domingo, 30 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (EILEN JEWELL)



Concierto celebrado el pasado Domingo 23 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno.

Si tuviese que asociar o relacionar la música de Eilen Jewell con una estación, sin duda el Otoño sería la elegida, porque las melodías de la norteamericana huelen a tierra mojada, pintan paisajes bucólicos coronados por cielos rojizos llenos de pinceladas grises en forma de nubarrones, saben a bourbon añejo y suenan al chisporroteo de las  hojas secas quemadas en una hoguera. Digo esto, porque desde hace tres años, tiendo a asociar la llegada a la capital de las primeras madrugadas frías, la caída de las hojas caducas y las primeras lluvias otoñales, con la visita de la dulce Eilen a España para deleitarnos con un nuevo trabajo. En Otoño del 2009 fue “Sea of tears”, en octubre del 2010 presentó “Butcher Holler (A Tribute to Loretta Lynn)” y este año le ha tocado el turno a su último disco publicado hasta la fecha: “Queen of the minor key”, donde una vez más (y mira que parecía difícil) la elegante vocalista de Idaho, ha vuelto a superarse.
Para los que no sepáis nada de la señorita Jewell y de los soberbios músicos que la acompañan en sus grabaciones y directos, os remito a que leáis la crónica que el año pasado escribí sobre su anterior concierto en la capital, donde ya comenté sus cualidades estilísticas y sus dotes musicales, más que nada para no volver a repetirme. Aquí os dejo un resumen de dicha reseña:

De aspecto frágil e indefenso y tímida hasta decir basta, Eilen Jewell volvió a crecerse en torno a su prodigiosa voz, su saber estar y un encanto personal innato, ofreciendo de nuevo, al igual que había hecho hace tan sólo un año en esta misma sala, un concierto inmenso. Pero, y es de ley decirlo, Eilen Jewell no sería la que es ni alcanzaría las altas cotas de excelencia que logra en sus actuaciones en directo, si no fuese gracias a esos escuderos de lujo que la acompañan: el baterista Jason Beek, el contrabajista Johnny Sciascia y por encima de todos, esa bestia parda de las seis cuerdas que es Jerry Glenn Miller. Con esa presencia y saber estar que sólo los más grandes poseen y tocado con su sempiterno sombrero de cowboy, Miller una vez más volvió a ser el centro de atención en muchísimos momentos del concierto, tocando de forma exquisita todos los palos por los que transita como brisa cálida la música de Jewell: música de raíz americana, folk, country, rockabilly e incluso surf, haciendo que por momentos el espíritu del maestro Dick Dale sobrevolase la sala cuando hizo salir chispas de su amada guitarra. Sigo pensando que este enorme guitarrista merecería ocupar con letras mayúsculas los mismos titulares que también por méritos propios copa la propia Eilen, y es que, vuelvo a insistir, la exquisita cantante norteamericana sin él, no sería ni la mitad de grande de lo que es.
El sonido etéreo logrado por estos excelentes músicos dotó de empaque a la ya de por sí fabulosa voz de una Jewell, más dulce y delicada que nunca, que volvió a desparramar esa tristeza poética de la que dota a todas y cada una de las letras de sus canciones.
En esta última visita, Eilen y compañía centraron su repertorio en sus nuevas canciones. Unos temas en los que por supuesto vuelven a predominar los sonidos de folk rock de clara raíz americana y vuelve a haber una clara presencia de los géneros que mejor domina la banda: el country -“Reckless”-, el rockabilly -“Radio City”- y el surf -la divertida “kalimotxo” que compuso Eilen tras probar esta bebida en Euskadi y que es una especie de revisión del “Tequila” de The Champs-. La diferencia pues, con respecto a trabajos anteriores, radica en el tono mucho más arenoso, oscuro y árido de este disco, en el que se incorporan sonidos con aires fronterizos, sutiles toques de Delta Blues y retazos de un primitivo y anguloso R&B -“Hooked”-, además de toda una gama de matices de clara raíz jazzística -“I remember you” y “Only you”-. La predominancia de una mayor crudeza en las letras y las melodías, no es óbice en cambio para que estas canciones suenen mucho más movidas, con más ritmo y con un plus de energía, con respecto a los temas pasados (a excepción de la que para mí sigue siendo la cima interpretativa de la norteamericana, su versión de un “Shakin all over” que volvió a sonar impresionante en una tanda de bises memorable, en la que Eilen pidió al público que le hiciese cualquier petición, mostrándose una vez más, amable, cercana y muy cariñosa, con un público que año tras año le profesa una admiración cada vez mayor), sin perder ni un ápice de elegancia ni de carga poética por el camino, lo que supone ese salto de calidad al que hacía referencia al principio de este texto.
No quiero terminar este texto sin volver a resaltar la excelencia de un Jerry Glenn Miller que volvió a desparramar su talento a lo largo de una actuación en la que dio toda una lección de cómo tocar la guitarra, abarcando todo tipo de géneros con una suficiencia abrumadora. Impresionante fue sobre todo su dominio del slide, creando un compendio de mágicas y etéreas atmósferas, complemento perfecto para la hermosa voz de Jewell.
Un lujo, vaya.


jueves, 27 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (COPILOTO Y ULTRANOL)



Concierto celebrado el pasado Sábado 22 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 75 personas aproximadamente.

