domingo, 16 de octubre de 2011

DESCONCIERTOS (FRANK T Y LA TOSTADORA SOUND CORPORATION Y THE SOUL COMMANDERS)



Concierto celebrado el pasado Viernes 7 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 30 personas.

Si a la crisis en que vivimos inmersos, que entre otras muchísimas cosas ha provocado que la afluencia de público a las salas de conciertos baje notablemente, le añadimos que el concierto del bueno de Frank T y compañía se programó casi a última hora (por problemas ajenos al Sol y a los propios artistas) y que por tanto no fue muy publicitado, nos encontramos con la triste realidad de que tan sólo treinta personas acudiesen a esta más que interesante cita.
Como los chicos no lloran, tienen que pelear (joder, siempre había querido meter esta mierda en alguno de mis textos), corramos un tupido velo (y ésta, y ésta) y centrémonos en los aspectos meramente musicales de la velada.
Los primeros en saltar a escena fueron The Soul Commanders. Esta banda afincada en Madrid se sustenta sobre todo en la gran voz de su vocalista Penélope, que ya bajo el álter ego de Ikah ha grabado dos largos en solitario: “Calma” (2006) y “Buenas intenciones” (2009). Ataviada con un elegante vestido y luciendo con clase unos zapatos de tacones estratosféricos, Penélope derrochó sensualidad y saber estar al interpretar con fuerza y firmeza las canciones que conformaron el setlist del grupo. Su voz grave, contundente y poderosa se erigió por encima de unas melodías, también perfectamente ejecutadas por el resto de músicos. Con dos piernas como columnas dóricas, rematadas no obstante con las siempre femeninas hojas de acanto corintias, decorando el centro de su poderoso capitel en forma de caderas, Penélope sabe ejercer un potente y atrayente magnetismo hacia su figura incólume, cuando canta. Y matizo cuando canta, porque es sólo en esos momentos (en los que cierra los ojos y desparrama su alma a borbotones a través de sus labios) cuando borda sus movimientos: gráciles, femeninos, sutiles, pícaros o dramáticos dependiendo del tono del corte interpretado y multiplica su belleza y encanto. En cambio, al dirigirse al público entre canción y canción, Penélope pierde la tensión interpretativa, se relaja, se siente a gustito, se olvida de ese papel de dama del soul que intenta labrarse con esfuerzo, soterra su sutilidad y feminidad y se nos muestra como una chica de barrio que habla casi a gritos, con expresiones tirando a chabacanas y utilizando unos recursos gestuales más propios de la verdulería del mercado que de un escenario. La diosa pues, en cada una de sus “divinas intervenciones” (algunas le faltó sólo terminarlas con un “¿me entiendes?” para hacerme vomitar) entre tema y tema, se transformaba en como mucho lozana villana (de villa, ojo) ante mi atónita mirada; lo que provocó que cada vez fuese menos creíble su papel de musa inalcanzable en cada nuevo corte interpretado.  El mito acabó cayendo tanto que cuando concluyó su actuación y apareció entre el público sin tacones, tocada con unas manoletinas planas, la otrora reina de corazones (de cualquier corazón que hubiese querido) se pareciese más una Cenicienta a punto de ponerse a barrer el suelo de la sala. En estos momentos aproveché para saludarla y felicitarla por su actuación (que pese a este pero fue la hostia, que conste) y me quedé con ganas de comentarle que debería intentar pulir sus pequeños defectos, porque virtudes le sobraban. Pero la vi tan sonriente, tan alegre, tan fundida por haberse dejado la piel en escena, que no me atreví. Así que lo hago ahora en la distancia: Penélope, en el escenario, céntrate en cantar, siéntete siempre musa y entierra tu vena de barrio. Y te aseguro que el resultado final será mucho mejor. También ayudaría a mejorar dicho resultado el que el resto de miembros del grupo se ataviasen convenientemente en los días de concierto. Porque no es lo mismo un grupo de rock, de garage, de punk, de grounge, de death metal o de hardcore, por poner sólo algunos ejemplos, que