sábado, 2 de julio de 2011

DESCONCIERTOS (GUADALUPE PLATA Y SOGORDA Y SURFEA)


Concierto celebrado el pasado viernes 10 de Junio de 2011 en El Sol (Madrid). Público: sold out.

Acompañando como teloneros a una de las más gratas sorpresas que ha vivido el rock español de los últimos años: Guadalupe Plata; llegaron también desde tierras andaluzas, en concreto desde Jaén, dos tipos deliciosamente enloquecidos (de esos que tanto se echa siempre en falta en cualquier ámbito del arte) bajo el nombre de Sogorda y Surfea. Lo extraño, por no decir raruno, pero a la vez atrayente, inclasificable e incluso surrealista del nombre de este dúo, es ya una pista sobre el tipo de propuesta musical y sonora que hacen. Amante como soy de las buenas metáforas, no puedo por menos que copiar aquí la descripción que desde su myspace (si tenéis un rato, leer completa su bio, porque es un texto tan serpenteante y original como su música) hacen de su sonido: “Suena como la garganta de Lucifer tras un atracón de infieles. El contoneo de seducción de un cadáver. Los delirios de un tarado en el valle de la desesperación...”. Estas brillantes comparaciones encierran toda la verdad de su música: enloquecida, salvaje, atormentada y sobre todo, capaz de convertir los sonidos más primitivos y las pulsiones más ancestrales en canciones de una originalidad y modernidad deslumbrantes. Con sólo una guitarra y una batería (no tienen ni bajo ni cantante) su propuesta es no obstante, un torbellino de sonidos instrumentales en los que también tienen cabida todo tipo de aullidos, gritos y desgarros guturales. En la onda del maremagnum sonoro de mis admiradísimos Ginferno y con altas dosis también, del salvajismo que caracteriza a esta banda, Sogorda y Surfea trituran todo tipo de géneros de forma innovadora y psicótica: el blues, el rock, el surf, la psicodelia, el rockabilly, el “psycho” y por supuesto también el noise, escupiendo canciones tan hirientes e intensas como el agua bendita cayendo sobre el cuerpo de un poseído. Canciones de títulos tan adictivos como ellos mismos: “Santero zombie”, “Surfeando en el chocho de tu mamá”, “Tras el chumino misterioso”… Canciones inclasificables, casi indescifrables, con decenas de quiebros y requiebros. Canciones enormes, en definitiva, al igual que su directo. Una grata sorpresa, un descubrimiento de esos que insuflan la idea de que en este país sí que hay vida (en forma de putrefacta muerte como no podía ser de otro modo) más allá del indie pop de los cojones, del pop de “triunfitos, Cuarentas y pipiolas flujeadoras”, del manido punk rock conocido como urbano que lleva treinta años con la misma puta canción -puta sociedad, puta policía, mierda de vida, folla a tu madre, cáscatela en la cara del antidisturbios…- bajo distintos nombres que suenan todos a lo mismo –La puta del quinto, Los gonorrea infinita, Los sífilíticos endiablados, Los hostia en los güevos…-, del jodido flamenquito pop fusión que se repite más que un bocadillo de ajo con alubias (ayer mismo me descojonaba de la descripción que de uno de estos grupos, Calocando para ser más exactos, se hacía en su myspace, en la que se puede leer queconsiguen que las comparaciones resulten inútiles a la hora de definir su música”. Nota para el que haya escrito esto: la música de bandas como Sogorda y Surfea sí es inclasificable; en cambio, la música de grupos como Calocando sí se puede clasificar: es la típica mezcla de pop y flamenquito que se lleva haciendo en este puto país en los últimos treinta o cuarenta años) y por supuesto del indie folk desganado, apático y duermevacas que se extiende como la peste a lo largo y ancho de nuestras fronteras. Así que si os gusta la música de verdad y estáis hasta los cojones de escuchar siempre la misma canción, os recomiendo que sigáis la pista a estos dos “rara avis” que espero de corazón, que den mucho que hablar de ahora en adelante. 

Tras su brillante concierto, saltó a escena el plato fuerte de la noche, unos Guadalupe Plata que desde Úbeda han conseguido revitalizar el rock de nuestro país, siguiendo la estela de gente que ya lo viene haciendo desde hace muchos años, fuera de nuestras fronteras, tales como Tito & Tarántula o Jonh Spencer, por poner sólo algún ejemplo de revitalizadores del rock, el punk y el blues, gracias a sus psicóticas, enloquecidas y asalvajadas relecturas de los clásicos de estos géneros. Algo que también hacen estos andaluces que beben de gente como  Skip James, John Lee Hooker, Screamin Jay Hawkins o Elmore James. Pero que los trascienden logrando insuflar unos aires de frescura, originalidad y modernidad a sus primitivos sonidos, gracias a su acertada revisión de los mismos. También en la onda de los ya citados Ginferno y de los sevillanos (desde Andalucía están surgiendo algunos de los más interesantes grupos de rock españoles en los últimos años) Pony Bravo o los propios Sogorda y Surfea (también andaluces, no lo olvidemos), Guadalupe Plata basan su estilo en el tratamiento casi salvaje, enloquecido y psicótico  de géneros como el blues de los pantanos, el rock e incluso el rockabilly. De un primitivismo adictivo, sus canciones son trallazos encorajinados que te enganchan desde la primera escucha. En sus conciertos, además elevan el tono de las canciones de su único disco publicado hasta la fecha -el homónimo Guadalupe Plata, que unos tipos como Los Chicos, que también llevan regalándonos muchos años del mejor garage, rock y punk que se hace en este país y con uno de los mejores y más salvajes directos que pueden disfrutarse en la actualidad, les han publicado a través de su sello Folc Records-, gracias a las agallas y los cojones que despliegan sobre el escenario. Unas canciones que me recordaron y mucho a los ya mencionados Tito & Tarántula, por su estructura; por su sonido árido, animal y primitivo; por la gran presencia que tienen en ellas las guitarras y por sus letras casi minimalistas con las que logran que el mensaje llegue de forma clara y concisa (“¿Qué se siente al matar a un gatito?” de “El gatito”), casi como un slogan publicitario. De hecho, temas como “Serpiente negra” o “Lorena” recuerdan irremediablemente a ese Angry Cockroaches” (“Cucarachas enojadas”) de los estadounidenses comandados por Tito Larriva. Unas canciones que escuchadas una tras otra conforman un todo orgánico con olor a desierto y sabor a bourbon, que te hace sentir como si te zambulleses en las aguas cenagosas de un pantano. Y lo cojonudo, es que logran refrescarte entre cálidos océanos de sudor. Conciertazo el suyo, sí señor.

 

 


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