La cara que se me debió de quedar cuando vi y escuché a Alberto Iniesta, alias Ultranol, en la prueba de sonido, debió ser todo un poema, porque varios compañeros sabiendo por un lado, lo mucho que detesto el tipo de música (por llamarlo de algún modo) que los gafapastas denominan electropop luminoso y colorido (y que yo defino como “blandi-pop”, “tonti-pop”, “pop de chupete y piruleta” o “¿pop qué no te callas?”) y por otro, que las canciones del  propio Alberto no sólo no están englobadas dentro de esta corriente, sino que además, digámoslo de forma educada al menos de momento, son regularcitas; me comentaron que no fuera muy cabrón al escribir sobre su concierto, porque el chaval era muy buena gente y no se merecía un salvaje rapapolvo de los míos. Y voy a ceder en parte.
Primero porque efectivamente, Alberto es uno de esos tipos que tienen una cara de buena persona que tira “pa´ tras” (o mejor dicho pa´ lante), amable, educado, todo lo simpático que su timidez le permite ser, e inseguro y algo deslavazado en sus movimientos (en la onda del personaje que hizo popular al bueno de Pepe Viyuela), lo que le hace parecer a los ojos ajenos como un ser entrañable (un bonico del to´ en toda regla, vaya) despertando un alto grado de simpatía e incluso condescendencia hacia él. Segundo porque tiene un apellido, que con sólo oírlo o leerlo me evoca un estado de felicidad tan superlativo, que a su vez me genera cierto estado de complacencia hacia su persona e incluso hacia las circunstancias musicales que le rodean.
Tercero porque opino de corazón que no tiene tanta culpa el “artista” como aquellos que lo encumbran a él y a su obra. Me explico. Alberto es una persona que se ha puesto a componer una serie de canciones con ganas e ilusión. Unas canciones que pese a su alto grada de amateurismo y su escasa calidad, para su suerte, han sido elogiadas y apoyadas desde diferentes medios y sellos independientes, lo que le ha permitido finalmente publicar varios E.P.´s y llegar a tocar en directo en salas con tanta solera como El Sol. Digamos que es algo parecido a lo que viene ocurriendo en el mundo del arte en general en el último siglo, donde tipos como Piero Manzoni han conseguido triunfar con obras como sus tristemente famosas “Mierda de artista”, que no son otra cosa que unas latas en las que el italiano metió sus propios excrementos, diciendo que eso eran obras de arte. Lo que podría haber sido una frikada de Manzoni sin mayor trascendencia, sin embargo se ha convertido a mi modo de ver, en un negro lunar en el mundo de la historia del arte, debido a los culpables que le han ensalzado a él y a esta “obra”. De hecho, estas “Mierdas de artista” se encuentran en museos tan relevantes como el Museu d’Art Contemporani de Barcelona, el centro Georges Pompidou de París, la TATE Gallery y el MOMA de Nueva York y en el año 2007 se llegaron a pagar en una subasta 124.000 euros por una de estas latas de mierda (nunca mejor dicho). Por tanto, que unas canciones compuestas por un tipo como Alberto, que bien podrían haber sido sólo un pasatiempo para él y como mucho ser tocadas para cuatro amigos o familiares en algún cumpleaños o cita navideña, hayan acabado teniendo una relevancia mayor, repito, no es tanto por su culpa, sino como por la de todos aquellos que se la han querido dar (que son unos cuantos).
Y cuarto, viendo a Alberto sobre el escenario tembloroso, casi tiritando, equivocándose a diestro y siniestro, con una chuleta con lo que decir entre canción y canción que casi se le cae al suelo, debido a los nervios de tener que tocar en directo, aunque tan sólo fuera ante unas treinta personas (muchas de las cuales eran amigos, familiares y conocidos) que eran las que había en la sala cuando él salió al escenario, ya me pareció bastante mal trago, como para encima yo hoy aquí ponerle a caer de un burro.
Pero sin llegar a ceder del todo.
Primero, porque yo me he caracterizado por decir siempre lo que pienso, sin dejarme influenciar por modas y corrientes de opinión (normas de la casa). Por eso pese a que la mayoría de medios independientes encumbren y doren la píldora a artistas y grupos como Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Pereza, Astrud o La Casa Azul, por poner sólo algunos ejemplos, yo desde aquí siempre he cuestionado el éxito de los mismos por parecerme que sus propuestas musicales no poseen la calidad que desde otros sitios se les presupone. Debido a esto, queridos lectores no puedo por menos que decir la verdad del asunto, o al menos mi verdad, que no es otra que Ultranol y sus canciones, son una mierda pinchada en un palo.
Segundo, porque solistas y bandas como este Ultranol y otras muchas del mismo palo como la ya mencionada La Casa Azul, Zipper, Band á part, Papá Topo, Elodio y los seres queridos y así hasta el infinito y más, poseen un gran apoyo y reconocimiento desde la mayoría de medios conocidos como independientes de este país. Lo que me lleva a pensar en por qué, tanto yo (el burro siempre delante) como otros compañeros, músicos y melómanos de gusto exquisito, debemos ser condescendientes con Ultranol y compañía, por el mero hecho de pensar que como su música es tan mala, no deberíamos hacer leña del árbol caído; cuando luego existe toda una corriente de opinión ensalzándoles y poniéndoles por las nubes. Porque no creáis que en la mayoría de medios independientes, ante las canciones sin ritmo ni gracia, insulsas, con letras de parvulario y melodías de “casiotone” de Ultranol, se limitan a decir por aquello de tener que ser políticamente correctos (algo que a mi me la pela, como bien podéis comprobar; claro que yo no vivo de la publicidad de sellos, promotoras ni discográficas como ellos): “hombre, Alberto debe mejorar” o bien “bueno, todavía está un poco verde” o “sus canciones tienen un toque amateur que al menos les da cierta frescura”. No, qué va. Para ellos todo lo que huela y sepa a su jodido indie pop gafapástico (y si es moña y cercano al gayerismo -popper pop- mejor que mejor) es la hostia en verso, a la altura como poco de los Conciertos de Brandemburgo del mismísimo Bach. Así en webs como Jenesaispop no se cortan en decir cosas tales como: “al fin, su gran himno de presentación, esa metacanción llamada ‘Cortando y pegando’, a la que sólo falta incluir la palabra ´Ultranol´ para ser perfecta” o en blogs como Señor Pollo otras como: "´La técnica destroza la música pop´ (maqueta de Ultranol de 2008) la forman tres canciones con personalidad propia, que destacan por su colorido y divertido ritmo, un ritmo que se desliza cual pingüino sobre hielo por bases electrónicas y que harán las delicias de más de un poper@. A destacar la primera canción con la cual se inicia la maqueta, ´Cortando y pegando´. Esperemos que el proyecto de Ultranol tenga una continuidad en el tiempo y no se deje aparcado como tantos otros, sería una tremenda pena, pues calidad y dotes tiene el muchacho” o en su myspace que entre sus influencias se encuentran entre otros: “Phil Spector, Brian Wilson, John Lennon, Damon Albarn o Paul McCartney”. Dado que desde estos medios se tira del halago desmesurado y de la mentira (lo de Wilson, Lennon, Phil Spector y compañía me ha llegado al alma), no puedo por menos que contraatacar con la realidad: Ultranol no hace metacanciones, sino canciones que parecen compuestas por un niño pequeño; “Cortando y pegando” no es ni de lejos perfecta, sino una muestra de lo mal compositor que es Alberto, que utiliza unas bases obsoletas, aburridas y planas, posee una voz amanerada falta de fuerza, vigor y personalidad y escribe unas letras ñoñas y vacías sin ningún atisbo de poesía, ironía, elegancia ni sustancia; sus canciones no son coloridas ni tienen ritmo, sino que son insulsas y plomizas, aunque sí reconozco que harán las delicias de todos esos poperos que se corren con toda canción que incluya patitos de goma, algodoncitos de azúcar, sugus de colores o fresones coloraditos en sus letras; calidad y dotes tiene muy pocas o ninguna y si la persona que ha escrito que su música está influenciada por grandes maestros como los arriba citados se cree sus propias palabras, es o porque no tiene ni puta idea ni la más mínima vergüenza o porque se ha pegado tal empacho de edulcorantes tras escuchar las letras de estos grupos amoñados (patrocinados por la Azucarera Española) que ha perdido el norte.
Tercero, porque aunque como ya he dicho antes en este artículo, Alberto es el que menos culpa tiene de que sus canciones hayan sido ensalzadas por determinados medios, eso no le exime de la crítica, desde el mismo momento que ha decidido sacar discos y subirse a escenarios. Que uno ya es mayorcito para saber sus propias limitaciones, virtudes y defectos y al igual que yo me expongo al elogio o al insulto al escribir en este blog sobre música, de forma pública, dejando que la gente opine sobre mis mierdas, él también debe saber que como cualquier otro músico hijo de vecino, puede ser criticado. Porque igual que hay gente que paga 124.000 euros por una mierda enlatada y gente que goza con temas como “Patitos de goma” (por favor, os encomiendo a que veáis el videoclip en youtube, porque no tiene desperdicio), también queda gente como yo, que le tiraría la lata de mierda a la cabeza al que es capaz de pagar tal cantidad de dinero por ella y consideramos “elefantadas” como Ultranol, poco más que una tomadura de pelo.
Y cuarto, porque a bandas como La Casa Azul, Astrud, Papá Topo e incluso al propio Ultranol se les da un trato de favor y prioritario en la mayoría de medios independientes de este país (porque ya se sabe que las modas y las corrientes mayoritarias mandan y si te desmarcas de las mismas, o es porque eres un romántico, o un gilipollas o alguien que no se va a comer un colín o lo que es lo mismo, alguien que no va a hacer caja -en mi caso se cumplen todos estos requisitos-) y en cambio a grupos como The Steepwater Band, quienes tocaron también esta misma semana en El Sol dando un conciertazo como la copa de un pino, no se les hace ni puto caso en dichos medios, por no estar de moda, por practicar un género como el blues rock pantanoso y primitivo que según ellos, ya está obsoleto y no ofrece nada nuevo desde hace años. Y es que queridos lectores, a diferencia del resto de Artes donde todavía se respeta a los clásicos y a los viejos maestros, en el mundo de la música se va a toda hostia y pobre de todo aquel al que se le ocurra desparramar su talento a través de géneros o estilos que entroncan con las raíces del pasado, porque en el mundo cool, gafapástico e indie actual, lo degüellan. Porque ahora lo moderno es ensalzar “cosas” como los chirridos provocados por los cachivaches de gente como Los caballitos de Dusseldorf, porque aunque sean una puta mierda que ni el que más los haya alabado tenga los cojones de escuchar en casa            -porque una de dos, o se volvería loco del stress o se pegaría un tiro-, hacen según los gurús de la información musical patria, un “sonido nuevo y atrayente” (en realidad, un ruido que suena a Spectrum viejo cargando un juego y lo más que te atrae es a coger un rifle y cargarte a cuatro hijos de perra desde la ventana de tu casa alegando posteriormente un estado de enajenación mental transitoria). En cambio si eres una banda de rock añejo, aunque tengas una calidad excelsa, para estos mismos gurús no serás más que un producto que ya huele a rancio y por tanto no merecerás ni el más mínimo de sus comentarios. La realidad en cambio es que mientras que The Steepwater Band te provocan lágrimas de emoción y felicidad, Ultranol y similares, te provocan lágrimas de rabia y tristeza.
Conclusión: si en general este tipo de propuestas fuese tomada como lo que es, un pasatiempo entre friki y divertido, lo aceptaría de buen gusto, puesto que yo mismo no puedo negar que el amateurismo, el humor blanco y la estética tan kitsch que suele rodear a estos grupos, me provoca cierta complacencia y hasta algo de gracia. Pero si se toma como una vertiente artística seria y se ensalzan unas virtudes que en el fondo no existen, pues están supeditadas a un envoltorio de formas tirando a simplistas, he de reconocer que por ahí no paso. Aunque claro está, y pese a mis críticas, siempre respetaré la máxima de que para gustos colores y para poperos caramelitos de todos los colores.
Después de la actuación de Alberto Iniesta, todo lo que viniese a continuación estaba convencido de que me iba a sonar y a saber a gloria. Y pese a que en su anterior visita a El Sol allá por Mayo de 2009, Copiloto (Javier Almazán) y su Círculo de Confianza (los músicos que componen su banda) no me dejaron ni mucho menos un buen sabor de boca (de ellos dije algunas de estas lindezas: “Quizás sea un insensible, pero a mí me emocionaba más el tartamudeo nasal -debido a los baches, las zanjas y las irregularidades del terreno- del copiloto Luis Moya dictando órdenes a Carlos Sáinz, que cualquiera de las canciones interpretadas por estos otros ´Copilotos´. De hecho, no había escuchado una letra tan horrible como la de ´Marta habla en inglés, habla francés, habla italiano y descansa en el piso de su padre en verano´ -hay que tener cojones- desde la visita a El Sol de Yani Como y su canción dedicada a los sugus amarillos de sabor a limón -que también hay que tener cojones-“), lo cierto es que en esta ocasión (quizás también debido como ya he señalado antes, a que todo lo que sonase después del desbarajuste a Ultranol, iba a parecer mucho mejor de lo que probablemente era) me sorprendieron desde el principio, para bien. Y es que los aragoneses, dos años después se muestran mucho más rodados en directo, mucho más compenetrados, más inspirados y también bastante más enérgicos. Es cierto que todavía siguen teniendo retazos de aquel espíritu bastante blandito y un tanto amoñado de sus primeras composiciones, pero no es menos cierto, que es evidente que los temas del nuevo disco que presentaron esta noche: “El inicio, el desencanto y el círculo de confianza”, poseen aires más cercanos a un pop adulto y maduro, con melodías mucho más vibrantes y complejas, letras más elaboradas y una mayor presencia de las guitarras con riffs en muchos casos, poderosos y contundentes. Digamos que salvando las distancias, Copiloto en una buena parte de sus nuevas canciones -“Salvar el Día”, “El Modelo de Watson y Crick”, “Lista de Convocados” y sobre todo en la brillante y luminosa “Se lo Tengo que Decir”- desarrollan un sonido con un plus de energía que antaño no existía, cimentado en unas melodías atrayentes por la importante gama de matices que poseen, que por momentos recuerda a unos Coldplay (salvando las distancias) que ayer lo petaron en Madrid presentando su nuevo disco. El resto del disco sigue sonando no obstante a un más de lo mismo -pop un tanto monótono y con muy poca capacidad de sorpresa-, aunque debido a la mejor actitud de la banda sobre las tablas, adquiere un plus de efectividad que hace dos años Copiloto no conseguía alcanzar en sus directos. El bueno de Almazán comentó al concluir su concierto que si a los asistentes les había gustado, hablaran bien de ellos a sus amigos y que si les había disgustado, obviasen lo acontecido. Yo, Javier, no quiero obviar ni lo uno (la evidente mejoría de la banda en directo, la mayor madurez de vuestro sonido y el salto de calidad que habéis conseguido en vuestro nuevo álbum) ni lo otro (todavía falta una mayor energía en vuestros directos y en los medios tiempos seguís pecando de cierta desidia que desengancha al público). No obstante, hay que reconocer que la banda ha progresado adecuadamente.




