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sábado, 1 de septiembre de 2012
EN EL RECUERDO: CONTROL REMOTO
Concierto celebrado el pasado Viernes 20 de Enero de 2012 en El Sol (Madrid). Público: ½ entrada.
CONTROL REMOTO: banda madrileña capitaneada por Jaime Echegaray (guitarra y voz) que posee una andadura de algo más de diez años en los que se han pateado numerosos escenarios (sobre todo de la capital) y han publicado un buen puñado de trabajos entre maquetas y discos (en esta ocasión presentaron el séptimo de su discografía: “Invasión del imaginario colectivo”). Con varios cambios en la formación desde sus orígenes en 2001, Control Remoto no obstante, funciona como una familia bien avenida, como una especie de colectivo en el que a día de hoy siguen confluyendo antiguos y nuevos miembros. De hecho, en esta actuación, Control Remoto tocó con dos formaciones distintas: una en la que estaban el bajista y el batería de los primeros años y otra en la que saltaron a escena los nuevos encargados de la sección rítmica del grupo. Sin ser la repanocha (su estilo no es muy original ni novedoso), lo cierto es que le ponen muchas ganas (gran actitud), con lo que consiguen unos directos más que correctos. Siendo como son, por encima de cualquier otra etiqueta, una banda de rock, lo cierto es que el eclecticismo impera en su repertorio: poseen retazos de los grupos de rock urbano patrio de los 80´s (algunos temas poseen un sonido y una estructura similar al de las canciones de los Barricada de los primeros años); una frescura y energía que me trae a la mente a nuevos valores como Lex Makoto (el que fuese batería de esta banda, Juan, toca ahora con estos reformados Control Remoto); un puntito electrónico (los “sintes” son protagonistas en el sonido del grupo) y un buen puñado de canciones muy bailables y con mucho ritmo, que a su vez me traen a la mente a We Are Standard y también coquetean con géneros como el ska y el reggae. Esto convierte a Control Remoto en un grupo nada monótono que se mueve sin alardes, pero con mucha solvencia, por toda esta amalgama de géneros y estilos, dotando a sus directos de una frescura que en estos alienados tiempos que corren, se agradece.
LO MEJOR: la nueva sección rítmica de la banda, que nos ofreció unas bases demoledoras, que a su vez sirvieron para convertir la segunda parte del concierto de Control Remoto en lo mejor de la noche y las cojonudas letras de Echegaray.
LO PEOR: los temas menos rockeros del grupo que sonaron monótonos, convencionales y con muy poco brillo.
MOMENTO ÁLGIDO: sin lugar a dudas, cuando tocaron “La sirena en mí”, tema bandera del grupo.
PALABRA DE CHULÓN: como Control Remoto es una de esas bandas honestas que escapa del mamoneo imperante en esto de la música, esto es, ni pelotean, ni se venden, ni se adhieren a modas impuestas por los de siempre y por supuesto tampoco comen pollas; apenas si reciben la atención y el reconocimiento que sí poseen otros cientos de grupos adscritos al movimiento indie-gafapástico-apestoso-estomagante que nos asola. Por eso, mientras que Antonnas, Crepúsculos, Ultranoles, Zipperes y demás mierdas similares son seguidos, entrevistados y reseñados por todo tipo de medios musicales independientes; grupos como Control Remoto, que si bien es verdad que no son la hostia, poseen muchísimas más virtudes que los anteriores: mejor actitud, mejor sonido, mejores directos, mejores canciones, más energía y ojo, también un buen puñado de seguidores; por el mero de hecho de salirse de los cauces del género del pop de parvulario, gafa de pasta, chupete y sonajero, no reciben apenas atención. Y claro, así nos va…
PUNTUACIÓN: 6
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lunes, 14 de noviembre de 2011
DESCONCIERTOS (DENIRO Y LEX MAKOTO)
Concierto celebrado el pasado Sábado 29 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 250 personas aproximadamente.
Hubiese estado bien que todos aquellos que insisten en su sempiterna cantinela de que el rock como género está condenado a desaparecer, se hubieran pasado por El Sol esta noche. Primero porque hubo una muy buena entrada y un ambientazo durante las actuaciones tanto de Lex Makoto como de Deniro. Y segundo, porque pese a partir de propuestas diferentes, ambas bandas demostraron que es posible seguir haciendo un rock fresco, directo y con gran capacidad de enganche a día de hoy.
