsa, para estos mismos gurús no serás más que un producto que ya huele a rancio y por tanto no merecerás ni el más mínimo de sus comentarios. La realidad en cambio es que mientras que The Steepwater Band te provocan lágrimas de emoción y felicidad, Ultranol y similares, te provocan lágrimas de rabia y tristeza.
Conclusión: si en general este tipo de propuestas fuese tomada como lo que es, un pasatiempo entre friki y divertido, lo aceptaría de buen gusto, puesto que yo mismo no puedo negar que el amateurismo, el humor blanco y la estética tan kitsch que suele rodear a estos grupos, me provoca cierta complacencia y hasta algo de gracia. Pero si se toma como una vertiente artística seria y se ensalzan unas virtudes que en el fondo no existen, pues están supeditadas a un envoltorio de formas tirando a simplistas, he de reconocer que por ahí no paso. Aunque claro está, y pese a mis críticas, siempre respetaré la máxima de que para gustos colores y para poperos caramelitos de todos los colores.
Después de la actuación de Alberto Iniesta, todo lo que viniese a continuación estaba convencido de que me iba a sonar y a saber a gloria. Y pese a que en su anterior visita a El Sol allá por Mayo de 2009, Copiloto (Javier Almazán) y su Círculo de Confianza (los músicos que componen su banda) no me dejaron ni mucho menos un buen sabor de boca (de ellos dije algunas de estas lindezas: “Quizás sea un insensible, pero a mí me emocionaba más el tartamudeo nasal -debido a los baches, las zanjas y las irregularidades del terreno- del copiloto Luis Moya dictando órdenes a Carlos Sáinz, que cualquiera de las canciones interpretadas por estos otros ´Copilotos´. De hecho, no había escuchado una letra tan horrible como la de ´Marta habla en inglés, habla francés, habla italiano y descansa en el piso de su padre en verano´ -hay que tener cojones- desde la visita a El Sol de Yani Como y su canción dedicada a los sugus amarillos de sabor a limón -que también hay que tener cojones-“), lo cierto es que en esta ocasión (quizás también debido como ya he señalado antes, a que todo lo que sonase después del desbarajuste a Ultranol, iba a parecer mucho mejor de lo que probablemente era) me sorprendieron desde el principio, para bien. Y es que los aragoneses, dos años después se muestran mucho más rodados en directo, mucho más compenetrados, más inspirados y también bastante más enérgicos. Es cierto que todavía siguen teniendo retazos de aquel espíritu bastante blandito y un tanto amoñado de sus primeras composiciones, pero no es menos cierto, que es evidente que los temas del nuevo disco que presentaron esta noche: “El inicio, el desencanto y el círculo de confianza”, poseen aires más cercanos a un pop adulto y maduro, con melodías mucho más vibrantes y complejas, letras más elaboradas y una mayor presencia de las guitarras con riffs en muchos casos, poderosos y contundentes. Digamos que salvando las distancias, Copiloto en una buena parte de sus nuevas canciones -“Salvar el Día”, “El Modelo de Watson y Crick”, “Lista de Convocados” y sobre todo en la brillante y luminosa “Se lo Tengo que Decir”- desarrollan un sonido con un plus de energía que antaño no existía, cimentado en unas melodías atrayentes por la importante gama de matices que poseen, que por momentos recuerda a unos Coldplay (salvando las distancias) que ayer lo petaron en Madrid presentando su nuevo disco. El resto del disco sigue sonando no obstante a un más de lo mismo -pop un tanto monótono y con muy poca capacidad de sorpresa-, aunque debido a la mejor actitud de la banda sobre las tablas, adquiere un plus de efectividad que hace dos años Copiloto no conseguía alcanzar en sus directos. El bueno de Almazán comentó al concluir su concierto que si a los asistentes les había gustado, hablaran bien de ellos a sus amigos y que si les había disgustado, obviasen lo acontecido. Yo, Javier, no quiero obviar ni lo uno (la evidente mejoría de la banda en directo, la mayor madurez de vuestro sonido y el salto de calidad que habéis conseguido en vuestro nuevo álbum) ni lo otro (todavía falta una mayor energía en vuestros directos y en los medios tiempos seguís pecando de cierta desidia que desengancha al público). No obstante, hay que reconocer que la banda ha progresado adecuadamente.