lunes, 24 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (PAUL COLLINS BEAT)


Concierto celebrado el pasado Viernes 21 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: casi lleno.

Diez meses han pasado desde la última visita de Paul Collins a El Sol. Diez meses en los que muy pocas cosas han cambiado: el norteamericano en aquel concierto presentó al público de la capital el que es hasta la fecha su último disco publicado -“King of the power pop!”- (primer trabajo de Paul tras doce años de sequía) y ahora de nuevo, volvió a centrar su repertorio en estos nuevos cortes, en los que entronca directamente con aquellos grandes tiempos de The Nerves, The Breakaways y The Beat; también de nuevo volvió a ofrecernos una larga, intensa y enérgica actuación; por supuesto, nos deleitó una vez más con sus temas (o mejor dicho himnos) pasados más conocidos, reconocidos y venerados; y como no, estuvo como siempre, amable, cercano y agradecísimo con el calor mostrado por un público que le reconoce como lo que es: el puto amo del power pop. Son tantas las semejanzas de hecho, con su anterior concierto celebrado en esta misma sala, que para no repetirme en exceso, os dejo directamente el enlace de la crónica que escribí en aquella ocasión:http://chulonizate.blogspot.com/2010/12/desconciertos-paul-collins-beat.html
Y como no hay nunca dos bolos totalmente idénticos, os cuento ahora de forma rápida las similitudes y diferencias más evidentes de este concierto con respecto al que dio en Diciembre del año pasado. Paul Collins volvió a comenzar su actuación con la máxima intensidad. De hecho, en esta ocasión abrió con uno de sus temazos más potentes: “Don´t wait up for me tonight”, dejando bien a las claras que la cosa iba a ir en serio desde el principio.  Su voz en esta ocasión en cambio, sonó mucho más nítida que nunca, más pulcra y menos rota, lo que unido a un sonido, también por decirlo de algún modo, más pop y menos power, hizo que las nuevas canciones tuviesen un aroma más “popero” que “rockero”, lo que no es ni mejor ni peor, sino diferente. Bien es cierto que la intensidad y dramatismo logrados en su última visita, en la que un problema de garganta hizo exprimirse de cojones al bueno de Paul, no se llegaron a alcanzar en esta actuación, donde incluso la banda también se mostró un pelín más acomodada, o lo que es lo mismo, menos contundente. En los grandes temas -“I still want you”, “Hunging on the telephone” “All over the world”, “Diferent kind of girl” y la ya mencionada “Don´t wait up for me tonight”-, la mayoría de ellos interpretados en la recta final y en unos bises (hubo dos tandas) brutales, las cosas fueron como de costumbre: memorables y muy emotivas. Y es que Paul Collins Beat no entiende de malos días, ni siquiera de días regulares. Lo suyo es una apuesta segura que se mueve dentro un baremo que abarca de la excelencia al notable alto como poco. Y en esta ocasión, fue de sobresaliente.

viernes, 21 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (THE STEEPWATER BAND)



