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jueves, 29 de marzo de 2012
DESCONCIERTOS (TRACK DOGS Y EMITE POQITO)
Concierto celebrado el pasado Sábado 3 de Diciembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 100 personas aproximadamente.
TRACK DOGS: grupo liderado por el irlandés Garrett Wall que de hecho, hasta hace poco, se llamaba Garrett Wall Band. Track Dogs también lo forman: el irlandés Dave Mooney al bajo, el inglés Howard Brown a la trompeta y el americano Robbie K. Jones al cajón y a la percusión. Bajo esta nueva denominación han publicado un único disco hasta la fecha: “Move a mountain”, que en el fondo no es más que una continuación lógica a los anteriores trabajos firmados bajo el nombre de Garrett Wall Band. Es decir, un nuevo puñado de canciones entre las que destaca el single que da título a este largo, en las que siguen revitalizando el género del folk de clara raíz irlandesa y anglosajona en general. Esto es debido al uso de elementos que no son típicos de este género como el cajón (que otorga un toque más internacional al sonido de la banda) y la trompeta (que aporta luminosidad y brillo a las composiciones, enriqueciendo sobremanera todo el conjunto, debido a la maestría con que Brown la hace sonar). En cuanto a la sección de cuerdas, Mooney con su bajo y Garrett con su guitarra, consiguen vigorizar las melodías, dándole incluso unos toques cercanos al rock que dotan de empaque y rotundidad a todas sus canciones. Y como guinda al pastel está la voz del propio Wall, que se aleja bastante de los registros propios de los vocalistas más afines al folk y se acerca a los de los vocalistas de las grandes bandas de pop de los setenta. Todo esto sirve para demostrar que es posible hacer un folk con tintes pop, con mucho ritmo y muy movido, divertido y pasional, totalmente alejado del tono monótono y plomizo general que caracteriza a este género, sin prescindir no obstante de unas melodías en muchos momentos sutiles, suaves y cadenciosas, que bajo su órbita adquieren un tono nuevo, altamente adictivo. Y esto es ni más ni menos, porque además de ser grandes músicos, han conseguido dar con la tecla adecuada para hacer de su sonido algo nuevo y original, pese a surgir a su vez de otros sonidos de raíz más primitiva. Los ejemplos más evidentes de que son capaces de revitalizar y revalorizar cualquier género que se les ponga por delante, son las excelentes versiones que suelen hacer en sus directos de temas de estilos tan dispares como el reggae -“No woman no cry” de Bob Marley- o el rock clásico -“Tutti Frutti” de Little Richard-, tocándolas bajo su particular visión, dándoles un nuevo e interesante aire y haciendo que suenen totalmente a Track Dogs, pese a ser los originales temas tan míticos y reconocibles. Este concierto en concreto, sirvió para presentar ante el público de la capital su nuevo sencillo navideño: “How Christmas Was Meant To Be” y para repasar la mayoría de temas de “Move a mountain”.
EMITE POQITO: bajo este nombre se esconde un más que interesante dúo formado por Julia Molano (voz y teclados) y José A. Romero (guitarras). Emite Poqito surgió como un proyecto personal de Julia hace más o menos un lustro y ha pasado por varias fases en las que ha llegado a contar hasta con cinco integrantes. Es a partir de 2010 cuando surge la formación actual y comienzan a fraguarse los cimientos de su sonido tal y como lo conocemos a día de hoy. Un sonido que por suerte nada tiene que ver con el que caracterizaba a la banda más conocida de la que ha formado parte Julia en el pasado: esos insustanciales Mamut que bordearon tan de cerca el peligroso terreno del tontipop más chusquero. Y por suerte también para Julia, se nota sobremanera el esfuerzo y trabajo que ha hecho estos últimos años por intentar ser mejor cantante y mejorar su voz. Así, la que hace apenas tres años cuando estaba al frente de Mamut me pareció una de las voces de pito más horripilantes que yo había escuchado en mucho tiempo, a día de hoy se ha convertido en una voz dulce y cálida, plagada de matices y con el tono adecuado. Su pop sencillo pero preciosista, casi etéreo, de una hermosa delicadeza y con un toque dramático más que sugerente, es toda una delicia que ha quedado recogida en el que es su primer largo hasta la fecha: “Todos mis jardines”, que es el que presentaron durante esta actuación.
LO MEJOR: la grata sorpresa que me provocó la voz de Julia: limpia, luminosa y sensual. Los hermosos matices conseguidos por Romero con su guitarra eléctrica, cuyos punteos elegantes y cadenciosos me recordaron al maestro Mark Knopfler.
El buen rollo que siempre me generan los conciertos de Track Dogs, que además de ser buenos músicos, desbordan simpatía y siempre se muestran muy cercanos, amables y agradables.