Cuando cayó en mis manos el álbum de debut de Lex Makoto, nuevo proyecto musical de aquellos Fitsfuck Supershow que ya ganaron el Lagarto Rock en 2006, tuve clara una cosa que ya he comentado varias veces en este blog: “Rojo Calor Fuego” fue uno de los mejores discos españoles del 2009. Cuando la prensa especializada (y no tan especializada) y la crítica en general definen los que para ellos son los mejores trabajos discográficos de cada año, lustro o década, en sus comentarios suelen aparecer en el 90% de los casos esta serie de adjetivos para definirlos: “novedoso”, “moderno”, “actual”, “revitalizador”, “adelantado a su tiempo”, “original”, “diferente”… Adjetivos que curiosamente no son aplicables en la mayoría de los casos a este “Rojo Calor Fuego”, ni falta que hace. Me explico. Este largo no posee un sonido novedoso, ni original, ni diferente. Se trata de hecho, de un disco de rock en castellano, directo e inmediato, que bebe directamente del sonido de bandas como Nirvana o Foo Fighters, que como sabréis han influenciado a su vez a otros miles de grupos. ¿Entonces qué lo hace especial? El hecho de que los integrantes de Lex Makoto poseen ese no sé qué o qué se yo, que unos llaman don, otros duende, otros estrella y otros incluso suerte o potra; que les permite crear hits como churros, o lo que es lo mismo, canciones redondas, frescas y enérgicas que se te adhieren a la memoria con una fuerza incontestable nada más ser escuchadas. Canciones pegadizas que perduran en tu subconsciente por sus sugestivas melodías, sus perfectos estribillos y su ritmo trepidante. Y es que Lex Makoto han sido capaces (y lo siguen siendo) de conseguir en muy poco tiempo lo que hay artistas que anhelan alcanzar durante toda su carrera y jamás logran: crear un sonido personal y reconocible (pese a que no hayan inventado nada nuevo) y un conjunto de temas eternos, de esos que se te pegan a la piel pese al paso de los años y no consigues desprenderte de ellos ni aunque quieras. Unas canciones que vuelven a aparecer en tu mente una y otra vez, que a lo mejor no has escuchado en meses y de repente retornan a tu vida de forma sorpresiva y satisfactoria. Y así un buen día, mientras estás sentado en el váter cagando, notas que de tus labios aflora el estribillo de “Animal” o que montado en el metro camino del curro, en tu cerebro retumba la surrealista “Baby Robot”. Esto, señoras y señores, es lo que hace que Lex Makoto sea distinto a todas esas miles de bandas que pasan por nuestras vidas de forma efímera: los primeros te acompañarán siempre y los segundos serán un vacuo recuerdo que acabará desapareciendo sin dejar huella. Y sin necesidad de ser “modernos”, ni de crear nuevos sonidos a través de futuristas cachivaches (de los cojones, añado), ni de hacer nada relacionado con el “post”, o el “in”, o el “cool”, o el “new” (que tanto ponen a los modernatas de los cojones, también añado). Practicando ese género que esos mismos modernatas quieren enterrar: rock del de siempre, sencillo, directo, impulsivo y vital; y que a diferencia de toda esa amalgama de “post-polleces” gafapásticas, posee una perdurabilidad en el tiempo, que esas no tienen ni tendrán nunca.
Si a la calidad y eficacia original de sus canciones, se le añade ese poso de madurez y empaque conseguido a base de patearse escenarios durante casi tres años, el resultado final evidentemente, alcanza cotas muy altas. Por eso en este concierto, los más pueriles Lex Makoto de los inicios (algo que también les sentaba muy bien) demostraron que han evolucionado hacia una mayor contundencia en el sonido. Los temas de su único largo publicado sonaron de hecho mucho más coléricos, enérgicos y rotundos. La base rítmica es ahora más atronadora, los riffs de guitarra más poderosos y la voz de Toño Villar más grave y con un deje más desgarrado y profundo, acercándose al tono de ese pedazo de vocalista que es Kutxi de Marea. Esta evolución en el sonido es la que caracteriza también a sus nuevas canciones, esas que formarán parte de su próximo E.P. “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, que también aprovecharon para presentar ante el público. Curiosamente, es el tema del que más se ha hablado últimamente, su versión del “Cigarettes” de Russian Red, el que más cojea dentro del gran tono general, tal vez porque precisamente no es una composición propia. Pero ni siquiera se puede considerar un lunar, en un concierto de diez. Un concierto en el que también quedó demostrado que esa actitud inherente al rock y sobre todo a los directos de rock, traducida como sudor, desparrame de energía, saltos, gritos, salvajismo y éxtasis, en definitiva vitalidad y alma, es algo que tampoco jamás se podrá disfrutar en un concierto adscrito al movimiento gafapástico modernil musical; y esto amigos míos, es lo que hace de géneros como el rock, el punk o el garage algo tan necesario, para escapar en forma de grito, de berrido y de patada en los cojones, de la monotonía y las miserias imperantes en nuestras vidas.