Concierto celebrado ayer en El Sol (Madrid). Público: 120 personas aproximadamente.
Antes de centrarme en el aspecto meramente musical del conciertazo que ayer dio The Steepwater Band, me gustaría resaltar una preocupante realidad: el rock cada vez tiene menos tirón en nuestro país. Sin remontarme mucho más lejos, hace dos o tres años tan sólo, bandas del calibre de los de Chicago solían arrasar cuando giraban por España. De hecho en su última visita a esta misma sala allá por el 2009, el trío provocó un llenazo y apneas veinticuatro meses después y pese a presentar disco nuevo -“el acojonante “Clava”- no han sido capaces ni de llegar a la media entrada. Esta reflexión en voz alta, no es más que una forma de compartir con vosotros la profunda tristeza y desolación que me provoca que el género (con todas sus variantes) que más ha hecho por la música en el último siglo, esté viviendo un momento tan aciago. Mientras tanto, lo petan “artistazos” del calibre de La oreja de Van Gogh, Juan Magán o Don Omar, que por si no lo sabíais están dentro del Top 10 de la lista de Los Cuarenta Principales de esta misma semana. Así están las cosas… Inexplicablemente. Y como no quiero encabronarme más, voy directamente ya a hablaros de MÚSICA de la de verdad, como la que nos regalaron ayer en dos horas mágicas de concierto, los americanos The Steepwater Band.
Vaya por adelantado: la excelencia mostrada por Massey, Winters y Bowers en el pasado, hacía muy difícil imaginar que en el futuro pudiesen alcanzar cotas más altas de las ya logradas en trabajos como “Dharmakaya” (2004), “Revelation Sunday” (2006) o “Grace and Melody” (2008). Pues bien queridos amigos, con este nuevo “Clava” lo han conseguido. The Steepwater Band suena ahora mucho más dura, más poderosa, más enérgica y muchísimo más contundente (y repito, mira que era difícil). Esto es debido en gran parte a que los nuevos temas -las demoledoras “Remember the taker”, “Out on love” y “Vanishing girl”, las áridas “Come on down” y “Love never ends” y esa maravilla que bebe directamente del maestro Neil Young que es “Meet me in the aftermath”-, pese a que siguen sonando a genuino rock americano, tienen ya muy poco de los matices sureños y bluesísticos que caracterizaban sus anteriores entregas. Y es que en “Clava”, los de Chicago han decidido primitivizar un sonido, que ahora se ha tornado más denso, cavernoso, granítico y profundo. Las melodías son ahora por tanto mucho más sólidas y abruptas, dando como resultado un compendio de canciones en las que no hay cabida para las concesiones. Sólo rock en estado puro, duro como la piedra. Canciones en forma de balas disparadas por un cañón sólido como el acero. A lograr esta mayor solidez han ayudado por un lado, la mayor contundencia (caña bruta, pero que muy bruta) con la que toca ahora sus instrumentos la sección rítmica de la banda     -Joe Winters la batería y Tod Bowers el bajo- y un más que perceptible cambio en el timbre de voz de un Jeff Massey, que canta ahora de forma mucho más intensa y desgarrada, en la onda de Bryan Adams e incluso del Joe Cocker más visceral. Mención especial merece la mayor presencia de las guitarras del propio Massey en los nuevos temas, adquiriendo todo el protagonismo, gracias a una colección de riffs estratosféricos que me dejaron extenuado. Viéndole tocar, contagiado de los sonidos que él mismo generaba y alcanzado un éxtasis casi místico, me convencí una vez más de que hay pocas cosas más hermosas que contemplar el rostro de un guitarrista, cuando está desparramando su alma a través del cuerpo de su amada guitarra. ¿O acaso no se os viene a la mente (y al alma) el rostro de Hendrix con los ojos cerrados alcanzando la liberación de su espíritu, cada vez que escucháis uno de sus temas? Pura delicia, queridos lectores. Como pura delicia fue la guinda que nos regalaron en un bis emocionante en el que rindieron tributo a uno de sus grandes referentes, Neil Young, haciendo una soberbia versión de la maravillosa “Like a hurricane”. Colofón a una actuación impresionante, en la que los nostálgicos vimos reforzada nuestra idea de que es imposible que algo tan hermoso como el rock, pueda llegar a desaparecer jamás.



jueves, 20 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (GELO NUTOPIA)



Concierto celebrado ayer en El Sol (Madrid). Público: más de ½ entrada.
El vocalista de quien toma nombre este grupo madrileño, inició este concierto en solitario, únicamente acompañado de su guitarra acústica y como no, de una voz que ya restalló intensa y poderosa. Este prólogo o preludio ya dejó bien claro que es precisamente Gelo el alma del grupo, y su voz, el punto fuerte del mismo. A continuación saltaron a escena el resto de miembros que dan forma a estos “Nutopia” en la actualidad, y ya en formato banda comenzaron a ejecutar los temas que componen el que es su primer E.P. publicado: “Reflexiones”, más toda una serie de temas que no han tenido cabida de momento en esta grabación y algunos que ya formaron parte de las maquetas: “Nutópolis” y “Rompecabezas”.
El grupo practica un estilo en clara consonancia con el pop/rock en castellano de bandas como Los Piratas o Los Enemigos de la época en que grabaron el visceral y musculoso pero a la vez poético “Gas” allá por 1996. Gelo Nutopia gana enteros en los temas más acelerados y rockeros y se vuelve un tanto monótono en las canciones más pausadas, donde se muestran más predecibles, con menos recursos y más alienados, siendo las melodías demasiado parecidas entre sí. La gran voz de Gelo, eso sí, suena rotunda en todas las composiciones, erigiéndose con fuerza sobre la parte instrumental y dando un mayor empaque al conjunto final. Una voz nítida, pulcra, potente y algo desgarrada, que parece el resultado de aunar a su vez las voces de Iván Ferreiro y el gran Josele Santiago; siendo su intensidad una de sus mayores virtudes.
El resultado final fue por tanto positivo, porque aunque es cierto que la propuesta musical del combo afincado en la capital no es la hostia, no es menos cierto que no funciona nada mal. A eso hay que añadir que destilan muy buenas vibraciones sobre el escenario, mostrándose simpáticos, cercanos y entrañables. 


miércoles, 19 de octubre de 2011

NOVEDADES ("EL EXTRAÑO DISFRAZADO DE NORMAL")



DENIRO
“El extraño disfrazado de normal”
Lengua Armada

ROCK MELÓDICO (4 ESTRELLAS)
Tras cuatro años de andadura, la banda afincada en Madrid, ha publicado por fin su esperado primer disco. Y lo cierto es que la espera ha merecido la pena, porque han firmado un trabajo de rock fresco y potente, con un sonido y una producción excelentes, cimentado en unas melodías muy cuidadas -gracias al buen hacer de Nano a la guitarra rítmica, que lleva casi todo el peso de las composiciones de forma sutil, casi sin hacer ruido, pero dotando de empaque a todo el conjunto; fabulosamente secundado por Óscar Sánchez a la batería y Julio (Ska-P) al bajo-, con claras influencias del rock de los 90´s y del sonido Seattle -algo patente sobre todo en los punteos del guitarra solista Alberto “Niño” (Nancy Hole)-, unas letras en castellano soberbias y una intensidad y dramatismo arrebatadores, debido sobre todo a las encorajinadas ejecuciones de su vocalista Will Miller, que desgarra su alma en cada canción, recordando y mucho a grandes nombres como Vedder o Cornell. Destacan la sobria y rotunda “Secta”, la oscura “Una pregunta indiscreta” y las eléctricas “Arde” y “Normandía”, dentro del gran tono general de este disco, más que recomendable.

martes, 18 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (THE BRIGHT Y TUYA)



Concierto celebrado el pasado Sábado 8 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: ¾ de entrada. 