LO PEOR: el maravilloso concierto de pop íntimo y delicado (que no ñoño ni pueril), casi minimalista, que nos ofrecieron Emite Poqito, se vio mermado por un público irrespetuoso que estaba claro que había ido a ver a Track Dogs y pasó de este dúo como de la mierda, hablando a voz en grito durante su actuación. Julia y José, intentaron capear el temporal como pudieron, demostrando una actitud más que profesional. Esto seguramente fue lo que les impidió no gritar a esta pandilla de borregos lo que yo hoy sí estoy dispuesto a decirles: cuando no os interese una actuación en vez de poneros a berrear, os deberíais ir de la sala a tomar por el culo.
Pese a que Track Dogs volvieron a cumplir una vez más sobre las tablas, lo cierto es que en esta ocasión estuvieron más funcionales y menos vitales y festivos que en anteriores visitas, lo que restó enteros a su actuación y provocó que no acabaran de conectar del todo con el público.
MOMENTO ÁLGIDO: la excepcional “Permanentado” de Emite Poqito y la fabulosa versión que hicieron Track Dogs del “Layla” de Eric Clapton.
PALABRA DE CHULÓN: Emite Poqito poseen más enjundia y empaque del que pudiera parecer tras hacer una primera escucha de sus canciones. De hecho, pese a la desnudez de sus canciones, estas poseen un sinfín de sutiles matices que aportan vigor y dramatismo y que los convierten en un grupo de pop con mayúsculas, muy degustable.
Track Dogs, aún estando tan sólo al 70 % de sus posibilidades, poseen un directo mucho más solvente y disfrutable que el de muchos grupos al 100 %.
PUNTUACIÓN: TRACK DOGS- 7 / EMITE POQITO- 7
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jueves, 19 de enero de 2012
DESCONCIERTOS (AKRON/FAMILY Y TIMBER TIMBRE)
Concierto celebrado el Miércoles 16 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 200 personas aproximadamente.
Los teloneros Timber Timbre no llegaron a conectar de todo con un público que siendo realistas, había acudido a la sala a ver a Akron/Family, sin importarles ni mucho ni poco lo que pudieran ofrecerle los canadienses. Esto hizo que no se esforzasen en prestar atención a la acojonante (pero compleja) propuesta musical que estaba siendo desarrollada sobre las tablas, que no mostrasen ni pizca de interés y que pasasen, de ni siquiera, intentar disfrutar de su exquisito y soberbio sonido. La verdad es que no sé si cuando el trío encabezado por Taylor Kirk comience a ser recomendado y ensalzado (porque no dudéis que con su calidad, más pronto que tarde comenzarán a ser reconocidos como uno de los puntales del folk rock más original y atrayente a nivel mundial) por la crítica nacional, con el mismo ímpetu con el que en la actualidad se ha estado ensalzando a Akron/Family, muchos de los asistentes a este concierto no se acabarán tirando de los pelos por no haberles hecho ni puto caso, o bien obvien esta falta de atención con sus amigos modernatas y mintiendo como bellacos presuman de que “yo ya los vi hace dos años en El Sol cuando no eran tan conocidos y me fliparon”. ¡Ay, los gafapastas y sus imposturas!
Pero centrémonos ya en los aspectos meramente musicales. Timber Timbre ejecutan una suerte de folk/rock/pop/country preciosista y delicado, cocinado con una alta gama de ingredientes experimentales -auto-arpa, pedales, reverberación…- pero con aroma y sabor a “clásico”, de una exquisitez sobresaliente. Predominan en su repertorio (centrado en esta ocasión en su último disco publicado: “Cree pon creepin´in” -el cuarto de su carrera, pero el primero que publican en Europa-) las canciones de melodías complejas, oscuras, dramáticas, intensas, profundas, casi mágicas -podrían funcionar a la perfección como banda sonora de las películas de Tim Burton o de David Lynch para que os hagáis una idea- y sobre todo, hermosas.
El peso del grupo lo lleva sin duda el ya citado Taylor Kirk, quien con su voz profunda e inmensa, se destapa como un aventajadísimo alumno del maestro Leonard Cohen, sobre todo en los temas en que su voz se desliza sin prisas, casi recitando, lo que provoca que las letras de las canciones adquieran un tono más solemne. Pero es que además domina un amplio abanico de registros y también es capaz de alcanzar un lirismo cálido y aterciopelado que a su vez recuerda a Antony (Antony and the Johnsons). Sería injusto no obstante, no citar a esos dos secundarios de lujo que le acompañan: Mika Posen (fabuloso con el violín) y Simon Trottier (el artífice de la mayoría de efectos opresivos e inquietantes que elevan el tono de todos los temas del trío).
De su sobresaliente actuación destacaron tres canciones sobre el resto: las intensas y vibrantes “Obelisk”, “Cree on creepin´on” y “Swamp magic”, cima compositiva de los para mí, triunfadores de la noche.
Tras ellos, saltaron a escena unos Akron/Family que vinieron a presentar al público español su último disco -“Akron/Family II: the cosmic birth and journey of shinju TNT”- y a los que les costó calentar motores. El trío afincado en New York comenzó dubitativo y falto de intensidad y no fue hasta mediada su actuación cuando se produjo un “in crescendo” en su actitud, en su forma de ejecutar los temas y en el sonido de dichos temas, que finalmente acabó en un pitote de cojones que dejó a la parroquia exhausta.
