martes, 16 de agosto de 2011

DESCONCIERTOS (LA NUEVA CARNE Y VÍCTOR LEFREAK)


Concierto celebrado el pasado Jueves 30 de Junio de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 100 personas aproximadamente.




Coincidiendo con La Semana del Orgullo Gay, celebración que año tras año va perdiendo cada vez más su originario sentido reivindicativo y quedándose tan sólo en una celebración meramente lúdica, sinónimo de desparrame, desbarre, ruido, toneladas de basura, cortes de tráfico, olor a meados en todo el puto centro de Madrid y de todo un anecdotario que va desde comidas de polla en plena vía pública a chorras exhibidas desde las balconadas de casas y hoteles, pasando por rompimientos de ojete en portales y callejones oscuros; que seamos sinceros, cada vez nos toca más los ovarios y los cojones al resto de la población que tenemos que compartir este sin sentido que perdió el suyo hace ya mucho tiempo; se programó en El Sol este concierto especialmente pensado para atraer al público gay de la capital.

No me gusta tirar de estereotipos ni de generalidades del tipo: todos los gays son unas “locas”, todas las lesbianas son unas “camioneras”, todos los gays están de acuerdo con estas celebraciones, la mayoría de gays tienen un gran gusto a la hora de vestir y dedican mucho tiempo a cultivar su físico, etc, etc. Porque dentro de esta comunidad hay de todo como en el resto de comunidades o grupos sociales. Por tanto, sería un error decir que al amplio abanico de público gay que hay en nuestro país le gusta la música de gente como Víctor Lefreak o La nueva carne. En cambio, sí que hay que reconocer que este tipo de “artistas” son seguidos eminentemente por un público que en el 90% es gay, y que realizan un tipo de música que por estilo, letras, guiños, vestuario, estética y complicidad, está precisamente destinada a este estrato concreto de público. Un estilo que suele cimentarse en unas bases musicales electrónicas trasnochadas y pachangueras cercanas al techno-pop de los 80’s, sin evolución ni renovación. Unas letras que buscan los dobles sentidos, los mensajes reivindicativos directos, toques picantes por aquí y por allá y que tienen de poético lo mismo que el famoso “Andreíta, cómete el pollo”, de Belén Esteban. Unos guiños basados en los más que manidos “ay, maricón que te como...”, “estás divino de la muerte” y cosas así. Un vestuario en el que predominan los cueros ceñidos, las camisetas que dejan entrever torsos desnudos y las botas de cuero rollo gótico o siniestro. Una estética que es una especie de evolución amanerada del estilo oscuro propio de los ya citados siniestros, en la que priman los pelos cardados, los tintes, el exceso de maquillaje, la brillantina y las lentillas de colores. Una complicidad que se basa en el orgullo de pertenecer a un mismo colectivo, que no obstante, vista desde fuera, cada vez provoca más la sensación de que si por ejemplo, yo fuese homosexual, no querría estar representado por muchos de estos guiños y retrógrados estereotipos que desde el propio colectivo se fomentan y ejecutan hasta la extenuación. En definitiva, un espectáculo que suena mal y huele aún peor (a cerrado para ser más explícitos). Pero vayamos por partes.

Víctor LeFreak es un madrileño que hace lo que la mayoría de “artistas” de su “gremio”: música electrónica de bases obsoletas, ritmo anodino, nada novedosa ni innovadora y tirando a pachanguera. Con unas letras horripilantes que pretenden tener un punto “in” y reivindicativo, pero que se quedan en un agua de borrajas ajada y descorazonadora. Su voz es insulsa, por no decir fea, y su sentido del ritmo es nulo. Para rematar la faena, su estilismo es para mear y no echar gota. Viste de negro, con unos pantalones de traje y con una camiseta de licra ajustada que sirve para mostrarnos con más detalle sus ya de por sí generosos michelines y sus ya de por sí exuberantes lorzas (para los que me conozcáis os diré que son similares a los míos, de buen calibre, vaya) y remata la jugada con unas botazas negras de cuero a lo “Terminator”. Vamos que pretende ser una especie de Raphael del siglo XXI y se queda en un “Bonico del To´” pero con pluma, mezclado con el Pozí, por su figura desgarbada y achaparrada, y por su forma de moverse en escena, que recuerda al quiero y no puedo de un abuelo en el baile de una boda, cuando le cambian del pasodoble a un reggaeton, por poner un ejemplo. El jodío no obstante, tiene los santos cojones de remarcar en su myspace que su música suena como Garbage, Marilyn Manson, Depeche Mode o Pet Shop Boys, cuando en realidad es una mierda de techno pop que canción tras canción repite el mismo puto ritmillo insulso, aburrido y trasnochado. También tiene huevos para decir que su estilo es Electrónica/Glam/Pop. ¿Electrónica porque ha grabado unas bases que recuerdan a la jodida bossa nova que sonaba en nuestros antiguos Casios? ¿Glam porque lleva lentillas de color azul? ¿Pop porque pretende imitar a Berlanga y a Fangoria con funestos resultados? Y una puta mierda. Las canciones que componen su único disco publicado hasta la fecha, el prescindible “Mi infierno personal”, no son ni glam, ni pop ni hostias. En realidad son un nuevo ejemplo de este subestilo de “Fuckin Gay Music” que sinceramente, es una tomadura de pelo que ya se está extendiendo demasiado en el tiempo.