Vaya por adelantado: Tuya se ha convertido ya en “Mío”, vamos, en uno de esos grupos que voy a seguir muy de cerca, porque con esta actuación me sorprendió, me engatusó y me acabó noqueando hasta caer rendido a sus pies. Mira que el chico prodigio David T. Ginzo ha hecho ya cosas importantes, como ser músico de acompañamiento de Anni B. Sweet o Sidonie, formar parte de Catpeople y de los apabullantes Lüger o ser miembro fundador de Templeton; pues bien, ninguno de estos logros es comparable al que ha conseguido con el que es su primer proyecto personal de verdad: estos Tuya, que al menos hasta el momento han conseguido alcanzar la excelencia en el que es su primer y único disco publicado hasta la fecha, el E.P. “Own”, corroborada en este maravilloso directo. Bien es cierto que Tuya no es sólo David (o Jimmy como se le conoce también), sino un póker de ases que se completa con estos otros tres musicazos: Brian Hunt, Diego Gonsálvez y Héctor Ngomo (que se erigió como uno de los grandes pilares del grupo gracias a la potencia que imprimió a su bajo). Si a esto le añadimos que durante este concierto les acompañó en varios temas como invitada la propia Anni B. Sweet, o lo que es lo mismo, Ana López, protagonizando unos duelos vocales con el propio David de los que quitan el hipo, pues poco más se puede añadir. Bueno sí, hay que añadir mucho más en realidad. Entre otras cosas, la enorme calidad de la propuesta musical de esta banda, que mezcla con acierto la visceral y sofocante atmósfera sonora de bandas como Lüger (que evidentemente ha marcada a David) enraizada directamente con el género del post rock, pero cercana también al noise, a la distorsión e incluso a una especie de psicodelia densa y casi claustrofóbica; con la luminosidad del pop que por ejemplo practica la propia Anni; y con unos quiebros y requiebros en las intensas melodías -ora calmadas, ora abruptas-  siempre sorprendentes. La voz de David también se mueve como pez en el agua, al igual que la parte instrumental, por varios derroteros: unas veces es dulce y cálida, otras grave y colérica y otras enloquecida y rabiosa, asemejándose en el plano tonal en general a la voz del cantante de Clap your hands say yeah, Alec Ounsworth. Todo ello al servicio de un sonido apabullante, resultado de la batalla que decenas de capas sonoras mantienen en cada tema de Tuya, a cada cual más complejo y enrevesado y  por ello también, a cada cual más atrayente y sugerente. Como la saturada “Dark dawn”, la desequilibrada “The bag”, la emotiva “Pictures & flowers” y el enloquecido y tenso trinomio que componen “Blur”, “Focus” y “Struggle”. En definitiVa, una ralladura maravillosa que esperemos siga evolucionando en el futuro, para nuestro deleite.
Unos The Bright como los que visitaron El Sol en Noviembre del año pasado en formato dúo, elegantes, intensos y luminosos, gracias a la perfecta armonía que resultó de la conjunción del talento de Myriam y Aníbal (y de nadie más); hubiesen logrado como poco igualar la calidad de los predecesores Tuya. Pero The Bright ya no es lo mismo que hace un año. Se parece, pero no es lo mismo. El reconocimiento más mayoritario que han ido alcanzando (y que se merecen, ojo) les ha permitido pasar de tocar en salas pequeñas (el año pasado tocaron tan sólo ante cuarenta personas en este mismo local) a tocar durante todo el verano en un sinfín de festivales ante grandes audiencias. Esto no digo yo que sea malo, pero es indudable que ha provocado una serie de cambios en su estilo, en el clima íntimo y seductor de sus directos y en la forma de ejecutar sus canciones, que a mí en general me han resultado menos satisfactorios. Todos estos cambios vienen a su vez marcados por el hecho de que el otrora dúo, ahora toca en formato banda, con batería, teclados y bajo. Y es la inclusión de estos nuevos instrumentos lo que a mi modo de ver ha provocado que se pierda gran parte de la magia que conseguían lograr Aníbal y Myriam cuando únicamente eran ellos los que salían a escena. Y es que, pese a que ahora The Bright ha ganado en contundencia y hace más ruido, ha perdido buena parte de sus señas de identidad: la voz de Myriam destaca mucho menos dentro de este formato banda, los exquisitos matices de la guitarra de Aníbal también son ahora menos evidentes y en definitiva han perdido emotividad. Digamos que su folk/rock de clara raíz americana ahora suena más a rock con pegada, pero es precisamente esta pegada la que ha delimitado la originalidad de su sonido primigenio y les ha vuelto más monótonos y predecibles. No obstante, The Bright siguen siendo muy buenos. Los temas de “Soundtrack for a Winter´s Tale” (que de momento sigue siendo su único disco publicado) siguen resultando más que apetecibles para los oídos y los nuevos (que algunos cayeron) también fueron más que correctos. Aníbal sigue dejándonos momentos soberbios a las seis cuerdas y Myriam sigue poseyendo un magnetismo brutal en escena (de hecho se nota que ha ganado en confianza y se muestra mucho más dinámica y felina sobre las tablas). Por tanto, no seré yo quien diga que The Bright no sigue siendo un sólido ejemplo de buen hacer, pero tampoco puedo negar el hecho de que la magia que rodeó otras actuaciones anteriores suyas a las que yo tuve el privilegio de asistir, se ha perdido un poco por el camino. Una magia que de todos modos estoy convencido que sigue ahí latente, porque cuando versionaron de forma soberbia la no menos soberbia “Ring of fire” volvieron a emocionarme como siempre habían hecho. Como emocionante fue el breve encuentro que tuve con Aníbal al concluir el concierto, que hete aquí, ha resultado ser charrito como un servidor y es un tipo cercano, amable y humilde. Y con un talento de la hostia, dicho sea de paso. 



domingo, 16 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (FRANK T Y LA TOSTADORA SOUND CORPORATION Y THE SOUL COMMANDERS)



Concierto celebrado el pasado Viernes 7 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 30 personas.