Los primeros temas en caer -“Gravelly mountains of the moon”, “Love, love, love (everyone)”, “River”...”-, fueron los que tuvieron una menor carga lisérgica, experimental y psicodélica de toda su actuación. Es decir, los de sonido menos sugestivo, fresco y novedoso y por tanto, como ya he dicho anteriormente, los más fallidos. De hecho, sonaron a ese folk colorista y vital que hizo famosos a Simon & Garfunkel, pero mucho más monótonos y predecibles. Su primera intentona pues, de ejecutar ese folk revitalizador que les ha hecho famosos, de realizar un sonido preciosista cimentado en los quiebros de las melodías y la variedad de matices, hizo aguas por los monótono de dichos matices que en vez de ser ostentosos, contundentes y casi barrocos como en la segunda parte del concierto, tendieron a un minimalismo que no les sienta nada bien y provoca más aburrimiento que otra cosa.
“Island” fue el punto de inflexión de la noche. El momento en que Olinski, Larssen y sobre todo Miles Seaton parecieron considerar oportuno, para de una puta vez por todas, mostrar su lado más gamberro y dar rienda suelta a sus benditas chaladuras, arrancándose de cuajo esa especie de corsé que hasta el momento les había constreñido. La transmutación se tradujo en saltos, contoneos, diversión (lo mejor del trío es que están muy, pero que muy colgados) y por supuesto en un sonido más huracanado, transgresor y sensorial. Memorables fueron sus interpretaciones de “Silly bears” y como no, de ese “Another sky” que puso la sala patas arriba, con los protagonistas de la noche mezclándose enfervorecidos con un público entregado. La psicodelia brotó con fuerza y también los toques experimentales, recordándome varios pasajes sonoros a la increíble banda italiana Drink to me. Para los bises dejaron “Love and space” (“Meek warrior”) con la que cerraron de forma brillante una actuación en la que por momentos hubo más cuento que talento y por momentos más talento que cuento, lo que a su vez provocó que en algunos pasajes me preguntase: ¿a quién quieren engañar?, para finalmente sentirme encantado de haber sido subyugado por su música (sin importarme ya ni mucho poco si había sido engañado o no).
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miércoles, 11 de enero de 2012
DESCONCIERTOS (WYE OAK Y PINK MOONTAINTOPS)
Concierto celebrado el pasado Lunes 14 de Noviembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 100 personas aproximadamente.
Esta velada otoñal podría definirse como la noche de los “dúos rarunos” y también como la de los dúos certeros.
Para empezar, el dúo Pink Moontaintops, formado por Stephen McBean, cantante de Black Mountain que en este proyecto paralelo ejerce de “songwriter” y guitarrista, y por Greg Foreman (ex The Delta 72) a los teclados y coros. Su aperitivo de unos cuarenta minutos de duración estuvo cocinado con muchos ingredientes estilísticos pero curiosamente ninguno de ellos fue el del folk rock, pese a ser éste el género que más alabanzas le ha reportado al chef McBean por parte de crítica y público con su proyecto más conocido, el ya citado grupo Black Mountain. Entre la amalgama de géneros y estilos que dan forma al genuino sonido de los americanos en cambio, pudimos encontrarnos con altas dosis de rock clásico, pinceladas de electrónica, trazas de shoegaze y unos buenos chorreones de psicodelia aliñándolo todo. Formando un conjunto perfectamente ensamblado con la finalidad de crear una atmósfera casi etérea compuesta por unas melodías angostas, oscuras y complejas; plagadas de matices, quiebros y requiebros; de texturas dispares que se movieron desde la rugosidad más cortante a la acuosidad más fluctuante. Una mezcla tan explosiva como inverosímil que parece beber de los primitivos Depeche Mode, de Death in Vegas, de los Blur más psicodélicos e incluso del sonido áspero y oscuro de The Stooges. Una mezcla que sobre todo se cimenta en la fabulosa voz de Stephen McBean, que se mueve con solvencia por amplitud de registros y que posee ese deje de suficiencia y altivez tan característico de vocalistas como Liam Gallagher. Hasta aquí todo correcto, todo positivo, por no decir excelso. El problema es que si una actuación de apenas tres cuartos de hora te acaba provocando cierto grado de sopor, por no decir aburrimiento, es que algo falla. Y lo que falla es que pese a las variaciones melódicas y de género, Pink Moontaintops ofrecen un directo muy lineal, sin cambios de intensidad, que se vuelve monótono al cuarto de hora y que provoca una especie de semiinconsciencia que acaba traduciéndose en regustillo amargo. Por tanto, clase y genio poseen, pero falta algo más de entraña para tornar un show demasiado frío y distante en un show que sea capaz de transmitir mucho más calor al público. Aún así, la suya fue una curiosa, diferente y buena actuación.