Cuando a principios de este 2011 que ya va tocando a su fin, cayó en mis manos el disco debut del nuevo proyecto de ese amante de la música, entusiasta e infatigable al desaliento, que es Nano -ex Habeas Corpus y capo del sello discográfico independiente Lengua Armada, que lleva más de diez años luchando por publicar toda esa música de verdad, que tan difícil salida tiene en el mercado actual-, también tras una primera escucha supe que estaba ante uno de los mejores discos de rock españoles del año. A diferencia del sonido más directo e inmediato de Lex Makoto, en “El extraño disfrazado de normal”, Deniro se han centrado en la creación de un sonido mucho más elaborado, con melodías muy cuidadas y cargadas de matices. Un rock melódico que no obstante también bebe del rock clásico de los 70´s y del conocido como sonido Seattle de los 90´s. Diferente en la estructura, mucho más dramático, pero igual de enérgico y adictivo. En este caso, la capacidad de enganche se consigue por medios distintos: lo elaborado y evocador de sus letras -en este aspecto se lleva la palma la soberbia “Una pregunta indiscreta”-; la intensidad de la voz de William Miller, que no sólo canta con una suficiencia abrumadora, sino que además interpreta de una forma muy dramática y emotiva los diferentes temas del grupo y posee una presencia imponente en el escenario; y la vibrante ejecución de unas melodías que fluyen coherentes y sinceras, sin caer en los tópicos excesos del rock épico, que suelen acabar provocando una insufrible falta de credibilidad. A conseguir este equilibrio entre contundencia y dramatismo, entre intensidad y sutileza, contribuyen evidentemente unos músicos como la copa de un pino. Además de los ya mencionados, Nano (guitarra rítmica) y Will Miller (vocalista), Deniro está formado por los excelentes Óscar Sánchez a la batería, Alberto “Niño” a la guitarra (todo un virtuoso de las seis cuerdas que ya nos había deleitado con su buen hacer en “Nancy Hole”, uno de los grandes grupos de rock patrios, sin duda) y como no, Julio de Ska-P al bajo, quien en directo desparrama una contundencia brutal, llevando gran parte del peso del grupo, algo que en el disco no se nota tanto, por estar su innata pegada mucho más contenida.(FE DE "RATA": como bien habréis podido comprobar o comprobaréis al leer los comentarios hechos sobre esta reseña, que aparecen al final de la misma, he metido un gambón que ni los de Huelva: Julio desde hace unos meses ya no es el bajista de Deniro, sino que es Frank Iván. Además de un lector anónimo y de mi amigo Rubén de El Club de Música, que me advirtió de mi error el día después de escribir esta crónica, hasta el propio Frank Iván ha tenido a bien corregirme. Siento mucho el error, sobre todo porque como bien dice en su comentario el nuevo bajista de la banda: es "otro corazón" el que ahora marca el ritmo de forma superlativa en el grupo y hay que reconocerle pues su mérito, que es enorme. Siento también haber tardado varios días en corregirlo, pero espero que sepáis perdonar a este pecador de vida disoluta. Gracias a todos por vuestros comentarios y sobre todo, gracias a ti, Frank, por sacarme de mi error de una forma tan educada. Y enhorabuena por tu desparrame de energía, talento y actitud.)
Este concierto lo abrieron con el único tema instrumental de su primer disco, la explosiva “Nueva Queen” -que volvieron a tocar en el bis final-, que sirvió de preludio a la salida en escena de un Will que impolutamente vestido, se desató como una furia hasta el final del bolo, bien flanqueado por unos también arrolladores Nano y Julio. Sería difícil citar los temas más destacados dentro del gran tono general, pero para mí, merecen especial mención el ya citado “Una pregunta indiscreta” junto con la rotunda “Secta” y las más eléctricas “Arde” y “Normandía”. En el repertorio incluyeron también un par de temas nuevos, que continúan con la línea marcada por la banda hasta la fecha. Una línea fundamentada en el cuidado y elaboración de las melodías y que demuestra que el rock nacional está en un gran estado de forma. Otra cosa bien distinta es que buena parte de los “gurús musicales” de este país no tengan el más mínimo interés en prestar atención a este tipo de bandas, por salirse de los cauces establecidos. Menos mal que las penas con pan (ese que se hornea con trabajo y esfuerzo en locales de ensayo de mala muerte y que luego sabe y suena a gloria), son menos penas.
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