Si a la crisis en que vivimos inmersos, que entre otras muchísimas cosas ha provocado que la afluencia de público a las salas de conciertos baje notablemente, le añadimos que el concierto del bueno de Frank T y compañía se programó casi a última hora (por problemas ajenos al Sol y a los propios artistas) y que por tanto no fue muy publicitado, nos encontramos con la triste realidad de que tan sólo treinta personas acudiesen a esta más que interesante cita.
Como los chicos no lloran, tienen que pelear (joder, siempre había querido meter esta mierda en alguno de mis textos), corramos un tupido velo (y ésta, y ésta) y centrémonos en los aspectos meramente musicales de la velada.
Los primeros en saltar a escena fueron The Soul Commanders. Esta banda afincada en Madrid se sustenta sobre todo en la gran voz de su vocalista Penélope, que ya bajo el álter ego de Ikah ha grabado dos largos en solitario: “Calma” (2006) y “Buenas intenciones” (2009). Ataviada con un elegante vestido y luciendo con clase unos zapatos de tacones estratosféricos, Penélope derrochó sensualidad y saber estar al interpretar con fuerza y firmeza las canciones que conformaron el setlist del grupo. Su voz grave, contundente y poderosa se erigió por encima de unas melodías, también perfectamente ejecutadas por el resto de músicos. Con dos piernas como columnas dóricas, rematadas no obstante con las siempre femeninas hojas de acanto corintias, decorando el centro de su poderoso capitel en forma de caderas, Penélope sabe ejercer un potente y atrayente magnetismo hacia su figura incólume, cuando canta. Y matizo cuando canta, porque es sólo en esos momentos (en los que cierra los ojos y desparrama su alma a borbotones a través de sus labios) cuando borda sus movimientos: gráciles, femeninos, sutiles, pícaros o dramáticos dependiendo del tono del corte interpretado y multiplica su belleza y encanto. En cambio, al dirigirse al público entre canción y canción, Penélope pierde la tensión interpretativa, se relaja, se siente a gustito, se olvida de ese papel de dama del soul que intenta labrarse con esfuerzo, soterra su sutilidad y feminidad y se nos muestra como una chica de barrio que habla casi a gritos, con expresiones tirando a chabacanas y utilizando unos recursos gestuales más propios de la verdulería del mercado que de un escenario. La diosa pues, en cada una de sus “divinas intervenciones” (algunas le faltó sólo terminarlas con un “¿me entiendes?” para hacerme vomitar) entre tema y tema, se transformaba en como mucho lozana villana (de villa, ojo) ante mi atónita mirada; lo que provocó que cada vez fuese menos creíble su papel de musa inalcanzable en cada nuevo corte interpretado.  El mito acabó cayendo tanto que cuando concluyó su actuación y apareció entre el público sin tacones, tocada con unas manoletinas planas, la otrora reina de corazones (de cualquier corazón que hubiese querido) se pareciese más una Cenicienta a punto de ponerse a barrer el suelo de la sala. En estos momentos aproveché para saludarla y felicitarla por su actuación (que pese a este pero fue la hostia, que conste) y me quedé con ganas de comentarle que debería intentar pulir sus pequeños defectos, porque virtudes le sobraban. Pero la vi tan sonriente, tan alegre, tan fundida por haberse dejado la piel en escena, que no me atreví. Así que lo hago ahora en la distancia: Penélope, en el escenario, céntrate en cantar, siéntete siempre musa y entierra tu vena de barrio. Y te aseguro que el resultado final será mucho mejor. También ayudaría a mejorar dicho resultado el que el resto de miembros del grupo se ataviasen convenientemente en los días de concierto. Porque no es lo mismo un grupo de rock, de garage, de punk, de grounge, de death metal o de hardcore, por poner sólo algunos ejemplos, que una banda que practica el neosoul (y más con la elegancia con que lo hacen estos Soul Commanders). Por eso no estaría de más que los músicos vistiesen en consonancia con su estilo. Porque chirría demasiado ver a una cantante femenina en primera fila deliciosa y elegante y en segundo plano a un tipo con pintas vallekanas, a otro con pantalones cagaos y a otro ataviado como si fuese a hacer botellón al parque. Igual que chirriaría ir a un concierto de unos hipotéticos “punkarras” “Chuminos sangrientos” y en vez de ver a tipos con crestas y cueros, encontrarnos con un cantante vestido como un “Borjamari” cualquiera. Las cosas son así, y pese a que yo detesto modas e imposiciones, hay que reconocer que la imagen marca el éxito de una banda y es muy importante. Y al igual que es más creíble escuchar un “Resist” escupido por un tipo lleno de tatuajes, sucio, fornido y hecho un animal (Grande Cavalera), también es más creíble escuchar una versión elegante y sutil de Erykah Badu, interpretada por unos músicos vestidos con camisa impoluta y no con una camiseta dada de sí. Imágenes a parte, el estilo de este combo es de altura. Practican un soul moderno, sugerente y sutil, con mucha clase y plagado de exquisitos matices (Funk, R&B). En su repertorio incluyen toda una serie de acertadas revisiones de temas de artistas como la ya citada Erykah Badu, Common, Jill Scott, Beyoncé, The Roots…, con un elemento en común: todas son canciones emotivas y elegantes. Destaca sobre todo la guitarra de Mario García, que sin embargo en un par de temas en los que el grupo intenta incluir también el hip hop como parte de su estilo (algo que no pega nada), se arrancó como MC de forma casi bochornosa, rapeando sin garra, con un ritmo en el fraseo muy pobre y una voz muy floja. Otro pequeño borrón que The Soul Commanders deberán solucionar en el futuro. Un futuro que no obstante se me antoja prometedor.
A continuación saltó a escena el padrino del Hip Hop patrio, Frank T. A estas alturas de la película el carismático MC ha conseguido a base de esfuerzo y talento ganarse un reconocimiento y un respeto más que merecido e incuestionable. Lejos en cambio de acomodarse, de vivir de las rentas o de repetir fórmulas, Frank T siempre intenta renovarse y dar una nueva vuelta de tuerca a su sonido. Por eso en 2010 publicó “Soy una tostadora”, disco en el que introdujo toda una serie de bases propias, complejas, novedosas y con un cariz eminentemente electrónico. Por eso menos de un año después, ha decidido revitalizar sus canciones más conocidas, acompañándose por un quinteto de músicos excepcional –Luis Fuente “Pájaro” a la guitarra, César Merino al bajo, Sergio “Serch” a la batería, “Rob Vendetta” a los teclados y Gabriel Casanova al órgano, piano y sintetizador-, que toma precisamente su nombre de su último largo publicado.  La Tostadora Sound Corporation está formada por varios miembros de los acojonantes Fix This y por tanto imprimen un ritmo endiablado a los fraseos de Frank T, eminentemente soulero y con mucho groove. Pero no queda ahí la cosa. También introducen muchos toques rock, punk y hasta psicodélicos formando un crisol sonoro potente y muy bruto que da mucho más empaque a unos temas que ya de por sí sonaban poderosos gracias a la grave y profunda voz del señor T. Destacó por encima de todo el conjunto, el atronador bajo de César que llevó todo el peso de las bases y estuvo inmenso de principio a fin. En cuanto a Frank T, volvió a dar toda una lección sobre el escenario de saber estar, de cómo controlar el ritmo y el tempo del concierto, de cómo captar la atención del respetable y por supuesto de cómo rimar con pulso, soltura y poderío, interpretando de forma excepcional un setlist memorable -destacaron “Nuevo ser”, “La verdad”, "Paco", “La gran obra maestra”, “Mañana” y las acojonantes “Humor negro” y “Desfase”- que se nos hizo hasta corto. Y es que al final, Frank T seguirá siendo quién es, pero siempre mejorado.



sábado, 15 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (THE UGLY BEATS)



Concierto celebrado el pasado Viernes 30 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: más de ½ entrada.