Para finalizar, el dúo de de Baltimore Wye Oak, formado por Jess Wasner -cantante y guitarrista- y por el increíble Andy Stack, quien ahí es na´, toca con su mano izquierda el teclado y con la derecha la batería, en un derroche de virtuosismo que yo jamás había visto antes. Virtuosismo del que hace también gala una Jess Wasner que posee una hermosa voz que se deslizó con soltura por una amplia gama de registros, abarcando desde la solemnidad de Chrissie Hynde a la luminosidad cegadora de Björk, pasando por la profundidad de Bonnie Tyler, sin inmutarse; y que además toca la guitarra con una fuerza y una rabia arrebatadoras como dejó claro en temas como “Dogs eyes” y “Hot as day” (de lo mejor de su gran actuación).
El sonido de los americanos es una especie de rock futurista con toques electrónicos, cimentado en unas complejas melodías compuestas por decenas de capas sonoras superpuestas, que dan como resultado un todo solemne y abismal, que acaba atrapándote con fuerza en su interior. Además, y a diferencia de sus compatriotas Pink Moontaintops, imprimen una intensidad colosal a sus interpretaciones, logrando en este caso sí, un feedback total y absoluto con el público.
En este concierto destacaron los temas interpretados de su último disco “Civilian”, que por otra parte es de los tres que componen su discografía, su cima compositiva hasta la fecha. Sonaron increíbles además de las ya mencionadas “Dogs eyes” y “Hot as day”, las emocionantes “Holy” e “I hope you die” y sobre todo su gran hit “Civilian”. De trabajos anteriores dejaron para el final la efectiva “For prayer” (“The Knot”, 2009) y ya en los bises se marcaron una correcta versión del “Stranger” de los Kinks.
Y al marcharse nos dejaron esa sensación placentera de saber que habíamos disfrutado de un concierto más que especial.
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martes, 18 de octubre de 2011
DESCONCIERTOS (THE BRIGHT Y TUYA)
Concierto celebrado el pasado Sábado 8 de Octubre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: ¾ de entrada.
Vaya por adelantado: Tuya se ha convertido ya en “Mío”, vamos, en uno de esos grupos que voy a seguir muy de cerca, porque con esta actuación me sorprendió, me engatusó y me acabó noqueando hasta caer rendido a sus pies. Mira que el chico prodigio David T. Ginzo ha hecho ya cosas importantes, como ser músico de acompañamiento de Anni B. Sweet o Sidonie, formar parte de Catpeople y de los apabullantes Lüger o ser miembro fundador de Templeton; pues bien, ninguno de estos logros es comparable al que ha conseguido con el que es su primer proyecto personal de verdad: estos Tuya, que al menos hasta el momento han conseguido alcanzar la excelencia en el que es su primer y único disco publicado hasta la fecha, el E.P. “Own”, corroborada en este maravilloso directo. Bien es cierto que Tuya no es sólo David (o Jimmy como se le conoce también), sino un póker de ases que se completa con estos otros tres musicazos: Brian Hunt, Diego Gonsálvez y Héctor Ngomo (que se erigió como uno de los grandes pilares del grupo gracias a la potencia que imprimió a su bajo). Si a esto le añadimos que durante este concierto les acompañó en varios temas como invitada la propia Anni B. Sweet, o lo que es lo mismo, Ana López, protagonizando unos duelos vocales con el propio David de los que quitan el hipo, pues poco más se puede añadir. Bueno sí, hay que añadir mucho más en realidad. Entre otras cosas, la enorme calidad de la propuesta musical de esta banda, que mezcla con acierto la visceral y sofocante atmósfera sonora de bandas como Lüger (que evidentemente ha marcada a David) enraizada directamente con el género del post rock, pero cercana también al noise, a la distorsión e incluso a una especie de psicodelia densa y casi claustrofóbica; con la luminosidad del pop que por ejemplo practica la propia Anni; y con unos quiebros y requiebros en las intensas melodías -ora calmadas, ora abruptas- siempre sorprendentes. La voz de David también se mueve como pez en el agua, al igual que la parte instrumental, por varios derroteros: unas veces es dulce y cálida, otras grave y colérica y otras enloquecida y rabiosa, asemejándose en el plano tonal en general a la voz del cantante de Clap your hands say yeah, Alec Ounsworth. Todo ello al servicio de un sonido apabullante, resultado de la batalla que decenas de capas sonoras mantienen en cada tema de Tuya, a cada cual más complejo y enrevesado y por ello también, a cada cual más atrayente y sugerente. Como la saturada “Dark dawn”, la desequilibrada “The bag”, la emotiva “Pictures & flowers” y el enloquecido y tenso trinomio que componen “Blur”, “Focus” y “Struggle”. En definitiVa, una ralladura maravillosa que esperemos siga evolucionando en el futuro, para nuestro deleite.
