jueves, 6 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (NICOLÁS Y LOS PAPELES DEL GOBIERNO)



Concierto celebrado el pasado Jueves 29 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 80 personas aproximadamente.

Aviso para navegantes: en esta crónica, reseña, texto o mierda (según se mire) que hoy escribo -y suscribo-, voy a repartir unos cuantos mandobles, mamporros e incluso hostias verbales (por qué no decirlo), al hablar del concierto que Pastoriza y compañía dieron este pasado jueves en la capital. Y lo cierto es que antes de ver su actuación no me imaginaba que fuese a ser así, porque a priori existían muchos motivos que me hicieron pensar que este bolo iba a ser de mi agrado: Pastoriza es un buen letrista; Iván Ferreiro me parece una de las mejores voces del pop patrio de los últimos años y pese a algún desencuentro con su obra, siempre me han atraído la mayoría de proyectos en los que se ha embarcado; Novoa es un gran músico y Ricardo Moreno además de ser un tipo encantador, es uno de los bateristas con más clase que yo haya visto tocar en directo. Sin embargo, queridos lectores, las expectativas del gozo quedaron sumidas en un pozo de agua “sabora” tirando mucho más a agria que dulce. Y lo peor de todo es que las expectativas de los propios músicos tampoco se cumplieron, ya que sufrieron en sus propias carnes el tener que tocar ante un público muy escaso (unas ochenta personas) pese a tener una lista de invitados que superaba incluso en número al de las personas que finalmente acudieron a esta cita. Si a esto le añadimos que en las postrimerías del bolo, de las ochenta personas que había al principio, quedaron tan sólo poco más de cuarenta, parece evidente que no debo de ser yo el único que pensó que en el concierto hubo más fallos que aciertos.
Ya en los primeros compases de la velada en los que cayeron: “La canción del telonero” y “Los papeles del gobierno” ambas pertenecientes al segundo largo en solitario de Pastoriza: “El niño con la raqueta en el espejo” (que precisamente presentaba esta noche al público de la capital), y que ha publicado tan sólo unos meses después de “Hoy le disparé al presidente y otras canciones de amor” (su primer LP), se vislumbró que como la cosa no mejorase mucho, el final del cuento no iba a ser feliz. Y es pese a que estos dos cortes poseen unas letras más que atrayentes y unas melodías amables, fácilmente degustables (siguiendo la tónica general de las composiciones más recientes del músico gallego), pecan de ese mal endémico que por desgracia está jodiendo el pop español de los últimos lustros: son plomizos, planos y monótonos. Las siguientes: “El día del eclipse”, “Surf nocturno” y “Té de Ceyland” (pese a lo emotivo de las circunstancias que la rodean: la madre de Nicolás falleció mientras grababa este tema) no hicieron más que corroborar los malos augurios. Sonaron desganadas y aburridas como la pobre voz del propio Pastoriza, que para qué vamos a engañarnos, entre sus virtudes no tiene la de ser un buen vocalista, e interpreta como si le costase cantar, como haciendo un insufrible esfuerzo de arrastre para extraer las notas de su garganta. Y faltas de vida en lo meramente instrumental, porque las correctas ejecuciones de estos “papeles del gobierno” (a excepción de Ricardo que mantuvo el tipo durante toda la actuación dando toda una lección de clase y fuerza con las baquetas) no fueron más que eso: correctas; pero les faltaron empaque, ritmo, pulso, tempo y sobre todo sangre.
A estas alturas, mi mente comenzó una vez más a pensar que parece evidente que en España se ha ensalzado en demasía a determinados grupos y artistas patrios englobados dentro de eso que tantos hemos dado en denominar como música pop independiente. Y como mi mente suele ser inquieta y traviesa, rápidamente encontró una nueva etiqueta para definir el género al que pertenece este nuevo trabajo de Pastoriza: el TEDIPOP.
No obstante, justo es decir que cuando subió a escena la hermosa violonchelista Iría Arnesto para interpretar junto a la banda los temas “Electricidad” y “El mar de la tranquilidad” -buenas canciones que se erigieron poderosas sobre la morralla-, la cosa subió de nivel. Los matices y la energía se multiplicaron creando un oasis placentero de melodías más calurosas que escaparon de la alienación general en el que también debemos englobar “La bola extra” (canción de la época en que Nicolás estaba al frente de La Marabunta, que interpretó con acierto un Coque Malla invitado para la ocasión, que sí supo insuflar ese brío que debe tener todo buen vocalista y que Pastoriza no logra alcanzar) y “Bailando en el ambulatorio” -donde por fin Iván Ferreiro adquirió un papel protagonista (el resto del concierto se mantuvo en un discreto segundo plano tocando el piano y haciendo coros) y nos regaló una soberbia interpretación cimentada en su poderosa y atrayente voz-.
Para los bises quedaron una correcta “Anoche en el Berbes” (versión de “Waterloo Sunset” de The Kinks) y “Su majestad en la guillotina” que bien puede servir para definir el tono general del concierto: un ejercicio de pop de ejecuciones correctas y arreglos brillantes, pretencioso en la forma, pero que en el fondo encierra una vacuidad aburrida e irritante. 




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