En la presentación de La nueva carne se dijo textualmente que su show iba a constar de tres partes: una primera parte electrónica en la que ya dejaron entrever esa mentira tan del gusto de los artistas pertenecientes a la órbita de la FGM (os recuerdo, “Fuckin Gay Music”) y que consta en decir que son capaces de innovar todo tipo de estilos -copla, música gótica y pop, mencionaron entre otros- atacándolos desde su órbita petarda y refrescante (repito, MENTIRA). Una segunda parte en la que iba a acontecer un sensual y elegante streaptease por parte de la starlet Natalia (MENTIRA también). Y una tercera parte en la que dijeron que iban a acometer una serie de temas desde una órbita cercana al rock y al rockabilly de los años 50´s (MENTIRA Y CALUMNIA). Porque en realidad lo que paso fue lo siguiente. En la primera parte de su concierto, La nueva carne centraron su sonido en las raíces del FGM, esto es, tocaron un compendio de temas de techno pop trasnochado con letras insulsas en las que se repite el estribillo unas cien veces de media (y sino escuchad en youtube uno de sus “pelotazos estrella”: “Maquillaje hasta en el corazón”), cimentadas en la típica y tópica voz amariconada -por principios y por gusto- de Iván (el cantante del grupo), siendo el momento álgido y más gótico de la noche (según ellos mismos.... tiene cojones la cosas) su versión de “Mi novio es un zombie” de Alaska. Supuestamente, esta primera parte de su concierto sería una revisión por parte de la banda de sus primeros pasos en esto de la música (cuatro años atrás), en la que antes de evolucionar centraron su sonido en lo que desde la órbita de seguidores y plumillas de este tipo de formaciones se denomina Glam Rock con reminiscencias de los New York Dolls y estética andrógina y oscura (La nueva carne hace referencia a la película de Cronemberg del mismo título en la que analiza el miedo del ser humano al cuerpo y sus transformaciones, dando vueltas a la idea del horror corporal), tocando temas de su homónimo primer largo. Digo supuestamente, porque como ya he dejado bien claro, de glam lo único que hubo fue la estética cuidada de los miembros de la banda, y nada más; de rock un par de solos de guitarra bastante normalitos; y de electrónica, unas bases con una falta de originalidad y de fuerza, alarmantes. El anunciado como sensual y elegante streaptease de Natalia se quedó en un “despotrico sobre el escenario como una yegua salvaje y sin más miramientos te enseño mis tetas operadas, así a lo bestia, a cascoporro, para finalmente embadurnarlas de nata e irme cagando hostias por donde he venido”. O lo que es lo mismo, Natalia fue poco sensual, no acompasó sus movimientos -demasiado bastos- a la música que acompañó su actuación y ni sugirió ni sedujo. Vamos que fue un “enséñeme usted esas tetas” y poco más. Y la tercera parte del espectáculo, os recuerdo, anunciada como un compendio de canciones revitalizadoras del rock y el rockabilly de los 50´s, fue en realidad un compendio de temas de pop/rock de radiofórmula bastante pachangueros, que no obstante fue lo menos malo que nos ofreció La nueva carne durante la velada. Pero vamos que de rock y rockabilly ni el huevo. Con deciros que uno de los temas estrella de esta parte del directo fue una versión a “lo gótico” (palabras suyas) de “La bambola” de Patty Pravo os lo digo todo. Esta supuesta revisión del rock de los años 50´s que hizo La nueva carne, fue en realidad una revisión de temas de su segundo largo publicado: “13 historias de amor, locura y muerte” y de su reciente y último disco: “Adiós amigos”, donde al menos, los miembros de la banda han endurecido algo su sonido y han dejado de lado bastantes estereotipos típicos del FGM, siendo no obstante los pilares de este “movimiento” los que siguen marcando su música. En definitiva, una muestra más de lo alejada que suele estar la realidad de lo que se nos cuenta a través de hojas promocionales, myspaces y webs afines a muchos de los grupos españoles independientes. Así, nos va....

idea basada en el horror corporal del que el artista es precursor, y que sintetiza todo lo relacionado con el miedo del hombre ante la transformación física, lo psicológico, el cuerpo, la enfermedad...




1 comentario:

Anónimo dijo...

Joder, colega, te has quedado a gusto, pero no tienes ni puta idea... con haberte ido de la sala, ya está, ¿no? para empezar, la película de Cronenberg es Videodrome, plaeta y el cantante de La Nueva Carne no se llama Iván (por decirte sólo dos cosas...)