Unos The Bright como los que visitaron El Sol en Noviembre del año pasado en formato dúo, elegantes, intensos y luminosos, gracias a la perfecta armonía que resultó de la conjunción del talento de Myriam y Aníbal (y de nadie más); hubiesen logrado como poco igualar la calidad de los predecesores Tuya. Pero The Bright ya no es lo mismo que hace un año. Se parece, pero no es lo mismo. El reconocimiento más mayoritario que han ido alcanzando (y que se merecen, ojo) les ha permitido pasar de tocar en salas pequeñas (el año pasado tocaron tan sólo ante cuarenta personas en este mismo local) a tocar durante todo el verano en un sinfín de festivales ante grandes audiencias. Esto no digo yo que sea malo, pero es indudable que ha provocado una serie de cambios en su estilo, en el clima íntimo y seductor de sus directos y en la forma de ejecutar sus canciones, que a mí en general me han resultado menos satisfactorios. Todos estos cambios vienen a su vez marcados por el hecho de que el otrora dúo, ahora toca en formato banda, con batería, teclados y bajo. Y es la inclusión de estos nuevos instrumentos lo que a mi modo de ver ha provocado que se pierda gran parte de la magia que conseguían lograr Aníbal y Myriam cuando únicamente eran ellos los que salían a escena. Y es que, pese a que ahora The Bright ha ganado en contundencia y hace más ruido, ha perdido buena parte de sus señas de identidad: la voz de Myriam destaca mucho menos dentro de este formato banda, los exquisitos matices de la guitarra de Aníbal también son ahora menos evidentes y en definitiva han perdido emotividad. Digamos que su folk/rock de clara raíz americana ahora suena más a rock con pegada, pero es precisamente esta pegada la que ha delimitado la originalidad de su sonido primigenio y les ha vuelto más monótonos y predecibles. No obstante, The Bright siguen siendo muy buenos. Los temas de “Soundtrack for a Winter´s Tale” (que de momento sigue siendo su único disco publicado) siguen resultando más que apetecibles para los oídos y los nuevos (que algunos cayeron) también fueron más que correctos. Aníbal sigue dejándonos momentos soberbios a las seis cuerdas y Myriam sigue poseyendo un magnetismo brutal en escena (de hecho se nota que ha ganado en confianza y se muestra mucho más dinámica y felina sobre las tablas). Por tanto, no seré yo quien diga que The Bright no sigue siendo un sólido ejemplo de buen hacer, pero tampoco puedo negar el hecho de que la magia que rodeó otras actuaciones anteriores suyas a las que yo tuve el privilegio de asistir, se ha perdido un poco por el camino. Una magia que de todos modos estoy convencido que sigue ahí latente, porque cuando versionaron de forma soberbia la no menos soberbia “Ring of fire” volvieron a emocionarme como siempre habían hecho. Como emocionante fue el breve encuentro que tuve con Aníbal al concluir el concierto, que hete aquí, ha resultado ser charrito como un servidor y es un tipo cercano, amable y humilde. Y con un talento de la hostia, dicho sea de paso.
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martes, 20 de septiembre de 2011
DESCONCIERTOS (TULSA Y JOE LA REINA)
Concierto celebrado el pasado Martes 13 de Septiembre de 2011 en El Sol (Madrid). Público: lleno a reventar.
No sé a quién se debe la elección de Joe la Reina como banda escogida para telonear a Tulsa en su concierto de despedida, pero lo cierto es que fue un acierto rotundo. La separación de la banda comandada por Miren Iza supone para los amantes de la buena música en general y para los degustadores de su pop/rock intimista y profundo con raíces americanas -sobre todo sureñas- hecho con enjundia y desde las tripas, entre los que me encuentro, un mazazo; principalmente porque siempre nos queda la sensación de que las propuestas que más se alejan del típico y tópico indie pop patrio más moña, anodino y recalcitrante (el de los Crepúsculos, los Papás Topos, los Punsetes y demás mierdas similares) son las que por unos u otros motivos acaban desapareciendo de la música de este país. Por eso, el hecho de que se escogiera a los noveles Joe la Reina -combo vasco navarro que practica una especie de folk/rock fresco y original, también de clara raíz americana, con trazas del Dylan más eléctrico, toques de los Fleet Floxes, aires fronterizos y retazos de música del Delta, escupido de forma emotiva e intensa- para abrir esta mágica (y triste) velada, fue una estimulante forma de decir: ojito, que unos se van, pero llegan otros que siguiendo una línea parecida (sobre todo, la del buen gusto) van a proporcionarnos también muchas satisfacciones. Y es que esta joven banda, que musicalmente también tiene mucho que ver con los vallisoletanos Arizona Baby (siendo estos no obstante mucho más áridos y los Joe la Reina más cálidos y luminosos en sus melodías), pese a que todavía se muestra algo deslavazada en directo (los nervios del principio les llegaron incluso a provocar que desafinasen bastante en los primeros compases de su actuación), demostró con canciones como “Killinberry blues”, “Hold your maker´s hand” y “Back to the south” que tienen madera de banda sólida y de calidad. Destacaron sobre todo sus guitarras zigzagueantes y la voz de su frontman, que en los tonos más bajos recordó a la del gran Bob Dylan y en los tonos más elevados e intensos a la de Alec Ounsworth de Clap your hands say yeah. Si os fiáis un poquito de mi criterio os aconsejaría que escuchaseis el que hasta la fecha es su único trabajo publicado, el E.P.: “Tudanca”, que a tenor de lo visto y escuchado en este concierto, no será lo único que publiquen a lo largo de su carrera. Tras el grato descubrimiento de Joe la Reina, llegó el momento más esperado de la noche: la actuación de Tulsa, que paradójicamente suponía a su vez algo que seguramente ninguno de los asistentes hubiesen esperado y mucho menos deseado hace apenas unos meses: el final, al menos de momento, de la carrera del grupo comandado por Miren y su fiel escudero Alfredo Niharra. Vamos, que había muchas ganas de ver a Tulsa en directo, de arropar a sus miembros en esta difícil noche, pero de lo que no había ganas era de asistir a su último concierto como banda. Y es que jode que uno de los grupos que más han aportado a la música independiente española en este último lustro, acabe por desaparecer. Jode porque sus dos discos publicados: “Sólo me has rozado” (2007) y “Espera la pálida” (2010) son una delicia. Jode porque sus directos han sido siempre magníficos (incluso en una noche tan difícil para ellos como la del pasado martes, en que las emociones estaban a flor de piel, consiguieron sonar de forma impoluta, brillante e intensísima). Jode porque las nuevas canciones que tocaron en esta última actuación: “El francés”, “Verano averno” y “Tus flores” (compuesta por Ricardo Lezón de McEnroe) nos demostraron que a Tulsa todavía le quedaban muchos grandes temas por regalarnos. Y jode porque la emotiva y desgarradora voz de Miren alcanzó en este último bolo unas cotas de intensidad y calidad que no hacen sino encumbrarla aún más en el podium de mis más queridas preferencias. Llegados a este punto me gustaría recordar algo que ya escribí sobre ella en este mismo blog hace poco más de un año y que espero sirva como un humilde homenaje que le dedico por los buenos momentos que me ha proporcionado con su portentosa voz:
MIREN IZA (LA MUSA QUE TODO POETA MALDITO QUISIERA TENER): que hay muchas voces bonitas dentro del mundo de la música es una verdad como un templo. Pero que haya voces que además de bonitas sean únicas y personales ya no lo es tanto. La voz de Miren Iza es arrolladora, rota a veces, potente otras, luminosa, triste, alegre, sensual siempre, hipnótica, mágica, en definitiva ÚNICA. Y qué decir de su presencia, de ese rostro expresivo que remarca con dolor las palabras de desamor, que se ilumina con los textos alegres, que es el reflejo de un alma desgarrada constantemente. Miren Iza es el reflejo del amor que duele, es decir del verdadero amor, es el rostro de los nubarrones del alma, de las brumas grises del corazón, es la musa que todo poeta maldito quisiera tener. Porque la desazón, el desparramar los fantasmas que atormentan el espíritu en forma de intensidad interpretativa es la verdadera Belleza, esa belleza interior que verdaderamente arremolina los corazones más angustiados como el mío. Hacia mucho que no veía nada tan hermoso, hacía mucho que nadie desnudaba de verdad su alma sobre un escenario, que dejaba de actuar para mostrar realmente su turbador interior tal y como es: un ramo de rosas negras en forma de corazón mecido por las ventiscas del desamor.
Y es evidente que yo no soy el único que se ha jodido. Están jodidos también todos los que abarrotaron El Sol en esta despedida, muchos periodistas y críticos musicales de esos que no se casan con nadie y también muchos compañeros de gremio que no quisieron perderse tan señalada fecha: entre el público presente estaban varios miembros de Amigos Imaginarios (Santi Campos incluso subió a cantar junto a Tulsa el tema “Algo ha cambiado para siempre”, de forma bastante desafortunada todo hay que decirlo), Coque Malla, Óscar Maya y Lourdes Hernández entre otros.
Menos mal que para pasar el mal trago, Tulsa nos regalaron un puñado de joyas en forma de canciones: “Matxitxako”, “A mis brazos” (versión en castellano del “Into my arms” de Nick Cave), “Araña”, “Seguramente me lo merezco” y ya en la primera tanda de bises una magistral versión también en castellano del “Till the next goodbye” de The Rolling Stones y en la segunda las tristísimas: “Contigo tocaré el cielo” y la ya mencionada “Tus flores”.
Y poco más que decir, bueno sí: gracias y que os vaya bonito.
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sábado, 27 de agosto de 2011
SONÓ EN EL 2010 ("HARPER SIMON")
HARPER SIMON
“Harper Simon”
(PIAS) / ulsi Records
FOLK/POP/COUNTRY (3 ESTRELLAS)
Harper Simon debuta en solitario con este álbum homónimo, rodeado de buenos amigos y mejores músicos -Adam Green, Sean Lennon, Joan Wasser (Joan As Police Woman), Steve Nieve (Elvis Costello)…- y bajo la alargada sombra de su padre, Paul Simon. El resultado es un conjunto de canciones dulces y tranquilas, con melodías suaves y pausadas, que mecen al oyente como el agua tibia de un mar calmado, en una tarde de verano. La delicadeza que destilan los diez cortes de este largo, la melodiosa voz de Harper y su poso más folk -sobre todo en “Ha ha” y en “All I have are memories”-, recuerdan irremediablemente al padre de la criatura, quien además es autor de la letra de “Wishes and stars”. Es en los cortes más country del disco: “Shooting star” y “Tenessee”, donde Harper Simon se desmarca de forma más evidente del estilo musical de su padre, pero pese a todo, su huella sigue estando presente. Para aquellos nostálgicos que veneraron a Simon and Garfunkel, esta obra deberá ser imprescindible. Para el resto de los mortales, un disco correcto y grabado con esmero, pero ni excelso ni novedoso.