Cuando escucháis o leéis (como es el caso) que para referirse a algo o a alguien, se usan los adjetivos feo y sucio, por lo general tenderéis a pensar que ambas palabras tienen connotaciones negativas. De hecho vivimos en un mundo en el que la sociedad es adoctrinada, empujada y guiada a alcanzar esos ideales impuestos que rigen nuestro día a día: belleza, delgadez, juventud eterna, tetas gordas, rabos largos, bronceados perennes, dientes tan blancos que hasta brillan en la oscuridad, manicuras a lo peli porno decorando las típicas “manos pajeras”, ingles, huchas y sobaqueras depiladas…; porque evidentemente para conseguirlos hay que consumir mucho de muchas cosas: cremas, depilaciones, leches corporales (de las que vienen en bote, ojo), dietas, barritas energéticas, alimentos con fibra (que suelen ser los más caros), yogures caganderos, ropa de marca, peluquería, manicura, productos de higiene dental, operaciones de cirugía, implantes, rayos uva… Todo para no salirnos de los márgenes y modelos impuestos por las grandes empresas, difundidos en forma de machaconas campañas publicitarias a través de las más importantes empresas de comunicación del mundo. Por eso cuando montáis en el metro o en el autobús o cuando vais paseando por la calle veis montones de clones de uno de esos referentes actuales: Cristiano Ronaldo (chavales peinados con su crestita perfectamente fijada con altas dosis de gomina, pendientes imitando a brillantes, ropa “casual”, bronceado, brillo aceitoso en la cara y tableta de a doscientas abdominales por día) y montones de clones de esos otros modelos a seguir: la fauna femenina que abunda en realities y programas del corazón (princesas de barrio de cabelleras oxigenadas; pearcings de oro en labios, cejas y lengua; aros de tamaño estratosférico también de oro en las orejas; wonderbras realzando pechugas que pugnan por escapar de esa talla menos aunque sea por la espalda; taconazos y plataformas que provocan esos andares tan “femeninos” como de pingüino borracho cojo, que acaban siempre a altas horas de la noche en bolsas y mochilas, siendo sustituidos por zapatillas cómodas por unas usuarias que terminan con más rozaduras que el chumino de una puta de Montera el fin de semana; ropa ajustadísima y complementos -cinturones, bolsos, colgantes…- lo más grandes y brillantes posibles y con la marca bien visible para que todos podamos apreciar lo buenas que son las imitaciones del mercadillo). Pero hay muchos más cánones de nuestro siglo: el moderno gafapastas, la latina exuberante a lo Jennifer López (aunque una dominicana o colombiana pese noventa kilos llevará puestos unos pantalones ajustados y una blusa o camiseta marcalorzas y resaltaglobos), la modernata con gafas enormes y faldas y blusas heredadas de su bisabuela, los patagambas enfundados en pantalones pitillo y abrigados por chaquetas a lo grupo británico de moda (The Strokes´ style) y un sinfín más. Todos buscando con mayor o menor acierto alcanzar los pilares que marcan nuestra sociedad: ser guapos, ser delgados, tener éxito y tener reconocimiento social. Todos tan alejados de los cánones de varios de los géneros musicales -rock, garage, punk- donde menos importancia se ha dado precisamente a conceptos como el de la belleza, la perfección formal, el culto al cuerpo o a seguir los cánones de la moda imperante. Con respecto a estos conceptos ya había escrito yo en el pasado la siguiente reflexión: “los más grandes de la música han sido y son feos: Janis, Jagger, Bowie y Mercury y sus respectivos dientacos, Townsend y su narizota, Malcolm y Angus, Iggy, Rod Steward y tantos y tantos otros. Digamos que tienen un sex-appeal acojonante, que muchos poseen un carisma que puede llegar a provocar pasiones, pero guapos lo que se dice guapos no son. Y los que sí lo han sido como Morrison y Kobain parecieron intentar de todas las maneras posibles afearse para no ser la excepción que confirmase la regla: el primero convirtiéndose en un barbudo hombre lobo y el segundo dejando que los chorretes de mierda aliñasen su pelo, vistiendo ropas holgadas y desaliñándose hasta decir basta. Lo que pasa es que los genios son capaces de seducirnos pese a no poseer esa belleza clásica tan buscada a lo largo de los siglos. Y por eso un sólo golpe de cadera de Iggy, una sonrisa bravucona de Rod o una pose diabólica de Jagger son más seductoras y atrayentes que la peonza Bisbal dando doscientos giros seguidos de 360º mientras sus ricitos cortan el viento”. En la actualidad lo feo y lo sucio cada vez está menos de moda. Quizás por eso el rock no vive un buen momento y cada vez es menos mayoritario. Pero quizás también por eso, las miles de bandas sucias y feas que todavía siguen poblando cada rincón del planeta, nos parezcan a los “outsiders” que seguimos queriendo escapar de la mierda imperante alienante, mucho más auténticas y meritorias que hace unas décadas y las disfrutamos con más pasión que antaño. Los tejanos The ugly beats son una de esas grandes bandas. Un grupo que hace honor a su nombre y golpea con pasión y pulsión casi salvajes y que por supuesto está compuesto por cuatro tipos feos y una dama encantadoramente fea también, tanto que se torna irresistible en las distancias cortas cuando te sonríe y te susurra con su acento 100 % americano “¿cómo estaus guapou?”. Hacedores y valedores de un sonido sucio, abigarrado, infernal, pegajoso, abrasivo, exento de pureza, de belleza formal, de supuestas perfecciones de esas que en realidad suenan siempre a lo mismo y están faltas de vida, sudoroso y sexual. O lo que es lo mismo: de un sonido humano, atrayente, adictivo y real como la mierda que impera en nuestro mundo. Un sonido que huye de lo convencional y de las modas. Que huele a habitación revuelta tras una noche de sexo salvaje, que sabe a braga empapada y que suena al “Go ahead, make my day” de Harry el Sucio. Un deleite para todos aquellos que sabemos que lo realmente sublime es la imperfección; que tras tintes, operaciones, maquillajes, postizos, ensaladas y anabolizantes se esconden seres humanos que sufren como el resto de mortales, que viven con nuestros mismos miedos y temores y que en el fondo están deseando cometer los mismos pecados que nosotros. Y es que por mucho que quieran vendernos que tenemos que ser ovejitas guapas y lustrosas que se acomoden a la desastrosa situación económica y política actual sin decir ni mu (mejor dicho, sin decir ni beeeeeee) a ritmo de bulería, bulería; lo cierto es que ese lobo que llevamos dentro y que sólo algunos dejamos salir de vez en cuando (éste es el problema principal) nos hace que acabemos identificándonos con esos “malos” que acaban haciendo lo incorrectamente correcto para ellos, como ese jodido cabrón que es Santos Trinidad, soberbiamente interpretado por José Coronado en “No habrá paz para los malvados” y que tengamos deseos de desatar nuestras pasiones más pecaminosas: sudar, bailar, follar y emborracharnos con bandas sonoras auténticas y pasionales de fondo, como lo son las canciones de estos The Ugly Beats.
Los americanos surgieron en 2003 de las cenizas de la formación eminentemente surf The Sir Finks y desde entonces han golpeado con fuerza tanto en sus discos: “Bring on the beats!” (2004), “Take a stand” (2007) y “Motor!”(2010) -que es el que han venido a presentar en esta gira española-; como en sus salvajes directos. Si os digo que es un grupo beat con claros aires sixties que además suena garagero, rockero y con trazas de punk, estaréis pensando que se trata de una banda revival que mezcla varios estilos y que tal vez no aporte nada nuevo. Pero ahí es donde os equivocáis, porque The Ugly Beats ha conseguido aplicar con éxito la siguiente fórmula a sus composiciones: hacer impredecible lo predecible. Algo que consiguen al mezclar géneros e influencias de manera eficaz y sorpresiva, plagando las melodías de matices que provocan que el oyente nunca pueda predecir que va a ser lo siguiente que va a encontrarse. Así una canción puede empezar con un ritmo sesentero para luego derivar en una melodía de rock vigoroso con la inclusión de unas potentes guitarras, pasar a tener una base rítmica totalmente punk y terminar en éxtasis psicodélico. Todo ello por supuesto supeditado a la búsqueda de un sonido eminentemente sucio, salvaje y primitivo en la onda de las mejores bandas de tradición garagera. Todo ello formando un batiburrillo esplendoroso en el que las potentes bases rítmicas y la actitud del quinteto en escena son eminentemente punks, las guitarras indómitas y afiladas son fundamentalmente rockeras, el sonido pegajoso es principalmente garagero y las melodías, matices y el órgano tocado por Jeanine son claramente sixties y beben directamente del sonido mod de grandes bandas como The Who. En el plano vocal, hay que destacar la aportación de todos los miembros de la banda en momentos puntuales haciendo unos coros y acompañamientos sobresalientes, pero por encima de todos el que lleva la voz cantante es el también guitarrista Joe Emery, que en los temas más vigorosos recuerda y mucho a Billie Joe Armstrong de Green Day (“Girl on the brain”) y en los más psicodélicos al gran Sam Andrew de Big Brother and The Holding Company -sí, la banda en la que despuntó Janis Joplin- (“KO´D” y sobre todo en la maravillosa versión que hacen del “Filthy Rich” de los acojonantes garageros holandeses de los sesenta The Outsiders). Todo ello al servicio de un directo visceral y salvaje en el que cayeron temas antiguos y nuevos -trallazos todos de poco más de tres minutos- formando un repertorio impoluto en el que se me hace muy difícil destacar unas canciones por encima del resto. Deciros que fundamentalmente desgranaron su último largo: el ya mencionado “Motor!” y que uno de los momentos más emocionantes para mí fue cuando versionaron “I´ll make you happy” de The Easybeats, canción que me hizo recordar a mis añorados Fortune Tellers que también solían interpretarla en sus directos de forma soberbia. Ya que acabo de hacer referencia a una banda patria, sería injusto no mencionar que en muchos momentos por actitud, sonido y vigorosidad también me recordaron a esos otros bestias sobre el escenario que son Doctor Explosión. Vamos, que nos ofrecieron un conciertazo de esos que se te quedan marcados a fuego en las tripas y que sirvió para corroborar el buen ojo que tiene Greg Kostelich de The Cynics que es quien ha publicado todos sus discos en su sello Get Hip Records. Una gozada que concluyó con un servidor departiendo amigablemente con unos músicos que se volcaron con el público que acudió a verles mostrándose amables, cercanos, simpáticos y agradecidísimos. Y es que queridos lectores, estos feos son muy pero que muy guapos.
Por cierto, perdón por la chapa de hoy, pero es que los caminos de la fiebre son inescrutables. 


jueves, 6 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (NICOLÁS Y LOS PAPELES DEL GOBIERNO)



Concierto celebrado el pasado Jueves 29 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 80 personas aproximadamente.