una banda que practica el neosoul (y más con la elegancia con que lo hacen estos Soul Commanders). Por eso no estaría de más que los músicos vistiesen en consonancia con su estilo. Porque chirría demasiado ver a una cantante femenina en primera fila deliciosa y elegante y en segundo plano a un tipo con pintas vallekanas, a otro con pantalones cagaos y a otro ataviado como si fuese a hacer botellón al parque. Igual que chirriaría ir a un concierto de unos hipotéticos “punkarras” “Chuminos sangrientos” y en vez de ver a tipos con crestas y cueros, encontrarnos con un cantante vestido como un “Borjamari” cualquiera. Las cosas son así, y pese a que yo detesto modas e imposiciones, hay que reconocer que la imagen marca el éxito de una banda y es muy importante. Y al igual que es más creíble escuchar un “Resist” escupido por un tipo lleno de tatuajes, sucio, fornido y hecho un animal (Grande Cavalera), también es más creíble escuchar una versión elegante y sutil de Erykah Badu, interpretada por unos músicos vestidos con camisa impoluta y no con una camiseta dada de sí. Imágenes a parte, el estilo de este combo es de altura. Practican un soul moderno, sugerente y sutil, con mucha clase y plagado de exquisitos matices (Funk, R&B). En su repertorio incluyen toda una serie de acertadas revisiones de temas de artistas como la ya citada Erykah Badu, Common, Jill Scott, Beyoncé, The Roots…, con un elemento en común: todas son canciones emotivas y elegantes. Destaca sobre todo la guitarra de Mario García, que sin embargo en un par de temas en los que el grupo intenta incluir también el hip hop como parte de su estilo (algo que no pega nada), se arrancó como MC de forma casi bochornosa, rapeando sin garra, con un ritmo en el fraseo muy pobre y una voz muy floja. Otro pequeño borrón que The Soul Commanders deberán solucionar en el futuro. Un futuro que no obstante se me antoja prometedor.
A continuación saltó a escena el padrino del Hip Hop patrio, Frank T. A estas alturas de la película el carismático MC ha conseguido a base de esfuerzo y talento ganarse un reconocimiento y un respeto más que merecido e incuestionable. Lejos en cambio de acomodarse, de vivir de las rentas o de repetir fórmulas, Frank T siempre intenta renovarse y dar una nueva vuelta de tuerca a su sonido. Por eso en 2010 publicó “Soy una tostadora”, disco en el que introdujo toda una serie de bases propias, complejas, novedosas y con un cariz eminentemente electrónico. Por eso menos de un año después, ha decidido revitalizar sus canciones más conocidas, acompañándose por un quinteto de músicos excepcional –Luis Fuente “Pájaro” a la guitarra, César Merino al bajo, Sergio “Serch” a la batería, “Rob Vendetta” a los teclados y Gabriel Casanova al órgano, piano y sintetizador-, que toma precisamente su nombre de su último largo publicado.  La Tostadora Sound Corporation está formada por varios miembros de los acojonantes Fix This y por tanto imprimen un ritmo endiablado a los fraseos de Frank T, eminentemente soulero y con mucho groove. Pero no queda ahí la cosa. También introducen muchos toques rock, punk y hasta psicodélicos formando un crisol sonoro potente y muy bruto que da mucho más empaque a unos temas que ya de por sí sonaban poderosos gracias a la grave y profunda voz del señor T. Destacó por encima de todo el conjunto, el atronador bajo de César que llevó todo el peso de las bases y estuvo inmenso de principio a fin. En cuanto a Frank T, volvió a dar toda una lección sobre el escenario de saber estar, de cómo controlar el ritmo y el tempo del concierto, de cómo captar la atención del respetable y por supuesto de cómo rimar con pulso, soltura y poderío, interpretando de forma excepcional un setlist memorable -destacaron “Nuevo ser”, “La verdad”, "Paco", “La gran obra maestra”, “Mañana” y las acojonantes “Humor negro” y “Desfase”- que se nos hizo hasta corto. Y es que al final, Frank T seguirá siendo quién es, pero siempre mejorado.



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