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miércoles, 3 de agosto de 2011
DESCONCIERTOS (LITTLE WINGS Y BREATHE OWL BREATHE)
Concierto celebrado el pasado Miércoles 29 de Junio de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 40 personas aproximadamente.
El menú del Sol es variado: se pueden degustar exquisiteces y algunas delicattessen, pero también algo de fritanga de vez en cuando, algún que otro producto que ya huele un poco a rancio y alguno que otro fresco, como un buen pescado del día o de la temporada, ofertas tradicionales y ofertas de nueva cocina, pasteles empalagosos, carnes prietas y duras como la piedra, bizcochitos, degustaciones ácidas y amargas, buenos vinos reposados con el paso del tiempo, caldos de nuevo cuño, productos españoles, americanos, ingleses, franceses, nórdicos, alemanes y hasta del lejano oriente. Algunos manjares son más comerciales, otros más desconocidos. Hay menús que van desde los cinco euros a los treinta. Viandas con estilo propio y viandas que son burdas copias de otras de mayor enjundia. En este caso concreto, se repitió uno de los menús que últimamente más se ofertan en la sala de conciertos madrileña: dos raciones de folk americano, una de fácil digestión -Breathe owl breathe- y otra más pesada, de las que repite bastante y de las que suele provocar una siesta conocida con el nombre de: el desnucamiento del pobre espectador.
Primer plato: Breathe owl breathe
Pese a partir con la vitola de entrante, los teloneros acabaron siendo el plato fuerte de la velada, bastante por encima de Little Wings. Su hermoso y poético nombre -“Respira, lechuza, respira”- define ya bastante bien el estilo musical de este trío de Michigan: folk intimista y suave, pero a la vez oscuro y dotado de ciertos elementos (que más adelante analizaré) que generan desconcierto e inquietud en el oyente y que por tanto rompen con la monotonía imperante en el típico folk de raíz. La parte más cadenciosa y dulce de sus canciones se cimenta en los exquisitos juegos vocales de Micah Middaugh y de la también violonchelista Andréa Moreno-Beals, mientras que el punto inquietante y dramático lo consiguen a través de los múltiples quiebros y requiebros de sus melodías, las distorsiones, la variedad de instrumentos y la utilización de varios elementos de atrezzo tales como disfraces y caretas. Por momentos me hicieron zozobrar con algunas composiciones un tanto monótonas, pero lo cierto es que sonaron mucho más originales que la media y buscaron una constante interacción con el público (llegando incluso a crear coreografías de sus temas que pedían al respetable que repitiese) que otorgó a su actuación un mérito extra. Además demostraron sin lugar a dudas que son unos músicos (Trevor Hobbs completa la formación) de innegable talento. No en vano poseen ya cinco discos publicados (en esta ocasión centraron su repertorio en temas de su último trabajo: “Magic Central”) y han estado girando este último año en su país con el mismísimo Yann Tiersen. Por si estos no fuesen méritos suficientes se encargaron de lograrlos definitivamente con composiciones tan poéticas como: “Swimming”, “Dog walkers of the new age” y “Own stunts”, completando una actuación que por rara y novedosa acabó haciéndome disfrutar en muchos momentos de la misma. Eso sí, con estos artífices de la “nueva cocina”, siempre te acaba quedando la duda de hasta que punto su producto no deja de ser en parte una tomadura de pelo y no pude por menos que acabar preguntándome si lo suyo es más talento que cuento o más cuento que talento. Bien es cierto, que yo soy bastante desconfiado a la hora de elogiar moderneces, porque en más de una ocasión y de dos y de cien me han querido dar gato por liebre. Pero sinceramente, no creo que este sea el caso.