Aviso para navegantes: en esta crónica, reseña, texto o mierda (según se mire) que hoy escribo -y suscribo-, voy a repartir unos cuantos mandobles, mamporros e incluso hostias verbales (por qué no decirlo), al hablar del concierto que Pastoriza y compañía dieron este pasado jueves en la capital. Y lo cierto es que antes de ver su actuación no me imaginaba que fuese a ser así, porque a priori existían muchos motivos que me hicieron pensar que este bolo iba a ser de mi agrado: Pastoriza es un buen letrista; Iván Ferreiro me parece una de las mejores voces del pop patrio de los últimos años y pese a algún desencuentro con su obra, siempre me han atraído la mayoría de proyectos en los que se ha embarcado; Novoa es un gran músico y Ricardo Moreno además de ser un tipo encantador, es uno de los bateristas con más clase que yo haya visto tocar en directo. Sin embargo, queridos lectores, las expectativas del gozo quedaron sumidas en un pozo de agua “sabora” tirando mucho más a agria que dulce. Y lo peor de todo es que las expectativas de los propios músicos tampoco se cumplieron, ya que sufrieron en sus propias carnes el tener que tocar ante un público muy escaso (unas ochenta personas) pese a tener una lista de invitados que superaba incluso en número al de las personas que finalmente acudieron a esta cita. Si a esto le añadimos que en las postrimerías del bolo, de las ochenta personas que había al principio, quedaron tan sólo poco más de cuarenta, parece evidente que no debo de ser yo el único que pensó que en el concierto hubo más fallos que aciertos.
Ya en los primeros compases de la velada en los que cayeron: “La canción del telonero” y “Los papeles del gobierno” ambas pertenecientes al segundo largo en solitario de Pastoriza: “El niño con la raqueta en el espejo” (que precisamente presentaba esta noche al público de la capital), y que ha publicado tan sólo unos meses después de “Hoy le disparé al presidente y otras canciones de amor” (su primer LP), se vislumbró que como la cosa no mejorase mucho, el final del cuento no iba a ser feliz. Y es pese a que estos dos cortes poseen unas letras más que atrayentes y unas melodías amables, fácilmente degustables (siguiendo la tónica general de las composiciones más recientes del músico gallego), pecan de ese mal endémico que por desgracia está jodiendo el pop español de los últimos lustros: son plomizos, planos y monótonos. Las siguientes: “El día del eclipse”, “Surf nocturno” y “Té de Ceyland” (pese a lo emotivo de las circunstancias que la rodean: la madre de Nicolás falleció mientras grababa este tema) no hicieron más que corroborar los malos augurios. Sonaron desganadas y aburridas como la pobre voz del propio Pastoriza, que para qué vamos a engañarnos, entre sus virtudes no tiene la de ser un buen vocalista, e interpreta como si le costase cantar, como haciendo un insufrible esfuerzo de arrastre para extraer las notas de su garganta. Y faltas de vida en lo meramente instrumental, porque las correctas ejecuciones de estos “papeles del gobierno” (a excepción de Ricardo que mantuvo el tipo durante toda la actuación dando toda una lección de clase y fuerza con las baquetas) no fueron más que eso: correctas; pero les faltaron empaque, ritmo, pulso, tempo y sobre todo sangre.
A estas alturas, mi mente comenzó una vez más a pensar que parece evidente que en España se ha ensalzado en demasía a determinados grupos y artistas patrios englobados dentro de eso que tantos hemos dado en denominar como música pop independiente. Y como mi mente suele ser inquieta y traviesa, rápidamente encontró una nueva etiqueta para definir el género al que pertenece este nuevo trabajo de Pastoriza: el TEDIPOP.
No obstante, justo es decir que cuando subió a escena la hermosa violonchelista Iría Arnesto para interpretar junto a la banda los temas “Electricidad” y “El mar de la tranquilidad” -buenas canciones que se erigieron poderosas sobre la morralla-, la cosa subió de nivel. Los matices y la energía se multiplicaron creando un oasis placentero de melodías más calurosas que escaparon de la alienación general en el que también debemos englobar “La bola extra” (canción de la época en que Nicolás estaba al frente de La Marabunta, que interpretó con acierto un Coque Malla invitado para la ocasión, que sí supo insuflar ese brío que debe tener todo buen vocalista y que Pastoriza no logra alcanzar) y “Bailando en el ambulatorio” -donde por fin Iván Ferreiro adquirió un papel protagonista (el resto del concierto se mantuvo en un discreto segundo plano tocando el piano y haciendo coros) y nos regaló una soberbia interpretación cimentada en su poderosa y atrayente voz-.
Para los bises quedaron una correcta “Anoche en el Berbes” (versión de “Waterloo Sunset” de The Kinks) y “Su majestad en la guillotina” que bien puede servir para definir el tono general del concierto: un ejercicio de pop de ejecuciones correctas y arreglos brillantes, pretencioso en la forma, pero que en el fondo encierra una vacuidad aburrida e irritante. 




martes, 4 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (WATCH OUT)


Concierto celebrado el pasado 24 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 120 personas aproximadamente.

Watch Out fueron los elegidos para actuar en la fiesta de presentación de Groove Spain, que nace con el afán de convertirse en la mejor y más especializada tienda on-line de música negra de nuestro país, algo que no me extrañaría que acabara consiguiendo, puesto que detrás de su bien elegido nombre, se esconde a su vez otro nombre, el de Josué VinylCat, que además de ser un tipo cojonudo y un gran selector musical, es un trabajador incansable que se esforzará al máximo por conseguir todas esas joyas y rarezas de géneros como el funk, el soul, el jazz -y una lista mayor que sin duda se irá ampliando en el futuro-, que cualquiera de nosotros esté buscando. Desde aquí por supuesto, le deseamos la mejor de las suertes.
Volviendo a Watch Out, deciros que pocas novedades hubo en este concierto con respecto al que nos regalaron hace apenas cinco meses en esta sala (podéis leer la crónica que hice del mismo pinchando en este enlace: http://chulonizate.blogspot.com/2011/04/desconciertos-watch-out.html).Vamos, que volvieron a arrasar con su derroche de buena música, con su gran presencia escénica, con su despliegue de fuerza y con sus frenéticos ritmos de funk y soul bailongo y dinámico, poniendo una vez más (y van…) la sala patas arriba. Y para colmo, la siempre eficiente Cris López estuvo un puntito por encima con respecto a visitas anteriores, mostrándose mucho más sexy, hermosa (no te cambies nunca tu huracanada melena rizada) y avasalladora sobre el escenario (se lo comió literalmente)  y logrando unos registros vocales que cada vez la asemejan más a la eterna Amy Winehouse (que ya es decir y salvando no obstante las distancias, que las hay). En definitiva, una apuesta segura.