Segundo plato: Little Wings
Todos los expertos gastronómico-musicales coinciden en asegurar que tras Little Wings se esconde uno de los nombres más relevantes del nuevo folk-rock americano de los últimos años: Kyle Field. Algo que no es de extrañar, ya que el señor Field reúne todas las condiciones para ser idolatrado por este tipo de gourmets: barbudo, algo desaliñado, tocado con camisas de cuadros, con cara de estar siempre meditando en cosas profundas y supraterrenales, colaborador de gente como Will Oldham o Devendra Banhart, independiente de los de verdad (o lo que es lo mismo, un tipo que se oculta de los medios y por tanto pasa más que desapercibido en su país de origen y es un auténtico desconocido fuera de él) y por si fuera poco convertido ya en figura de culto para los más influyentes periodistas adscritos al “Movimiento” (¿qué movimiento? No me tiréis de la lengua que los espías con gafas de pasta están por todas partes). Y lo cierto es que algunos motivos hay para encumbrarle, siendo el principal, su prodigiosa, imponente e impactante voz y en menor medida la cadenciosa clase de algunas de sus canciones (sería injusto decir que no tiene temas meritorios, porque haberlos haylos). Lo que ocurre es que el grueso de sus composiciones peca de ese mal endémico que tienen la mayoría de artistas adscritos al folk: son aburridas, previsibles, monótonas, predecibles y cansinas. Vamos, que un picoteo de no más de diez minutos gusta, pero una ingesta de más de una hora de Little Wings acaba dándote ganas de pegarte un tiro (de lo que sea). Pese a todo, destacaré como momentos brillantes de su actuación los que coincidieron con las interpretaciones de “Gold teeth”, “How come?” y “Mr. Natural” (ésta perteneciente a su último álbum publicado: “Black Grass”). Y poco más que decir, bueno sí, que tras su paso por la capital, los admiradores más acérrimos de Kyle Field van a poder seguir vanagloriándose de que su ídolo sigue siendo un artista de culto e independiente, siendo buena prueba de ello el hecho de que a verle, no acudieran ni siquiera cincuenta personas.
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lunes, 13 de junio de 2011
DESCONCIERTOS (GARY OLSON, DARREN HANLON Y EL BRINDADOR)
Concierto celebrado el pasado Martes 31 de Mayo de 2011 en El Sol (Madrid). Público: 50 personas aproximadamente.
El Brindador (telita con el nombre), Darren Hanlon y Gary Olson, trío perteneciente a ese selecto grupo de músicos conocidos como los “duermevacas” o los “desnucanucas”, o lo que es lo mismo, trío de cantautores de corte folk; demostraron nuevamente que escuchar más de una hora de este tipo de música, puede provocar serios y nocivos efectos secundarios para la salud. De hecho, estuvieron a puntito de caer varias bajas por depresión y unas cuantas reclamaciones de subidas de sueldo por peligrosidad. Y eso que la noche no empezó nada mal, porque detrás de ese horrible nombre artístico que parece más el de un torero de tercera que el de un cantautor de origen francés -El Brindador-, se esconde una voz cautivadora, elegante y etérea, en la onda de Antony, que nos ofreció varios momentos deliciosos. Eric Cihigoyenetche (telita con el nombre), que así se llama en realidad este intérprete, supo además insuflar altas dosis de dramatismo a sus canciones (la mayoría pertenecientes a su mini álbum recientemente publicado, “Weird Stories”) y aportó una intensidad en la ejecución que sin duda lo convirtieron en una grata excepción a esa regla casi universal, que se da sobre todo en este país y que dice que: CANTAUTOR + FOLK + GUITARRICA = DESGANA + DESIDIA. Por tanto, y siendo sincero, este primer envite me resultó gratificante y reconozco que Eric me cautivó con su propuesta, que además tiene pinta de que en el futuro (esperemos que decida acompañar esa portentosa voz por una banda que la realce aún más) va a crecer todavía mucho.
El australiano Darren Hanlon comenzó también con bastante buen pie su actuación. De hecho sus dos primeros temas fueron muy dylanianos y demostró ser mucho mejor guitarrista (también tocó la harmónica y como no, el sempiterno banjo) que su predecesor. Pero a partir del tercer tema (casi todos los que interpretó forman parte de su último disco publicado: “I will love you at all”), empezó a diluirse y a perder ritmo entrando en esa dinámica monótona y soporífera tan intrínseca a la canción de autor y al folk, que consiste en provocar un duermevela al interpretar unas canciones tan parecidas unas a las otras, que parecen todas la misma. Para colmo, no hizo más que perderse en largos discursos de presentación entre tema y tema, que lo hicieron aún más insufrible si cabe.
Para cuando Gary Olson (líder del grupo neoyorquino “The Ladybug Transistor”) saltó a escena (acompañado por Darren Hanlon, quien repitió… más que el ajo de hecho), mi mente ya había abandonado por completo mi vilipendiado cuerpo. Aún así, hice un último esfuerzo por prestar atención a esta parte final de la velada. Y pese a la simpatía destilada por Gary (tipo educado y agradable donde los haya, con una maravillosa sonrisa perenne de esas que te encandilan sí o sí), algún que otro bonito duelo de guitarras entre él y Darren y algún que otro cálido y luminoso pasaje proporcionado por el americano al tocar la trompeta; lo cierto es que su actuación fue un compendio de canciones anodinas, sin fuerza, sin garra y con un tono aséptico tan desmoralizador, que me dejó hecho un pelele al que pareciese que le hubiesen inflado a hostias y hubiese perdido toda la energía.
Antes de que consiguiesen desarbolar por completo mi cerebro, tuve un último pensamiento: “No SOPOR, no SOPOR, no SOPOR-to el folk”.
CLICKAD MALDITOS, CLICKAD- enlace a un fragmento de la actuación que dieron recientemente Gary Olson y Darren Hanlon en la sala Matisse:
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